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| viernes abril 19, 2024

¿Quienes son los árabes palestinos?


Informe de

Yoram Ettinger


Especial trimestral «Ha’Ummah», por Yoram Ettinger, Marzo de 2012, Vol. 185, 31 de Marzo de 2012

 

La mayoría de los palestinos son árabes musulmanes originarios de la Península Arábiga. Sin embargo, la raíz de la palabra «Palestina» era «Pleshet», la región de los filisteos («pleshtim» en hebreo) oriundos de las Islas Egeas, en Grecia. Fueron expulsados de Grecia en el año 1300 antes de Cristo, y se asentaron en las llanuras costeras de la tierra de Israel en el año 1200 antes de Cristo. El Imperio Romano introdujo el nombre «Palestina» para borrar la memoria del pueblo judío y de la patria judía, Judea, de la historia.

En contra de la corrección política, Palestina nunca fue una entidad árabe con una identidad única; ni nacional, ni geográfica, ni cultural. Era parte de una entidad mayor, y sus habitantes árabes se consideraban parte del pueblo árabe, musulmán, otomano o de la gran Siria. George Habib Antonius, el mayor historiador del nacionalismo árabe, consideró que Palestina era parte de la Gran Siria.

Por otra parte, John Haynes Holmes, el sacerdote unitario pacifista e izquierdista, cofundador de la Unión Norteamericana de Libertades Civiles y autor de «Palestina, hoy y mañana – un gentil analiza el sionismo» (McMillan, 1929) escribió: «Este es el país al cual los judíos han venido para reconstruir su antigua patria… En toda la superficie de esta Tierra no hay una patria para los judíos, excepto en las montañas y manantiales de este antiguo Reino… En cualquier otro lugar, el judío es un exiliado… Pero Palestina es suya… Escarba en cualquier lugar de Palestina, y encontrarás Israel… No existe un lugar en el que no se halle la huella de algún miembro de una antigua tribu judía… Ni un camino, un manantial, una montaña, ni un pueblo, que no recuerde el nombre de algún gran Rey judío, o que resuene con el eco de un gran profeta judío… [Los judíos] tienen en Palestina un motivo más alto y más noble que el económico… Su misión es restaurar Sión; y Sión es Palestina.»

 

La historia demuestra que la tierra de Israel fue la cuna de la identidad judía 2.000 años antes de que apareciera el Islam, y que la conexión tangible entre el Pueblo Judío y la Patria Judía se ha mantenido desde entonces. Por otra parte, los árabes palestinos no llevan en el área al Oeste del Río Jordán desde tiempo inmemorial; nunca ha existido un estado palestino, no se le han robado tierras a ningún pueblo palestino, y no existe una base para el «derecho al retorno» palestino.

La mayoría de los árabes palestinos descienden de los inmigrantes musulmanes que llegaron entre 1845 y 1947 desde el Sudán, desde Egipto, el Líbano, Siria, Irak, Arabia Saudí, Bahrein, el Yemen, Libia, Marruecos, Bosnia, el Cáucaso, Turkmenistán, Kurdistán, la India, Afganistán y Baluchistán.

Los trabajadores inmigrantes árabes fueron importados por el Imperio Otomano y por el Mandato Británico (que derrotó a los Otomanos en 1917) para que trabajaran en proyectos de infraestructuras: el puerto de Haifa, las vías férreas entre Haifa y Qantara (1918), Haifa y Edrei (1905), Haifa y Nablús (1914) y Jerusalén y Jaffa (1892) así como instalaciones militares, carreteras, presas, deforestación de manglares, etc. Los trabajadores árabes, tanto legales como ilegales, fueron atraídos por la relativa explosión económica, estimulada por la inmigración judía anual que comenzó en 1882.

 

La población árabe de Haifa aumentó exponencialmente desde 6.000 personas en 1880 hasta 80.000 en 1919 como resultado de la migración laboral, la modernización introducida por la ocupación británica, además del establecimiento y expansión de los asentamientos judíos, que mejoraron la infraestructura y la base de empleo. El estallido de la II Guerra Mundial aceleró la demanda de mano de obra y el lujo de inmigrantes hacia el área al oeste del Río Jordán.

 

De acuerdo a un informe de 1937 elaborado por la Comisión Peel británica (Palestina traicionada, Profesor Efraim Karsh, Yale University Press, 2010, p.12), «el aumento de la población árabe es más notable en áreas urbanas afectadas por el desarrollo judío. Una comparación entre los censos de 1922 y de 1931 demuestra que, seis años antes, el porcentaje de crecimiento en Haifa fue de 86; en Jaffa, de 62, y en Jerusalén, de 37, mientras que en pueblos puramente árabes como Nablús y Hebrón sólo era de 7, y en Gaza se redujo un 2%»

Como resultado de la significativa inmigración árabe producida entre 1880 y 1947 -y a pesar de la emigración árabe causada por el caos interno y la violencia entre árabes- la población árabe de Jaffa, Haifa y Ramala creció 17, 12 y 5 veces, respectivamente.

