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| jueves abril 18, 2024

Egipto y su punto de ebullición


Manifestaciones anti y pro Morsi en todo el país

Roxana Levinson

focomediooriente.com

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Hoy se cumple un año desde que el presidente egipcio, Mohamed Morsi, asumiera el poder, pero el país está bien lejos de tener algo para celebrar. La tensión aumenta, los insumos escasean, no hay dinero en efectivo, la clase alta en pleno salió «de vacaciones» y crecen los rumores de que «alguien» ha falsificado uniformes de la Policía.

Las calles de El Cairo, Alejandría y otras ciudades egipcias se van llenando de manifestantes, al cumplirse un año de la asunción al cargo del presidente Mohamed Morsi. La tensión va en aumento, los episodios violentos comenzaron ya hace unos cuantos días, con muertos y heridos en choques entre opositores y defensores del presidente.

La oposición en Egipto se propone llevar a cabo algo mucho más grande que una expresión de insatisfacción; los manifestantes ven las protestas como el inicio de un esfuerzo por llevar el mandato – originalmente de cuatro años – de Morsi a un final prematuro.

Hay un intenso debate interno sobre cómo lograr este objetivo, entre quienes quieren obligar a Morsi a dimitir a través de la protesta pacífica sostenida, mientras que otros están abiertamente a favor de empujar al ejército a realizar un cuasi golpe de Estado. De cualquier manera, todas las líneas de pensamiento de oposición se han unido en torno a una demanda: Morsi y la Hermandad Musulmana islamista, deben irse.

Éste es un cambio tan extremo que resulta difícil de entender. Morsi es el primer presidente civil elegido democráticamente en su país, consideradas por los observadores internacionales como elecciones libres y abiertas. Su victoria fue recibida con alegría y alivio por miles de egipcios después del hasta entonces impensable derrocamiento de Hosni Mubarak, en febrero de 2011. Entonces, ¿Qué cambió? ¿Qué falló?

Un año sin consensos

No cabe duda de que Morsi ha demostrado no tener «cintura política». Su primer año en el gobierno ha dado lugar a una enorme cantidad de tensiones  y enfrentamientos entre su administración y la oposición no islamista.

Lo más preocupante, desde el punto de vista de Morsi, es que muchos de los activistas moderados y revolucionarios que abogaban públicamente por trabajar con él han perdido la fe en su capacidad para gobernar. Y ahora exigen que se vaya.

El fracaso de Morsi para construir consensos y hacer que los no islamistas se sientan incluidos en el proceso de reconstrucción del país y su democracia,  ha generado amargura, inestabilidad y malestar, todo lo cual paralizó aún más la economía, asfixió el turismo y ahuyentó la inversión extranjera.

La situación no era mucho mejor antes de que él llegara, pero Morsi ha tenido problemas para poner en marcha un plan económico coherente y en ocasiones ha mostrado públicamente graves fallas.

En diciembre pasado, repentinamente, el gobierno  anunció un paquete  de nuevos impuestos diseñado para apaciguar al Fondo Monetario Internacional y acelerar el camino a un préstamo de emergencia que el país necesita desesperadamente. Los impuestos fueron abruptamente derogados por Morsi en un lapso de 24 horas.

El gobierno está considerando la implementación de un sistema de tarjetas inteligentes para el racionamiento de combustible, pero la aplicación del programa se ha retrasado varias veces, y la escasez de combustible se ha vuelto frecuente. Además de los problemas propios  de Egipto, Etiopía recientemente elevó las tensiones con El Cairo con el anuncio de sus planes para construir una represa en una sección aguas arriba del Nilo, y la situación del Sinaí se suma a la lista.

El presidente en su laberinto

El Partido Libertad y Justicia, de los Hermanos Musulmanes, ganó las elecciones hace poco más de un año con un 51,7% de los votos, lo cual muestra a las claras que la situación del presidente Morsi no era fácil desde un principio, y no sólo por los graves problemas económicos que aquejan al país.
En julio, la Corte Suprema decidió disolver el Parlamento, de mayoría musulmana, pero Morsi lo volvió a convocar, amplió sus facultades en detrimento de los tribunales y así le declaró la guerra al sistema judicial secular. La presión pública hizo que Morsi se retractara de su decisión y desde entonces no hay Parlamento en funciones en Egipto ni se ha determinado la fecha para nuevas elecciones.

Cuando ya se había asegurado un importante número de enemigos en el sector judicial, Morsi pasó al ámbito militar: sencillamente despidió al entonces Comandante en Jefe del Ejército, Mohamed Hussein Tantawi y designó en su lugar a un general que le guardaba lealtad, Abdel – Fattah A – Sissy.

