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| viernes abril 19, 2024

Australia tiene razón al impugnar la parcialidad anti-Israel de la ONU


El tratamiento del conflicto árabe-israelí en la ONU necesita un mayor equilibrio. Su parcialidad contra Israel es un flaco favor a las causas tanto la de Israel como la palestina.

Julie Bishop
La Ministro de Relaciones Exteriores de Australia Julie Bishop. Fotógrafo: Eranga Jayawardena/AP

Cuando la Ministro de Relaciones Exteriores Julie Bishop anunció que Australia, una vez más, apoyaría a Israel en la Asamblea General de las Naciones Unidas con el fin de dar «equilibrio» al debate sobre el conflicto árabe-israelí, su posición fue previsiblemente vapuleada por los jurados críticos de Israel. Entre otros, Michael Brull, escribiendo en este sitio, alegando que el cambio en los patrones de voto de Australia socavaba el apoyo del gobierno para una solución de dos estados, y constituía una traición a los palestinos.

La necesidad de un mayor equilibrio en el tratamiento del conflicto árabe-israelí por parte de la ONU salió recientemente a la luz en la más inesperada de las circunstancias. A principios de este mes, la Asamblea General de la ONU se reunió en su ritual anual de aprobación de una serie de resoluciones condenando a Israel. Durante la reunión no se adoptó ni una sola resolución crítica de la dirección palestina, o concerniente a cualquier otro tema mundial sobre la materia. El punto de interés fue la sincera reacción de una intérprete de habla española de la ONU, inconsciente de que su micrófono permanecía abierto cuando se dirigió a su colega:

Quiero decir, creo que cuando hay cinco declaraciones, no cinco, como un total de diez resoluciones sobre Israel y Palestina, tiene que haber algo, c’est un peu trop, non? [Es un poco mucho, no?] Quiero decir que sé… Hay realmente otra mala mierda ocurriendo [en el mundo], pero nadie dice nada sobre otras cosas.

Las declaraciones de la intérprete se amplificaron por todo la sala y extrajeron disimuladas risitas de los delegados. No hay duda de que la avergonzada intérprete deseó que la tierra se la tragara en ese momento. Sin embargo, a través de su franca admisión, la intérprete, sin el estorbo de rango o protocolo, fue tal vez la única persona en la sala que no tenía nada de qué avergonzarse.

Había dicho una verdad incómoda, y los delegados en la cámara lo sabían. En 2006, el entonces secretario general de la ONU, Kofi Annan, criticó al Consejo de Derechos Humanos de la ONU por su «enfoque desproporcionado en las violaciones de Israel», mientras desatiende otras partes del mundo tales como Darfur. Al año siguiente, su sucesor Ban Ki-Moon expresó sentimientos similares. Alejandro Wolff, vice representante permanente de EE.UU. ante la ONU, acusó al Consejo de tener «una obsesión patológica con Israel».

Fue por una buena razón que el legendario estadista de Israel y uno de sus fundadores, Abba Eban, comentó una vez:

Si Argelia presentara una resolución declarando que la tierra es plana y qué Israel la había aplanado, sería aprobada por una votación de 164 a 13, con 26 abstenciones.

Las consecuencias de la parcialidad de la ONU contra Israel son graves. Por un lado, es un flaco favor a la causa tanto la de Israel como la de los palestinos. Una compleja lucha por la autodeterminación nacional de dos pueblos sobre un territorio de menos de la mitad del tamaño de Tasmania, ha visto a los palestinos haciendo el papel de víctimas, y a Israel representado como la bestia. Como resultado, el mundo ignora las verdaderas causas del conflicto y, como consecuencia lógica, es incapaz de ver las soluciones.

Por ejemplo, la UE ha descubierto recientemente que el liderazgo palestino en Ramallah había dilapidado cerca de €2 mil millones de la ayuda de los contribuyentes europeos; ayuda destinada a construir instituciones palestinas, conceder derechos políticos a la gente, elevar su calidad de vida. Mientras tanto, se informa que la Universidad Al-Quds de Palestina ha escenificado un mitin al estilo Nuremberg por parte de miembros de la organización terrorista Jihad Islámica, repleto de uniformes negros y saludos nazis. Sin embargo, la búsqueda de temas relativos a la incitación y la mala gestión, que golpean en el corazón de por qué los objetivos nacionales de los palestinos siguen sin cumplirse, son pasadas por alto sistemáticamente por la ONU.

La parcialidad de la ONU también ha dañado a la causa mayor de los derechos humanos. En lo que va de este año, la Asamblea General de la ONU aprobó 21 resoluciones condenando a Israel. Cuatro resoluciones han sido aprobadas en contra de todos los países del resto del mundo sumados. Mientras tanto, sólo se puede adivinar que es lo que realmente motiva a los auto declarados partidarios de la causa palestina, que se mantienen relativamente silenciosos sobre el bloqueo egipcio de Gaza o el sufrimiento de los palestinos envueltos en el conflicto sirio.

Haciéndose eco de los sentimientos de la intérprete de la ONU, uno podría ser perdonado por pensar qué los derechos humanos de los palestinos son los únicos derechos trascendentes. O tal vez dicho más precisamente, las acusaciones de irregularidades contra Israel son las únicas que merecen ser consideradas.

El apoyo de Australia a Israel en la ONU no es un comentario sobre los asentamientos o la negación de las aspiraciones nacionales palestinas. Es un intento honrado y juicioso para arrancar de la agenda de los derechos humanos la propaganda y la vulgarización y hacer volver a la comunidad de las naciones a un debate sensato, medido y proporcionado sobre el conflicto árabe-israelí.

Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld

http://www.theguardian.com/commentisfree/2013/nov/28/australia-is-right-to-challenge-the-uns-anti-israel-bias

 
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