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| viernes abril 19, 2024

Un amor que se enfría


David Mandel

Mi Enfoque
7 de setiembre, 2012

El mejor amigo de Israel, desde la fundación del Estado, ha sido los Estados Unidos, afecto que fue expresado por casi todos los presidentes americanos, desde Harry Truman?que reconoció oficialmente al Estado de Israel, minutos después de la Declaración de Independencia, contra la tenaz oposición del Secretario de Estado, General George Marshall?hasta Ronald Reagan, Bill Clinton y George Bush hijo.

 

El presidente Obama es harina de otro costal. Sea por su educación escolar en un país islámico, o por su ideología, nunca ha expresado demasiada simpatía hacia Israel. Uno de los primeros actos de su presidencia fue dar un discurso en el Cairo donde alabó lo que él llamó «la histórica contribución musulmana a los Estados Unidos», no mencionó los vínculos históricos que unen a los judíos con la Tierra de Israel, y atribuyó la creación del Estado de Israel a la tragedia del Holocausto, con lo cual confirmó la teoría árabe de que los árabes apaciguaron con su territorio la culpable conciencia de los europeos.

 

A pesar de que el vuelo del Cairo al Aeropuerto Internacional Ben Gurión demora menos de una hora, no se tomó la molestia de visitar Israel, y tampoco lo ha hecho durante todo su gobierno. Pero si visitó Arabia Saudita, donde se inclinó profundamente ante el rey, y otros países islámicos.

 

Humilló e insultó al Primer Ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, al hacerlo entrar a la Casa Blanca por la puerta falsa.

 

Con sus exigencias, (congelamiento de construcciones), a Israel, y su falta de exigencias a los palestinos, volcó toda la responsabilidad de la falta de negociaciones sobre Israel.

 

Hace algunos días, el General Martín Dempsey, Jefe del Ejército de Israel, expresó que no sería «cómplice» de Israel en un ataque preventivo a Irán, declaración que no ha sido desautorizada por la Casa Blanca. Esa declaración le ha serruchado el piso a Netanyahu, que ahora pide a los Estados Unidos que defina las líneas rojas que Irán no debe atravesar. Obama, hasta el momento, ha hecho caso omiso a ese pedido.

 

En la Convención Demócrata que ha nombrado candidato presidencial a Obama para las próximas elecciones, por primera vez, no se exigió que la Embajada Americana en Israel se traslade de Tel Aviv a Jerusalén. (Es verdad, que es una frase que ningún presidente ha cumplido con llevar a cabo, pero tiene cierto valor político). La frase recién fue introducida cuando un clamor de muchos delegados lo exigió.

 

Si Obama sale reelegido, las relaciones entre los Estados Unidos e Israel, que se han enfriado durante su primer periodo, seguirán bajando de temperatura para beneplácito de Irán, de los árabes, de la Hermandad Musulmana, y del ex–presidente Jimmy Carter, quien, junto con el Arzobispo Tutu de Sud África, y otras personalidades, es un líder importante en la campaña de delegitimización de Israel.

 
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