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| martes abril 23, 2024

Gentes sin Estado: palestinos vs. rohingy


​ Naciones Unidas ha elegido un mal momento para presentar su nueva campaña. Los medios norteamericanos prestan poca atención a nada que no sean las elecciones de mitad de mandato celebradas esta semana. Y es una pena, porque esta campaña en particular merece que se le preste atención de forma masiva. Su objetivo es eliminar la carencia de Estado, un problema que afecta a unos 10 millones de personas en todo el mundo, según el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). Pero he aquí el punto verdaderamente digno de mención:ninguna de esos 10 millones es palestino.

Este aspecto merece ser resaltado, porque incluso fervientes defensores de Israel creen a veces el falso argumento de que los palestinos son los únicos que no son ciudadanos de ningún país, lo que haría excepcional el problema palestino. Pero, en realidad, como muestran las cifras de Acnur, incluso si todos los palestinos del planeta carecieran de Estado (cosa que no sucede) seguirían siendo una minoría en ese grupo.
Los palestinos tampoco son, en general, y con mucha diferencia, las más míseras de las gentes sin Estado. Claro que hay excepciones: los palestinos de la Siria azotada por la guerra, por ejemplo, se sitúan muy arriba en la escala de miseria (al igual que otros sirios). Pero muchas de las personas sin Estado estarían encantadas de disfrutar de las condiciones de los palestinos de, digamos, la Margen Occidental.

Para ver verdadera miseria, fijémonos en los rohingya, una comunidad musulmana que vive, fundamentalmente, en la Birmania de mayoría budista y que suponen cerca de un millón de los 10 millones de personas sin Estado que consigna Acnur. Naciones Unidas los denomina “uno de los pueblos más perseguidos de la Tierra”. Para empezar, la mayoría vive en verdaderos campamentos para refugiados, no en poblaciones permanentes como las de la Margen Occidental, con casas de verdad, escuelas, clínicas, electricidad, agua corriente y demás servicios de la vida civilizada.
Además, desde que Birmania expulsó a Médicos Sin Fronteras en febrero, muchos rohingya no han tenido ninguna clase de acceso a cuidados médicos, y las muertes debidas a esa falta de atención se suceden a diario, como informó en mayo el Washington Post. Incluso cuando hay médicos budistas locales disponibles, muchos rohingya no quieren acudir a ellos; tras la violencia que han sufrido en el pasado a manos de turbas budistas, la desconfianza es algo que está profundamente arraigado.

En cambio, los palestinos de la Margen Occidental y de Gaza no sólo tienen acceso a sus propios sistemas sanitarios, bastante desarrollados (incluida una red hospitalaria construida en su totalidad, debe señalarse, por ocupantes israelíes), sino a los hospitales israelíes, a la altura de los mejores del mundo. Y ni que decir tiene que los palestinos no temen acudir a los médicos judíos; incluso altos cargos de Hamás envían habitualmente a sus parientes a Israel para que reciban allí tratamiento médico. El mes pasado, sin ir más lejos, la hija de Ismail Haniye ingresó en un hospital israelí; fue la tercera ocasión en la que, durante este último año, un pariente cercano del líder de Hamás en Gaza recibe atención médica en el Estado judío.

Por supuesto, además están los pogromos antirohingya. Como escribía Kenan Malil en mayo en elNew York Times, “poblaciones, escuelas y mezquitas han sido atacadas y quemadas por turbas budistas, a menudo ayudadas por las fuerzas de seguridad. Cientos de rohingya han sido asesinados, y cerca de 140.000 personas (más de uno de cada 10 miembros de esa etnia) se han quedado sin hogar”. Esto no recibe tanta atención por parte de la prensa como los ataques de colonos contra palestinos, pese a que estos últimos son, sobre todo, vandalismo a pequeña escala; despreciable e inaceptable, pero que no entra dentro de la misma categoría. (Y por si alguien menciona a Gaza, las guerras tampoco son comparables a los pogromos. La última vez que miré, los rohingya no estaban lanzando miles de cohetes contra la población budista birmana).
En resumen: los rohingya constituyen un nuevo caso en los que la obsesión mundial por los palestinos desvía la atención de un caso mucho mayor de violación de derechos humanos.

En cualquier caso, hay algo de justicia poética en todo este asunto: en una rara excepción al habitual comportamiento hipócrita de la ONU, Acnur dijo que no podía incluir a los palestinos en la lista de pueblos sin Estado porque la Asamblea General de Naciones Unidas ha reconocido a Palestina como Estado. Naturalmente, como dicho Estado no existe en realidad, muchos palestinos carecen, verdaderamente, de él. Pero al haber exigido que el mundo reconociera su inexistente Estado, los palestinos están descubriendo que ni siquiera en la ONU puedes lograr que te reconozcan a la vez como Estado y como pueblo carente de él.

Commentary
http://elmed.io/gentes-sin-estado-palestinos-rohingya/

 
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