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| miércoles abril 24, 2024

El pueblo israelí


Alberto Mazor

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El único líder israelí, al que nadie se atreve a desafiar, enfrentó estas dos últimas semanas las cámaras y dejó en claro que él y nadie más que él asume toda la responsabilidad por el acuerdo de Gilad Shalit.

No se trata de Bibi, cuyo discurso centrado en el “yo, yo, yo…” sólo sirvió para recordarnos a todos que el intercambio lo ha llevado a asumir una posición totalmente opuesta a la que ha defendido toda su vida. Tampoco fue el ministro de Defensa, Ehud Barak.

El verdadero líder de este país, quien sorprendentemente está haciendo un trabajo decente, es la población israelí.

El momento en que Gilad Shalit regresó a su hogar sirvió para demostrar que la población israelí posee todos aquellos rasgos de los que carecen los que pretenden liderar el Estado: Tiene determinación, paciencia, capacidad organizativa y sabe cómo mantener una larga lucha de años con el fin de alcanzar objetivos que inicialmente parecían una causa perdida.

Gilad Shalit no es el primero en disfrutar de estas habilidades. La población israelí ha estado ocupándose de nuestras vidas desde hace algunos años. En las primeras etapas de las luchas, lo único que recibe son respuestas condescendientes y desprecio; sin embargo, la experiencia enseña que no se la debe subestimar en ningún caso.

El grupo «Cuatro Madres» era conocido por los oficiales de Tzáhal como “cuatro mujeres blandas”, pero, a fin de cuentas, ellas lograron sacarnos de Líbano; los líderes de Gush Emunim fueron tratados inicialmente como un delirante grupo mesiánico, pero resultó ser que los asentamientos construidos por ellos cambiaron la realidad de Oriente Medio; los jóvenes que encabezaron las recientes protestas sociales fueron desacreditados, pero ahora todos los expertos en economía están ocupados tratando de elaborar un nuevo tipo de capitalismo.

Esta inversión de roles entre el pueblo y sus dirigentes puede resultar muy problemática; sin embargo, por lo menos en lo que respecta a Gilad Shalit, entraña un sentido de justicia poética. Después de todo, quien deberá pagar el precio del acuerdo es la misma población que lo exigió.

Las calles donde antes se habían colocado carteles a favor de Gilad serán el lugar donde estallarán los autobuses. Los mismos centros comerciales donde se firmaron las peticiones serán los objetivos que elegirán los terroristas suicidas para llevar a cabo sus atentados. Los ecos de los disparos habrán de oírse en las mismas plazas donde los manifestantes expresaron su descontento.

El sistema democrático se basa en la confianza depositada en la sabiduría del pueblo. Creemos que el colectivo es más sabio que las partes que lo constituyen y que, a fin de cuentas, elegirá acertadamente y tomará las decisiones correctas. La población israelí consiguió dar a esta idea un paso hacia adelante, y ahora también es capaz de manejar a sus propios dirigentes y de dirigir a sus propios líderes.

El enfoque del pueblo de Israel al asunto de Gilad Shalit constituye una increíble situación de solidaridad y un momento mucho menos sorprendente de absoluta falta de fe en nuestros dirigentes electos.

Sin embargo, al repasar los cinco años y medio de la angustia de Gilad, difícilmente podríamos echarnos la culpa.

Fuente: Argentina.co.il

 

 
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