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| viernes abril 19, 2024

El Odio a los Judíos


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Nosotros los musulmanes cometemos el error de pensar que a los europeos realmente les importamos, sobre todo los palestinos. Estamos equivocados. Simplemente los europeos odian más a los judíos de lo que nos odian y nos temen. La amarga verdad es que los europeos suelen intervenir en una crisis sólo si se les da la oportunidad de vapulear a los judíos. Ni siquiera mencionan a Siria, o las violaciones de mujeres y niños, ni las decapitaciones, por no mencionar la explotación, la discriminación, la esclavitud y otros crímenes contra la humanidad.

No importa cuánto y con qué frecuencia los musulmanes lo intentemos, finalmente nunca podremos poner fin a la conexión que nuestras vidas parecen tener con la vida de los judíos. Ver la televisión árabe e islámica, especialmente durante el mes sagrado del Ramadán, lleva al espectador a la ineludible conclusión de que no tenemos vidas realmente propias, ni unidad ni valor: nuestra única motivación es tener a los judíos como un enemigo común, con nuestras vidas dependiendo de ellos. Tratamos a los judíos de la forma en que los rabiosos antisemitas cristianos los trataban en la Edad Media, culpándolos de todas las enfermedades, tragedias y desgracias. Los culpamos de los fracasos del Islam, aunque sólo nosotros somos culpables de las catástrofes que nos ocurren.

Casi ninguna noche de Ramadán pasa sin tediosos dramas «históricos» en Al-Jazeera y otras canales de TV árabes, cuyo objetivo es lavarles el cerebro a los espectadores con la propaganda antisemita. Se ocupan de la negación de los judíos del mensaje del Profeta Mahoma, de los intentos judíos de envenenarlo y de traicionarlo en la Batalla de la Trinchera en Al-Medina. Casi todas las series terminan con la misma nota: el mensaje es siempre que el destino de los judíos en la Palestina que le robaron a los árabes será el mismo que Mahoma le causó en Khybar, serán sacrificados y sus mujeres e hijos serán vendidos como esclavos.

Ese tipo de incitación les otorga a los judíos un poder satánico, nos hace pensar que pueden manipular los eventos en todo el mundo y son históricamente responsables de la planificación y realización de todo el mal que existe. En realidad, sin embargo, lo único que hace es glorificar sus capacidades y logros hasta el punto de convertirlos en una leyenda engreída. Así que nosotros mismos construimos el mito de la genialidad de los judíos, su fuerza intelectual y su talento creativo, aunque personalmente no estoy del todo seguro de que merezcan la reputación: son simples mortales como todo el mundo y, a menudo, menos.

En mi opinión, la situación ha alcanzado tales proporciones dentro de la nación del Islam, que ahora es una enfermedad mental nacional, una obsesión colectiva para la que no veo ninguna cura. Acusamos a los judíos de querer dominar el mundo, pero una de las causas de nuestra enfermedad es que esperamos que el Islam domine el mundo.

La regresión y falta de flexibilidad social y gubernamental, junto con la pobreza e ignorancia, perpetúan la impotencia de la nación del Islam y hacen que nos sea imposible cambiar, desarrollarnos y progresar – una situación frustrante y fea. Aunque tenemos sueños de dominar el mundo, nos revolcamos en la enfermedad y la pobreza, y estamos detrás de los tiempos en todos los campos modernos de emprendimiento. Nuestros diversos regímenes gozan de apoyo religioso y tribal, es por eso que son anti-democráticos y no pueden salvarse. Encontramos consuelo sólo en traer, imprudentemente, incontables masas de niños a un mundo sin nada que ofrecerles.

Los países de Europa occidental fueron suficientemente afortunados, o suficientemente sabios, para deshacerse de la dominación política del fanatismo de la Edad Media y de separar iglesia y estado. Hoy el cristianismo es un valor social normativo, una cuestión de conciencia personal, y dicta y practica la ilustración en lugar de la violencia y opresión. La separación de iglesia y estado hizo posible que los europeos – y los estadounidenses – progresaran, y les dio una enorme ventaja sobre el resto del mundo. Nosotros, por el contrario, seguimos viviendo en la Edad Media.

La actitud ilustrada y moderada de los cristianos hacia las comunidades islámicas en las ciudades europeas, que parcialmente está en función del miedo, hace que nuestros hermanos musulmanes extremistas incrementen su violencia hacia las comunidades que los acogen, suponiendo erróneamente que la moderación cristiana es el resultado de la debilidad de la sociedad occidental. El resultado es que a medida que pasa el tiempo la islamofobia crece más.

A pesar de la nueva Ilustración, muchos europeos, entre ellos los líderes de la Unión Europea, siguen siendo fundamental y militantemente anti-semitas. En lugar de golpear la cabeza de los judíos, como lo hacían sus antepasados – simplemente aprobando leyes discriminatorias, obligándolos a vivir en guetos y matándolos – ahora es políticamente correcto atacar a Israel, pretendiendo que los israelíes no son judíos. Debajo de su corrección política, sigue ardiendo su antiguo e innato antisemitismo. Para algunos cristianos, como para los musulmanes, el odio a los judíos se basa en un antiguo fundamento religioso, un legado de la Edad Media, y es tan básico y está tan arraigado que están dispuestos a apoyar a los musulmanes en casi cualquier cosa, siempre y cuando perjudique a los judíos de alguna manera.

El resultado es que los musulmanes cometemos el error de pensar que los europeos realmente se preocupan por nosotros, especialmente por los palestinos. Estamos equivocados: los europeos simplemente odian a los judíos más de lo que nos odian y nos temen. La amarga verdad es que los europeos suelen intervenir en una crisis sólo si se les da la oportunidad de vapulear a los judíos. Cuando cientos de miles, incluso millones, de musulmanes son sacrificados por otros musulmanes, como la masacre en Siria y el reciente aumento de la violencia en Darfur – el apático liderazgo europeo no levanta un dedo. Al mismo tiempo, la Unión Europea está obsesionada con su necesidad de condenar, sancionar y boicotear los asentamientos judíos en la ocupada Margen Occidental. Ni siquiera menciona a Siria, con sus cientos de miles de civiles asesinados por el gobierno y sus millones de refugiados, o las atrocidades que se cometen en el mundo árabe-musulmán, las violaciones de mujeres y niños, las decapitaciones y la crueldad y el asesinato sin sentido, por no hablar de la explotación, la discriminación, la esclavitud y otros crímenes contra la humanidad.

El mes sagrado del Ramadán es el momento de examinar nuestras conciencias. Para mi gran pesar, en todas partes del mundo donde hay musulmanes hay asesinatos, derramamiento masivo de sangre y ataques terroristas. Debemos dejar en paz a los judíos, no son responsables de nuestras tragedias y el odiarlos no curará a la Nación del Islam ni la llevará con éxito al siglo XXI.

Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld

 
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