En diciembre de 2012 llegó el presidente inició su batalla contra laicos y liberales, sometiendo la polémica Constitución Nacional a un referéndum que tomó por sorpresa a todos los sectores políticos.

La Constitución fue aprobada por una amplia mayoría (63 por ciento) después de un mes de sangrientos disturbios que causaron la muerte de al menos diez personas y más de mil heridos. Los islamistas que apoyan a Morsi argumentaron que la aprobación de la nueva Constitución es un paso crucial en la transición a la democracia. Según ellos, la Constitución proporcionaría a Egipto la necesaria estabilidad y ayudaría a fortalecer su frágil economía.

Sin embargo, estaba claro para todos, que el nuevo instrumento legal llevaba al país a la islamización y resultaba una garantía de la eternización en todos los puestos clave o de cierta importancia de los Hermanos Musulmanes, y en detrimento de las demás fuerzas políticas del país.

El hecho de que la Constitución se basa en la Sharía – el Derecho Islámico – encendió todas las alarmas de la oposición. Los derechos de los cristianos – un 10% de la población egipcia – ni siquiera están contemplados, y los derechos de las mujeres, al igual que las libertades individuales pasaron a un plano secundario y sometido a la religión, que la oposición no está dispuesta a aceptar.

Todo puede suceder

Durante los últimos días, la gente en Egipto ha estado   almacenando alimentos y combustible en caso de que algo grande suceda, y se prolongue por mucho tiempo. Las líneas de espera para adquirir combustible en las gasolineras han sido más largas que nunca, a raíz de la escasez y los rumores de que las reservas de gasolina se está acabando, y muchos están encontrando dificultades para encontrar dinero en efectivo en los cajeros  automáticos.

Al mismo tiempo, parece que son cada vez más los miembros de la clase alta que decidieron tomarse unas «vacaciones» fuera del país, para evitar estar en Egipto, envueltos en lo que termine ocurriendo, mientras los que se quedan aumentan las medidas de seguridad, en medio de un debate público sobre si cada edificio debería o no formar comités de seguridad ciudadana, tal como se hizo durante la revolución de 2011, cuando la policía había dejado simplemente de existir en las calles.

El ejército y la policía están intensificando tanto la seguridad alrededor de los centros públicos, y en torno al presidente Morsi.

En las últimas horas se han escuchado informes que indican que uniformes de policía y vehículos fueron robados y / o falsificados antes de las protestas, y que las fuerzas policiales podrían usar identificaciones especiales, para evitar ser confundidos con impostores, que tratarían de incriminar a la policía en episodios de violencia.

Existen preocupaciones similares en relación con los militares, y se han escuchado insistentes rumores sobre un supuesto robo de tela con la que se confecciona el uniforme militar, que habría ido a parar a Gaza y a Libia.

La guerra de las firmas

La campaña anti-Morsi, «Tamarod», ha unido a una serie de grupos de la oposición egipcia, muchos de los cuales habían manifestado y luchado para derrocar a Mubarak.  «Tamarod» comenzó a atraer a un pequeño número de voluntarios y anunció su existencia y plataforma el 1 de mayo pasado.

Desde entonces, la iniciativa ha visto crecer exponencialmente su apoyo. Desde la caída de Mubarak, la oposición secular egipcia se había visto socavada por la fricción entre los partidos más pequeños, pero «Tamarod» ha sido capaz de unirlos en torno a un objetivo común: la eliminación de Morsi del panorama político del país.

El movimiento ha sido tan exitoso que otros políticos están tratando de cooptar a su influencia por sí mismos. Por ejemplo, Ahmed Shafiq, ex primer ministro de Mubarak y el oponente de Morsi en la elección presidencial de junio de 2012, firmó la petición para disgusto de algunos partidarios «Tamarod», que consideran su participación como un intento de restaurar el régimen anterior.

La oposición reunida en torno a Tamarod asegura haber reunido más de 20 millones de firmas en su petitorio contra el gobierno y la Hermandad. Mientras tanto, la campaña a favor de Morsi , «Tagarrod» (que en árabe significa desprendimiento) afirma que ha recogido hasta el momento 13 millones de firmas.

Cuánta fuerza tendrán, en la realidad, unos y otros, es una duda que comienza a despejarse con el correr de las horas, mientras el pueblo egipcio se dirige masivamente a las plazas de distintas ciudades para hacer escuchar su voz.

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