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| jueves abril 18, 2024

“L´etat c´est moi”-versión Siria


Ana Jerozolimski

Semanario hebreo. Uruguay
“Siria ganará. La victoria está cerca. Y yo, aquí me quedo”. Este fue el mensaje central del patético discurso pronunciado el martes al mediodía por el Presidente sirio Bashar el –Assad en la Universidad de Damasco. A su modo de ver, el levantamiento contra su régimen despótico no es tal y lo que hay en el terreno es un ataque a Siria. “El Estado soy yo”-la conocida frase atribuida-al parecer equivocadamente- al Rey Louis XIV de Francia en el siglo XVII, simbolizando su gobierno absolutista, apareció en Damasco, “a la Assad”.

La creciente represión que el régimen del Presidente de Siria Bashar el-Assad impone a sus ciudadanos en los últimos diez meses, tiene ya el cruento saldo de 5.000 muertos y muchos miles más de heridos y desaparecidos en las cárceles y salas de torturas. La presencia de 165 expertos en el marco de la fuerza de Observadores de la Liga Árabe en territorio sirio- que comenzó a funcionar el 22 de diciembre- no ha puesto fin al fuego y cada día se agregan titulares sobre las nuevas decenas de muertos.

Lo lamentable es que el mundo se haya acordado tan tarde…Si se hubiera luchado antes por la defensa de la democracia en el mundo árabe, sin condescendencias con líderes autoritarios y déspotas diversos, esos 5.000 muertos se habrían evitado.

Ahora está de moda espantarse por lo que está sucediendo en Siria…¿Pero acaso se puede hablar de verdadera sorpresa?

Los tanques del ejército se esconden en los garajes de las intendencias cuando saben que llegan observadores, los francotiradores se alejan por un rato cuando andan los enviados árabes merodeando por la zona, pero de fondo, nada ha cambiado. El Presidente Assad hasta tuvo el tupé recientemente de decirle a la conocida periodista norteamericana Barbara Walters que él no ha dado ninguna orden de matar “porque el ejército no es mío…sino del pueblo sirio”. Sería para reírse, si no fuera para llorar..o mejor dicho para comprender que lo único que puede explicar tal declaración es la convicción de que tiene todo el derecho de disparar a mansalva para mantenerse en el poder.

Aquí está el problema de fondo. La Siria de Assad implementa ahora una versión especialmente dura de lo que caracteriza desde hace tiempo no sólo a este país sino a casi todo el mundo árabe y musulmán: una acción de gobierno que hace caso omiso de las necesidades ciudadanas, que no tiene respeto a su gente, que no toma en cuenta sus derechos y que no los considera como debería.

A decir verdad, la misión misma de la Liga Árabe en Siria, es símbolo de la enfermedad de fondo: su jefe, el polémico general sudanés Mohamed Dabi, fue acusado por organizaciones de derechos humanos de haber cometido grandes violaciones en Darfur, cuando encabezó la inteligencia militar de su país. A nuestro criterio, no es una mera curiosidad…sino un símbolo, que sea él quien encabeza el equipo que debe controlar a Assad.

Cabe recordar que Siria es un ejemplo especialmente extremo de una realidad en la que no es una excepción. Si bien es simbólico que las revueltas árabes comenzaron en Túnez, donde el régimen autoritario de Ben Ali era relativamente más liberal que en otros países de la zona (aunque lejos estaba de ser democrático) , en ninguno de los escenarios podía decirse “¿y aquí de qué tienen que quejarse?”.

El derrocamiento de los líderes autoritarios, con sus diferentes grados de despotismo, es sólo una pieza en el mosaico que puede hacer posible un cambio radical de la situación. Independientemente de si las alternativas posibles son islamistas o de otra índole, nada cambiará a largo plazo si se quita de su puesto a un dictador, un gobernante no democrático, y no se prepara el terreno para una vida en democracia. Si no cambian los valores de fondo, lo único distinto serán los nombres de turno, no la vida de los ciudadanos.

La actual misión de la Liga Árabe en Siria puede quizás aportar a un cambio puntual ahora, pero no habrá cambios sustanciales a largo plazo, mientras las cosas se hagan por modas de turno. El mundo se horrorizó por las atrocidades de Assad, por los cadáveres de menores con señales de torturas, por los muertos en las calles…El mundo apoyó con entusiasmo y con fuerzas de la OTAN a los rebeldes contra Muamar el Kaddhafi en Libia…Pero quizás gran parte del problema radique en el hecho que el mundo se acordó, cuando todo ardía…y no quería dejar de montarse al caballo.

¿No habría sido más lógico frenar antes a los violadores de derechos humanos, a los gobernantes autoritarios e irrespetuosos de sus pueblos, que actuaban como se les antojara, como si sus países fueran propiedad privada?

 
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