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| sábado abril 20, 2024

La verdad y la oportunidad


Dr. Eduardo Kohn

Semanario Hebreo.

El podio de Naciones Unidas no es un foro para fomentar el odio y proferir amenazas. Sin embargo, eso sucede reiteradamente, lo cual desacredita a la Organización y a quienes tienen la responsabilidad de conducirla bajo las normas de convivencia y búsqueda de la paz para las cuales fue creada.

La decisión del Secretario General de la ONU de participar de la Conferencia Anual de los No Alineados en Teherán no fue bien recibida por aquellos países que creen que su presencia ha avalado a un país conducido por un régimen dictatorial y violador de los derechos humanos.

Y aunque esa opinión sobre la participación de Ban Ki-moon no se modifique en lo sustancial, no se puede dejar de reconocer que han sido contundentes sus expresiones respecto a Irán y sus políticas, en particular porque las dijo en presencia de los líderes de los mensajes de odio: Alí Jamenei y Mahmoud Ahmadinejad.

Refiriéndose a la constante prédica de Irán contra Israel, Ban dijo:»Lamento profundamente cualquier amenaza de un Estado miembro (de la ONU) con destruir a otro, o los comentarios ultrajantes que niegan los hechos históricos como el Holocausto», declaró Ban.

«Decir que un Estado miembro de la ONU no tiene derecho a existir o describirlo en términos racistas no solo está mal sino que amenaza también a los mismos principios (de la ONU) que todos nos hemos comprometido a defender», agregó.

La relevancia de las palabras de Ban van más allá de señalar con el dedo al régimen iraní, el cual, por otra parte, es bastante impermeable a estas claras acusaciones de violar el Derecho Internacional.

Otros Estados, democráticos en su esencia, deberían demostrar que escuchan a la ONU y respetan sus normas en tanto son parte de la Organización.

Aquellos que apoyan directa o indirectamente las posturas de Jamenei y Ahmadinejad “amenazan los principios de la ONU que todos nos hemos comprometido a defender”, dicho en palabras del Secretario General.

Es altamente inaceptable hacerse el distraído (o peor, estar atento y convencido) cuando se respalda políticamente a países que manifiestan que Ahmadinejad es un “hermano” y que apoyan al criminal gobierno sirio de Assad, el cual fue duramente calificado por el presidente de Egipto en la reunión de NOAL como “régimen opresivo”.

Cuando se realizan análisis políticos, todos los movimientos, comentarios y expresiones cuentan.

Hay varios gobiernos de América Latina que juegan a convivir con el cielo y el infierno.

Después del discurso de Ban Ki-moon en Teherán, esos gobiernos deberían sincerarse consigo mismo para bien de sus pueblos, y decidir dónde quieren estar: o entre los que aplauden a los que amenazan los principios del Derecho Internacional, o junto a los que creen que el respeto a la norma jurídica siempre está por encima de la política.

 
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