La conquista (1831-1840) por parte del egipcio Mohammed Ali fue consolidada por un flujo de migrantes egipcios y sudaneses que se asentaban en espacios desérticos entre Gaza y Tul-Karem hasta el Valle de Hula. Siguieron los pasos de miles de prófugos que abandonaron Egipto antes de 1831 y que se asentaron en Acre. El viajero británico H.B. Tristam identificó, en su obra de 1865 «La tierra de Israel: un diario de viajes en Palestina», a migrantes egipcios en el Valle de Beit-Shean, Acre, Hadera, Netanya y Jaffa.

El Fondo de Exploración Británico Palestino documentó que los barrios egipcios proliferaron en el área de Jaffa: Saknet el-Mussariya, Abu Kebir, Abu Derwish, Sumeil, Sheikh Muwanis, Salame’, Fejja, etc. En 1917, entre los árabes de Jaffa había al menos 25 nacionalidades, incluyendo persas, afganos, hindúes y baluchis. Cientos de familias egipcias se establecieron en Ara’Arara’, Kafer Qassem, Taiyiba y Qalansawa. En 1908, migrantes árabes yemenitas se asentaron en Jaffa, y árabes procedentes del área de Huran en Siria se multiplicaron en los puertos de Haifa y Jaffa.

El 12 de Agosto de 1934, el diario «La Syrie» afirmó: «Entre 30.000 y 36.000 migrantes sirios (huranis) han entrado en Palestina sólo durante los últimos meses.» Az-ed-Din El Qassam, el terrorista por excelencia de cual Hamas tomó el nombre,  que aterrorizó a los judíos durante el Mandato Británico de Palestina, era sirio, como también lo fue Said el-A’az, líder de los pogromos anti-judíos entre 1936 y 1938, y como Kaukji, el comandante en jefe de los mercenarios árabes que aterrorizaron a los judíos durante las décadas de 1930 y 1940.

 

Los migrantes libios se establecieron en Gedera, al sur de Tel Aviv. Los refugiados argelinos (mugrabis) escaparon a la conquista francesa de 1830 y se establecieron en Safed (entre los sirios y los beduinos jordanos), Tiberias y otras partes de Galilea. Los refugiados circasianos, huyendo de la opresión rusa (1878) y los musulmanes de Bosnia, Turkmenistan y Yemen (1908) diversificaron la demografía árabe al oeste del Río Jordán.

Muchos de los árabes que huyeron en 1948 se reunieron con sus familias en Egipto y en otros países vecinos.

Mark Twain escribió en «Inocentes en el extranjero» (American Publishing Company, 1869): «Entre todas las tierras de paisaje desolador, Israel debe ser el príncipe… Las colinas son estériles… Los valles son feos desiertos… El Mar Muerto y el Mar de Galilea reposan en medio de una vasta extensión de lomas y llanuras donde el ojo no puede descansar con ningún tono placentero… Es una tierra sin esperanza, lóbrega, descorazonadora… Me gustaría mucho ver las orillas del Jordán durante la primavera, y Shechem, Esdraelon, Ajalon y las fronteras de Galilea – pero incluso entonces esos lugares parecerían meros jardines de juguete situados entre enormes espacios de inútil e infinita desolación… Palestina yace entre hábitos de penitente. Sobre ella flota el hechizo de una maldición que ha marchitado sus campos y ha coartado sus energías… Lo único que crece es la maleza y algunos cañaverales dispersos… Nazareth está desamparada; en el vado del Jordán donde las multitudes de Israel entraron en la Tierra Prometida cantando alegremente, uno sólo encuentra un miserable campamento de fantásticos beduinos del desierto; Jericó, la maldita, yace en ruinas hoy, como la dejó el milagro de Josué hace más de tres mil años; Belén y Betania, en su pobreza y humillación… Incluso la famosa Jerusalén, la ciudad más conocida de la historia, ha perdido toda su grandeza antigua y se ha convertido en un pueblo miserable… El afamado Mar de Galilea… es un espacio natural silente. Cafarnaúm es una ruina informe; Magdala es el hogar de pordioseros árabes… Palestina es desoladora y desagradable. ¿Y por qué debiera ser de otra manera? ¿Puede la maldición de la Deidad embellecer una tierra? El nombre con el que se promocionó esta expedición -«La gran excursión de placer a Tierra Santa»- fue poco apropiado. «El gran cortejo fúnebre de la Tierra Santa» hubiera sido mejor – mucho mejor.

