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| miércoles abril 17, 2024

Luces y sombras en la tragedia de Haití


El terremoto de 7.3 grados en la escala de Ritcher que devastó a Haití el 12 de enero, el más fuerte registrado en la zona del Caribe desde 1770 y que provocó, hasta el presente, un número indeterminado y fehaciente de muertos, (aunque algunos estiman que estos son más de 200.000) miríadas de heridos y gente sin hogar, alimentos, agua y sanidad, suscitó la fraternal y solidaria ayuda de muchos países, en contraste con la mezquina indiferencia de otros.

La República de Haití o Haití, con nueve millones de habitantes, uno de los territorios con más densidad de población del planeta, con la renta por cápita más baja de todo el hemisferio occidental, es uno de los países más pobres del mundo. Ocupa la posición 150 de 177 países en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU, debido a que el 70% de su población vive en la extrema indigencia. Lamentablemente, recién ahora, como consecuencia del violento sismo que la azotó, ocupa un espacio en los medios internacionales y llama la atención del mundo.

Para obtener ayuda internacional, el atribulado gobierno de Haití, cuyo presidente Rene Preval y el primer ministro Jean-Max Bellerive, en virtud que el sismo destruyó el palacio presidencial y cortó las comunicaciones y la energía, están viviendo y trabajando en el cuartel general de la policía judicial, entregó a Estados Unidos el control de su principal aeropuerto para ordenar los vuelos de ayuda de todo el mundo y distribuir los suministros en la castigada nación caribeña. El tráfico aéreo, complicado por los graves daños que sufrió la torre del aeropuerto, ahora será controlado por el Ejército de Estados Unidos con el respaldo de un portaaviones nuclear. La secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, cuando se dirigía a Puerto Príncipe para reunirse y ofrecer ayuda humanitaria al presidente haitiano, Rene Preval, declaró: «También vamos a transmitir de manera muy directa y personal al pueblo de Haití nuestro apoyo incondicional a largo plazo, solidaridad y empatía». En consonancia, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, quien dijo en la Casa Blanca que «la escala de la devastación es extraordinaria y las pérdidas son desgarradoras», ofreció un paquete de ayuda inicial que incluye 100 millones de dólares, el envío de barcos, helicópteros, aviones de transporte y 2.000 infantes de marina, prometió que su país hará lo que sea necesario para salvar vidas y poner a Haití nuevamente de pie. Independientemente de las ideologías y las políticas que desarrolla, es indudable que EE.UU., considerado por la izquierda «progresista» mundial, uno de los villanos del orbe, es quien más aporta en ayuda humanitaria y económicamente a la ONU y a los países que sufren alguna catástrofe. Uno de los nuevos adalides de la corriente ideológica recién mencionada, Hugo Chávez, el charlatán presidente de Venezuela que envió un contingente de médicos, bomberos y trabajadores de rescate, y durante su programa dominical de radio y televisión, anunció que su Gobierno donará a Haití «todo el combustible» que requiera la isla, criticó los esfuerzos humanitarios y la ayuda estadounidense, diciendo que el gobierno de Obama ha enviado demasiados soldados a la nación caribeña, lo que ha complicado la labor de salvar vidas y ayudar a los sobrevivientes. Chávez, concluyó sus comentarios con otra filípica: «Parece que los gringos están ocupando a Haití militarmente». «Obama, manda medicina, médicos y agua. No más soldados». El presidente bolivariano, remedo grotesco de Fidel Castro, no hizo mención alguna en su crítica, a los inexistentes o exiguos aportes de sus aliados, los ricos países islámicos, que brillaron por su ausencia, y ni figuran en la siguiente nómina que difundió la agencia de noticias AP de los países que prometieron su ayuda a las víctimas del terremoto de Haití: Estados Unidos, Canadá, el Banco Mundial, Gran Bretaña, Australia, Noruega, Japón, Italia, la Comisión Europea, los Países Bajos, la Conferencia Episcopal Italiana, Dinamarca, Finlandia, Corea del Sur, la empresa de Telecomunicaciones Digicel de Irlanda, España, Alemania, India, China, Suecia, Venezuela, México, Francia, Islandia, Portugal, Taiwán, Israel y Suiza. La totalidad de los países sudamericanos y Cuba enviaron suministros y enseres para paliar la dramática situación de los haitianos. El presidente brasileño, Lula Da Silva, pidió a la comunidad internacional que transforme la sensibilidad en dinero para ayudar a Haití. «Hay países que pueden dar más y no lo hacen» se quejó el mandatario, sin nombrarlos. Elípticamente, el sayo le cabe a su reciente visitante, el presidente de Irán, Mahmmoud Ahmadinejad. La República Islámica de Irán ha donado un poco, aunque menos que las tiendas Walmart. Arabia Saudita, uno de los países más ricos del mundo, ha enviado un mensaje de condolencia al presidente de Haití, René Préval. Un millón de dólares fueron prometidos desde Kuwait y Marruecos y los Emiratos Árabes Unidos dicen que «en breve» enviarán un avión con ayuda humanitaria. Qatar, dueña de las terceras mayores reservas de gas y el segundo más alto PIB por cápita en el mundo, ha enviado 50 toneladas de ayuda a los cientos de miles de haitianos sin hogar y heridos.

El otro país que, por ser amigo y aliado de EE.UU., es objeto sistemáticamente de crítica y condena por parte de la izquierda y de muchos medios de comunicación internacionales, es el Estado de Israel, una de las naciones más solidarias del orbe, que consustanciada con el adagio talmúdico que dice que «Quien salva una vida, es como si salvase al mundo entero», cuando se produce una catástrofe en cualquier lugar del mundo, inundaciones, hambre y otros desastres naturales, acude presurosa y extiende su mano para brindar ayuda y asistencia, imbuida de espíritu humanitario, sin importarle que sea apreciada o reconocida. A través del MASHAV, Centro de Cooperación Internacional del Ministerio de Relaciones exteriores de Israel, que es el organismo responsable del programa oficial de asistencia humanitaria como respuesta a las situaciones de crisis, la misión israelí a Haití, envió 220 trabajadores especializados en rescate, decenas de camiones cargados de material médico y logístico y abrió con celeridad un hospital de campaña , el único en funcionamiento, que puede tratar a más de 500 pacientes por día, con 40 médicos, 25 enfermeras, paramédicos, una farmacia, una sala infantil, una sala de radiología, una unidad de cuidados intensivos, una sala de urgencias, dos quirófanos, un departamento de cirugía, un departamento interno y una sala de maternidad. Precisamente esta última, fue escenario de una conmovedora historia.

Una mujer haitiana parturienta, asistida por el ginecólogo israelí, Doctor Shrir Dor, un Mayor General de la Fuerza de Defensa de Israel, FDI como se conoce por su sigla en inglés, dio a luz un saludable bebé al que puso el nombre de Israel, en agradecimiento y homenaje al país y su gente, que posibilitaron que, en un improvisado hospital, en terrenos de un campo de fútbol, y en medio de la tragedia causada por el terremoto que causó decenas de miles de muertos, una madre pudiera ser feliz por el nacimiento de su hijo.

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