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| martes abril 23, 2024

Los ucranianos, las elecciones y la amenaza


A veces uno quisiera cambiar de tema.

Me gustaría contarles sobre nuestra Premio Nobel de Química, sobre las escasas pero bienhechoras lluvias que se abatieron sobre nuestra reseca, sedienta y querida Medinah, reírnos un poco sobre las infantiles excusas de Bibiahu para no ir a la Convención sobre el medio Ambiente en Copenhague… hasta podríamos hablar del Gran hermano, vea mire doña, que ahora juegan a la revolución social dividiéndose en ricos y pobres… todo sea por el rating.

Pero no.

Lamentablemente tengo que volver al tema que toqué veces pasadas: la amenaza ucraniana.

La última noteja que compartí con vosotros me ha valido no pocos reproches, e incluso algunas miradas piadosas. Que no, que no puede ser, que Ucrania está transformándose en una aliada de Israel, que por dos botarates que juegan a ser nazis no se puede juzgar a toda una estructura…

Justamente.

Odio estar en lo cierto.

Sergey Ratushniak, el intendente de Uzhgorod y candidato (¡) a la presidencia de Ucrania, ese mismo rostro que no sirve, ese mismo fantoche que quiere convencer a todos de la mala leche que le envenenó el cerebro culpando a los judíos de todos sus males y amenazando con otro «11 de setiembre» en Ucrania (de hecho, ya hubo uno en Ucrania: fue 10 veces más letal, se llamó Babi Yar y sin la ayuda de los antecesores de esta escoria humana quizá no hubiese podido llevarse a cabo en esas proporciones) si resulta electo presidente, no sólo sigue llevando adelante su candidatura, sino que también sigue amenazando a diestra y siniestra de no dejar un judío entero y además de seguir con su letanía de que los judíos se apoderaron del aparato económico de Ucrania, también fue parte de un «congreso académico» cuyo tema central fue precisamente eso: la «toma de la economía ucraniana» por parte de los judíos. Además, casualmente, siempre casualmente, para esa época aparecieron en Ucrania todo tipo de titulares que hablan sobre el tráfico de órganos de niños ucranianos digitado desde… ¡claro! Israel.

Otro candidato, Arseniy Yatsenyuk, ex presidente del parlamento, está recibiendo cada vez más «acusaciones» por su «pasado judío». Yulia Tymoshenko, actual Primera Ministro y otra de los principales candidatos, también atiza cínicamente el fuego del antisemitismo para arrimar votos.

Y en medio de tan linda campaña electoral, nuestro inefable ministro de RREE, Avigdor Yvette Liberman está en Ucrania de visita oficial, recibiendo «seguridades» que no se trata más que de «algunos inadaptados» y que se «toman medidas»…

Puede ser.

Un museo aquí, una «simpatía» hacia Israel en la ONU por allá, un par de custodios más en Uman…

Pero hay algo más grave. Mucho más grave.

Hay algo que se está gestando durante esta malhadada campaña electoral, algo que va mucho más allá del antisemitismo directo, algo que como judíos tiene que preocuparnos mucho más que los roncos ladridos de Ratushniakes y Tymoshenkos.

Desde que fue elegido, el actual presidente de Ucrania, Viktor Yushchenko, está promoviendo entusiastamente una campaña de «rehabilitación» de algunos «heroicos» combatientes que lucharon por liberar a Ucrania del yugo soviético e independizarse. Y el broche de oro de esta campaña destinada a reivindicar a asesinos de judíos lo dio el mismo Yushchenko, quien aprovechándose de su condición de presidente de la república, presentó un proyecto de ley al Parlamento para reconocer al ejército revolucionario ucraniano como un ejército «combatiente» durante la Segunda Guerra Mundial, comparando en el colmo del caradurismo a estos «paladines» con los veteranos del Ejército Rojo que lucharon contra los nazis.

Pero hay un problema.

Y el problema es que ese ejército «revolucionario» y «ucraniano» colaboró alegre y entusiastamente con los nazis, seguramente con la esperanza de que éstos los ayuden a independizarse de los rusos. Y tan entusiastamente colaboraron los ucranianos con los nazis que también les dieron una manito (más bien una mano bastante considerable) en el asesinato de cientos de miles de judíos en Ucrania, con una fidelidad rayana en el más rastrero servilismo… y no sólo en Ucrania.

De todos modos Yushchenko, que si bien se lava la cara con ácido (ver sus fotos) no come vidrio, sabe que toda esa refinada e insidiosa charla antisemita ya no puede ayudarlo: las encuestas le están dando un miserable cuatro por ciento en su carrera a un segundo período. Ya ni en los judíos se puede confiar…

Que siempre hubo antisemitismo en Ucrania es sabido. Hace algunos años empezaron con campañas de reivindicación y proclamación como héroes a escorias tales Lyura, Bendra o Shajovich, luchadores por la independencia de Ucrania pero a costa de mucha sangre de judíos, contra quienes dirigieron entusiastamente pogroms, calumnias y atentados. Esa «canonización de asesinos» digamos que fue la primera ola. La segunda nos está barriendo ahora, cuando en nuestras propias barbas, la cuestión judía está siendo cínicamente aprovechada como arma, no importa si a favor o en contra, como arma para la guerra electoral entre candidatos. Y cierro esta nota de advertencia con una frase de un dirigente de la comunidad judía de Ucrania: «Quien salga electo, deberá combatir el antisemitismo en Ucrania»..

¿Ingenuo, verdad? Especialmente si el que sale electo es un Ratushniak, o una Tymoshenko. Por lo menos en lo que respecta a Yushchenko, las estadísticas dicen que no.

Así nos va… y así les va. Y hasta les puede ir peor.

 
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