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Joan Peters se hace eco de las observaciones de Mark Twain en su libro, «Desde tiempo inmemorial» (Harper & Row, 1984), que es rico en documentación histórica y anotaciones, y que fue escrito consultando a tres expertos en Historia y Política de Oriente Medio: el Profesor Bernard Lewis, el Profesor Elie Kedourie y el Profesor P.J. Vatikiotis, así como al Profesor Fred Gottheil, el Profesor Walter Laqueur y Martin Gilbert. Peters cita al Doctor Carl Hermann Voss, entonces Presidente del «Comité Americano Cristiano Palestino»: «La población árabe de Palestina era pequeña y limitada, hasta que la colonización judía restauró el paisaje yermo y atrajo a árabes de países vecinos (p. 245).»  En 1939, el Presidente Roosevelt destacó que «la inmigración árabe hacia Palestina desde 1921 ha sido muy superior a la inmigración judía total en todo este periodo.»

«Ibrahim Pasha, el conquistador egipcio de Palestina, había dejado tras él colonias permanentes de inmigrantes egipcios en Beisan, Nablús, Irbid, Acre y Jaffa. Las familias de unos 500 soldados egipcios crearon un nuevo barrio (en Jaffa), y eso sólo fue una entre innumerables situaciones similares. Con esta ayuda y con el reasentamiento de los judíos, Jaffa comenzó a crecer. En otra área, los musulmanes de Safed son, en su mayoría, descendientes de colonos moros y kurdos… Gran parte de la población musulmana que se quedó en el país era trashumante, como observó en 1918 el líder árabe Sharif Hussein (pp. 169-170).» «En 1878, grupos de circasianos, argelinos, egipcios, drusos, turcos, kurdos, bosnios y otros llegaron a Palestina… Al menos un 25% de los 141.000 musulmanes (en toda Palestina en 1882) eran recién llegados o descendientes de aquellos que llegaron tras la conquista egipcia de 1831… En 1858, James Finn, el Cónsul General británico en Jerusalén, comunicó que «los mahometanos de Jerusalén son poco más de un cuarto de la población total (pp. 196-97)…»

«Según el censo de 1931, se ha sabido que los musulmanes hablan  al menos 23 idiomas, y la mayoría de ellos más otros 28 eran hablados por cristianos, muchos de los cuales eran conocidos como árabes – un total de 51 idiomas. Los no judíos de Palestina afirmaron proceder de al menos 24 países diferentes (p. 226)…

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Peters documenta la guerra británica contra la Aliyah (inmigración judía) mientras se alentaba la inmigración árabe. Por ejemplo, «El 3 de Enero de 1926, el Controlador Británico de Permisos indicó que ‘se ha acordado que los refugiados que parezcan sirios, libaneses o de nacionalidad palestina pueden ser admitidos en Palestina sin pasaporte o visado (p. 270)…» El Libro Blanco de 1930 permitió a los árabes -pero no a los judíos- comprar tierras. Restringió la inmigración judía hasta que la demografía árabe aumentó lo suficiente (pp. 300-301).

Arieh Avneri (La reivindicación del despojo – The Claim of Dispossession, 1980), un innovador investigador de la historia de Palestina, escribió: «A través de la historia hay muchos ejemplos de conquistas que llevaron, a través de un proceso de absorción y asimilación, a la formación de nuevas entidades nacionales. Si la conquista árabe hubiera llevado a la formación de una nación árabe arraigada -sin importar su tamaño- hubiera sido difícil contradecir la reivindicación de la continuidad histórica árabe en Palestina. Pero ese no fue el caso. Los pocos árabes que vivieron en Palestina hace cien años, cuando comenzó el asentamiento judío, eran sólo un pequeño remanente de una población volátil, que había estado cambiando constantemente, como resultado de interminables conflictos entre tribus y déspotas locales…» En 1554, había 205.000 musulmanes, cristianos y judíos en Palestina. En 1800, la población total era de 275.000. En 1890, había 532.000 habitantes en Palestina, como resultado de una inmigración acelerada, animada por el comercio, el empleo, las infraestructuras sanitarias y culturales desarrolladas por los judíos. «La población de Palestina sufrió cambios radicales justo antes de dos guerras destructivas que asolaron el país – la campaña de Napoleón en 1799 y la invasión del ejército egipcio y el consiguiente mandato de Ibrahim Pasha entre 1831 y 1840… Esto provocó que muchos habitantes huyeran, y que nuevos colonos se asentaran en la tierra (pp. 11-13)…»

La reivindicación infundada de la presencia árabe en la tierra de Israel desde tiempo inmemorial  y los intentos de despreciar el derecho moral, histórico y geográfico de los judíos a ejercer la soberanía en la tierra de Israel han avivado el odio y el terrorismo árabes, han constituido el principal obstáculo para la paz, han perpetuado la guerra y el terrorismo.




Traduccion para porisrael: Carmen Summers

Difusion: www.porisrael.org

 
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Muchas gracias por el gran aporte, el cual comparto en mi muro para difundirlo, Shalom.

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