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| miércoles abril 24, 2024

Los vecinos sefardíes de la Calle Shimon Agassi, junto a la sinagoga


  • ‘La mitad de mi calle es de origen español. Mis antepasados vienen de Castilla’, cuenta Benjamín
  • Vive frente al templo donde dos palestinos asesinaron a cuatro rabinos y un policía

 

El martes que Jerusalén nunca olvidará, Moisés Benarroch se despertó un poco más tarde de lo normal. Su hija y cinco nietos habían llegado en la víspera a su casa del tranquilo barrio de Har Nof. Cuando abrió los ojos, este español nacido en Tánger hace 59 años entendió que ya nada sería igual. El desconcertante ruido de sirenas de ambulancias y coches policiales ejerció de despertador.

«Estamos acostumbrados a escuchar ambulancias que van al hospital Sharei Tzedek, pero esa mañana fue distinto», revela el sefardí religioso. Distinto porque no pasaron de largo sino que aparcaron debajo de su casa, en la emblemática calle Shimon Agassi. A unos metros, tenía lugar el atentado terrorista más grave de los últimos seis años en Jerusalén. Benarroch aún no lo sabía. Todas las miradas del vecindario estaban puestas en la sinagoga Kehilat Bnei Torah, donde el rezo matutino de Shajarit se tiñó de sangre.

Su vecino, el también español Isaac Benjamin (Tetuán, 1967), fue más madrugador. Su vivienda está frente al templo. Suficientemente cerca para escuchar nítidamente los disparos. Su hijo, de 14 años, había bajado a la yeshiva (academia religiosa). «Un agente le cerró el paso y no le dejó volver a casa ante el temor de que otro terrorista estuviera en el edificio. Le escoltó hasta el final de la calle», señala este padre de cuatro hijos que lleva 14 años en Jerusalén.

A escasos pasos de su portal, los palestinos Ghassan y Udai Abu Jamal tardaron siete minutos en asesinar, a golpe de hachas y disparos, a cuatro rabinos y un policía de tráfico druso -miembro de una comunidad religiosa surgida del islam-que llegó para frenarles.

El barrio intenta regresar a su oasis de paz. La sinagoga se llena de fieles. «»Después de lo que pasó, hemos demostrado que tenemos fuerza y fe para seguir rezando», confiesa Benjamin antes de lamentar que «ahora muchos, cuando ven un palestino, piensan que es un terrorista en potencia». Por las mañanas, estudia talmud babilónico en el edificio atacado. Por las tardes, trabaja como ingeniero electrónico. Su esposa, en una pastelería que dulcifica la incertidumbre ambiental.

‘BIENVENIDOS EN TETUÁN’

La vida en la calle que lleva el nombre de uno de los grandes rabinos de Iraq del siglo pasado se caracteriza por los rezos, la calma y el español. El aroma sefardí medieval adorna este rincón occidental del Jerusalén del siglo XXI. «La mitad de la calle es de origen español. Mi forma de rezo procede de las tradiciones de Tetuán. Mis antepasados vienen de Castilla y yo traspaso estas costumbres a mis hijos», cuenta Benjamin a Crónica. Cuando visitó su ciudad natal hace año y medio, un anciano le paró. Tras un silencio, le emocionó para siempre: «Que sepas que los hebreos siempre sois bienvenidos en Tetuán».

Con cinco hijos y nueve nietos, Benarroch reconoce que son los momentos más difíciles del barrio desde que llegara hace 18 años. Su lazo con el legado sefardí es tan sólido que, 48 horas después del atentado, en casa ya, estaba en el Congreso en Madrid movilizado por la ley de ciudadanía española a los descendientes de los judíos expulsados en 1492. Sus raíces -natural de Tánger y padres melillenses- le prepararon para convivir con otras religiones en la ciudad tres veces santa.

Moisés Benarroch.

A los 10 años, su familia se trasladó a Madrid. Como muchos judíos de la capital, estudió en el Liceo Francés. En la Complutense, cursó Empresariales. «Fue una bonita época. Yo entonces era anarquista», recuerda con una sonrisa. Sorprende quizá porque hoy es un dirigente comunitario que no falta a su cita diaria con el centro de estudios rabínicos para casados (Colel). O porque es el flamante presidente del Partido Popular en Israel. «Lo acepté porque pensé que era una buena forma para ayudar a algo tan importante como las relaciones entre Israel y España», nos explica.

En Caracas, de tradicionalista pasó a ser jaredi (ultraortodoxo) lo que le acercó a Israel, donde creó una comunidad de españoles y de otros países de habla hispana. «Nuestra ortodoxia es más abierta que la de aquí. Hay muchasdiferencias de mentalidad entre los que venimos de fuera y los que viven en el barrio de Mea Shearim. Ellos no han salido de Jerusalén», apunta.

Son 40 familias unidas por un idioma, origen, religión, tipo de rezo, costumbres y calle. En la hoy tristemente famosa Shimon Agassi, Benarroch vive en el número 52 y Benjamin en el 4. El rabino Daniel Avram, llegado de Venezuela, reside en el 60. Mientras dirige estudios rabínicos y sus seis hijos están en el colegio, su esposa de origen melillense enseña aeróbic. A sus 38 años, dedica su vida a la Torá en la sinagoga atacada.

«Estudiamos desde las 9.00 a las 16.30 y desde las 21.30 a las 23.00», detalla Avram, que escuchó los disparos en las puertas del templo. El milagro divino o la decisión de los palestinos de atacar a las 7.00 le permiten contar su historia. Si los terroristas hubieran llegado unos minutos después, le habrían encontrado con otros 50 alumnos. La muerte es cuestión de timing.

SIETE MINUTOS DE TERROR

Cuando Benarroch se despierta, reza y repasa las principales webs españolas de información. Después, se vuelca con las escrituras sagradas. Por las tardes, retoma su faceta empresarial con un proyecto inmobiliario de lujo dedicado al sector religioso.

Los siete minutos de terror han alterado la confiada vida del barrio. Hay miedo. Los trabajadores palestinos reciben miradas de desconfianza. La secretaria de Benarroch se plantea hacer un curso de tiro. «Yo no me asusto tanto porque viví en Caracas y sé lo que es inseguridad», dice el español antes de invadirle el pesimismo: «Cuando ves a palestinos festejar en la calle el atentado, te das cuenta que las posibilidades de paz son remotas».

Defiende la creación de un Estado palestino, pero opina que «el problema es la educación de los hijos en Palestina.Mientras les eduquen en el odio a Israel, nunca habrá paz». Advierte contra el despido de empleados árabes por la ola de ataques: «Provocaría un círculo vicioso. Si tienen menos trabajo y dinero, habrá más frustración y terroristas».

Los sefardíes se rebelan contra la sed de venganza. «Mi temor es que extremistas judíos se venguen. Los rabinos han pedido calma. Está prohibido tomarse la justicia por sus manos. No hay odio sino rabia porque asesinaron a personas que oraban», concluye Benarroch preocupado por su hija de 15 años. La más afectada por el atentado. Sus dos amigas perdieron a sus padres en el ataque que sacude la comunidad española de Shimon Agassi.

 
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