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| jueves marzo 28, 2024

Un príncipe árabe denuncia el islamismo


Original en Inglés: An Arab Prince Denounces Islamism

Durante una alocución curiosa pero sin reseñar por el momento realizada el 5 de diciembre, Salmán ibn Hamad Al-Jalifa, príncipe heredero de Bajréin (estado insular soberano del Golfo Pérsico y base de la Quinta Flota de los Estados Unidos), analiza con franqueza al enemigo islamista y sugiere vías importantes a la hora de combatirlo.

Tiene mucho que enseñar a los occidentales (empezando por su desventurado homólogo británico, el Príncipe Carlos de Inglaterra), si nos dignamos a escuchar. Sí, ciertos líderes occidentales se pronuncian de confrontar la ideología islamista, pero la mayoría evita esta cuestión recurriendo a eufemismos, disimulos y tibiedad. Los más frustrantes son aquellos líderes que realizan intervenciones contundentes sin ninguna repercusión tangible (como Tony Blair).

Tony Blair dictó buenos discursos acerca del islamismo siendo primer ministro británico pero no los acompañó de hechos.

El príncipe Salmán, figura de 45 años de edad ampliamente reconocida como principal reformista dentro de la familia real bajriní, abre su intervención abordando lo inexacto de la figura «Guerra contra el Terror». Ha llegado la hora, dice, «de deshacernos» de un término que se remonta al 11 de Septiembre. «Resulta algo engañoso, no constituye la totalidad ni el grueso de nuestro conflicto», sino simplemente «una herramienta» y una táctica.

Prosigue en un inglés impecable situando el actual conflicto en contexto histórico: «Al echar la vista al siglo pasado, nos enfrentamos a un enemigo muy distinto. Nos enfrentamos al comunismo y le hicimos frente juntos. Pero al enfrentarnos al comunismo, lo interpretábamos como ideología. El terrorismo no es una ideología».

Él destaca que «no nos enfrentamos únicamente a terroristas, nos enfrentamos a teócratas». Según el uso del término por parte de Salmán, los teócratas son caballeros «situados en la cúspide de una ideología religiosa con la facultad mediante decreto religioso de despojar a alguien… de su futuro – y valerse de sus competencias religiosas para obtener réditos políticos». También son tiranos, aislacionistas y misóginos a los que habrá de combatirse «durante muchísimo tiempo». Él los desprecia por ser «muy del siglo XVII» y carecer «de espacio en nuestro moderno siglo XXI».

Nos insta «a prescindir del término ‘Guerra contra el Terror’ y poner mejor el acento en la verdadera amenaza, que es el ascenso de estas teocracias nocivas»; a estos efectos, propone reemplazar «Guerra contra el Terror» con su formulación: una «Guerra contra los Teócratas». Esta figura, espera, hará posible «empezar a reunir de manera orgánica las actuaciones militares, sociales y políticas – y quizá incluso económicas – que den réplica a esto, igual que hicimos con el comunismo». En el discurso de la intervención más excepcional quizá, afirma que «es la propia ideología lo que ha de ser combatida. Ha de ser enunciada, ha de ser condenada al ostracismo, ha de ser contenida y eventualmente ha de ser derrotada».

Hasta aquí, perfecto. Pero Salmán esquiva la cruda realidad de que la ideología «retorcida» y «bárbara» que describe es concretamente islámica, y que los teócratas son íntegramente musulmanes: «esta guerra en la que estamos inmersos no puede ir contra el islam,… el cristianismo,… el judaísmo,… el budismo». Por eso, al bautizar esta ideología, Salmán divaga y generaliza. Profiere un neologismo torpe («teo-cracismo») y a continuación retrocede hasta la Segunda Guerra Mundial en busca de «teocracia fascista». Implícitamente rechaza «islamismo», diciendo no desear «un debate en torno a determinadas formaciones políticas, sean o no islamistas».

Someto a consideración que el islamismo es justamente el término de ideología enemiga que él busca; y estamos inmersos en una «Guerra contra el Islamismo». Salmán entiende bien el problema – la adulteración del islam en una ideología totalitaria. Pero se refugia haciendo como que cristianismo, judaísmo y budismo comparten este mal todos. Mejor aceptar – él y los demás musulmanes francos – la realidad insalvable de que solamente el islam alberga una tentación totalitaria.

Por la parte positiva, la intervención de Salmán forma parte de una corriente creciente de políticos musulmanes que enfrentan directamente el peligro islamista. Dos ejemplos recientes:

  • En lo que es un importante avance conceptual, el gobierno vecino de los Emiratos Árabes Unidos ha incluido al Consejo de Relaciones Islámico-Norteamericanas (CAIR) y a muchos colectivos no violentos más en su lista de organizaciones terroristas, argumentando que practican la incitación, la financiación ilegal y otras actividades precursoras del terrorismo.
  • El gobierno de Egipto ha dictado orden de detención internacional de Yusuf al-Qaradawi, el líder espiritual desproporcionadamente influyente de la Hermandad Musulmana de 88 años de edad, por «incitación y apoyo para cometer crimen deliberado, colaboración… en fuga penal, incendio premeditado y actos de vandalismo y robo».

El gobierno egipcio cursó orden de detención del cerebro referente de la Hermandad Musulmana, Yusuf al-Qaradawi.

Esta nueva tendencia cobra gran importancia. Como digo a menudo, el islam radical es el problema y el islam moderado la solución. Bien, podríamos añadir otro líder influyente, un príncipe heredero en realidad, a las filas de aquellos musulmanes deseosos de hallar una solución.

http://es.danielpipes.org/15578/principe-arabe-denuncia-islamismo

 
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