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| jueves marzo 28, 2024

“Arbeit Macht Frei” símbolo del odio bajo más odio


Las noticias a diario de atentados y profanaciones contra instituciones y símbolos judíos demuestran un odio perfectamente orquestado por ideas y grupos entrenados para poner en práctica su antisemitismo y antiisraelismo.

En nuestro país el remover tumbas en el Cementerio de Liniers habla de una cultura tanática en el que la muerte es el dios que guía a sus seguidores. Esos perversos se dedican a continuar el camino del exterminio de judíos y atacan tumbas como ensañándose aún más con los difuntos, porque una vez fueron judíos, con una demencia semejante a la que usaron los nazis para asesinar a los indefensos y cadavéricos prisioneros de los campos de concentración, que habiendo sido condenados a ser muertos en vida, terminaron matándolos hasta dejar de ellos cenizas.

Esa locura de jugar con los muertos para volverlos a matar es un acto de adoctrinamiento y acción que tiene a la cabeza de sus ejecuciones un plan y su respuesta es un antisemitismo vigente alerta para surgir de las catacumbas en determinados momentos críticos políticos, económicos y sociales.

Y Janucá es un momento ideal para contrarrestar la instalación en el mundo de los candelabros y con sus velas de luz, libertad y esperanza con el robo del letrero a la entrada de Auschwitz «El trabajo libera», porque responde a la sombra en la que viven los enemigos que al atacar liberan su odio.

Esa sombra de odio los libera dejando abierta la válvula de su espíritu necrófilo, adorador de cadáveres, de su ser asesino y héroe para sus pares, instigadores de la destrucción humana y material en los atentados, dueños del terror para generar temor, amantes de la sangre y las lápidas para castigar y satisfacer sus abominaciones que tienen al judío, a Israel y a un Occidente cristiano como blancos de ataque.

Esa mezcla de izquierdistas pro palestinos, antisionistas y antiimperialistas siguen usando al judío como chivo expiatorio de todos los males y seguramente el cartel robado es para ellos una victoria porque por ese arco pasaron 1.100.000 judíos hacia la esclavitud y el exterminio y otras minorías discriminadas. Bajo ese arco caminaron al ritmo de tangos de una melancolía absoluta hacia la danza de la muerte.

Por eso este robo es para ellos la venganza contra lo que no pueden ni con las armas ni en la mesa de negociaciones para llegar a la paz con Israel y con EE.UU. en su participación en Irak y Afganistán y la beligerante posición de Irán contra todas las democracias. Y así como los fundamentalistas atacaron a las torres Gemelas, a la Embajada de Israel, a la AMIA y tantos otros atentados, quizá como contraofensiva por el derribamiento a la estatua de Hussein en Bagdad y la lucha contra los talibanes, la guerra palestino-israelí, ahora ellos coloquen en su lugar el trofeo usurpado de Auschwitz al lado del Arco de Triunfo en París o Roma o entrarlo a Jerusalem o emplazarlo en la ONU en Nueva York.

Haber robado ese cartel sin haber sido detectado por la guardia que cuida ese campo de concentración, hoy museo de la memoria, también habla de falta de seriedad en su protección o de una vieja complicidad que sigue vigente en Polonia.

 
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