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| martes abril 23, 2024

Todos los Pésaj, Pésaj


Hay una canción israelí de Mati Caspi que dice “todas las canciones de hoy ya se escribieron hace años; lo que pensamos, alcanzaron a hacerlo también otros” y acaba preguntándose “¿cuántas canciones se pueden inventar todavía?“. Hay un cuento de Cortázar que forma parte de una colección homónima, “Todos los fuegos, el fuego”, en el que una misma situación dramática (un triángulo amoroso) tiene lugar de forma paralela y casi idéntica en la Antigua Roma y en la Francia actual. Así nos sentimos los judíos cuando año tras año (según la hagadá, el libro del relato de la salida de Egipto, “en cada generación”) celebramos Pésaj.

Cada año, Pésaj vuelve para recordarnos la libertad, pero cada vez este concepto se nos antoja distinto, más complejo: de la simple (¡y cinematográfica!) salida del Egipto faraónico, a la liberación de los amos interiores de nuestra conciencia y acción. Del mismo modo, la naturaleza se libera de las penumbras del invierno y nos regala el nacimiento de otro ciclo vital con la llegada de la primavera. Por ello, es para nosotros el comienzo del año: si en Rosh Hashaná es el inicio del mundo, Pésaj es nuestro punto de partida como pueblo, con un destino común e inquebrantable.

Como el ciclo vital, todo vuelve a empezar, pero nunca desde cero; todo es igual, pero nada es idéntico en la espiral evolutiva externa e interna. En contraposición a la famosa frase de la película El Gatopardo (“Que todo cambie para que todo siga igual”), en estas fechas un ritual estrictamente pautado parece conducirnos por caminos trillados, para que justamente notemos el cambio, de forma análoga al ciclo de lecturas bíblicas y reinterpretaciones de las mismas de cada sábado (“parashá”) que se repite año tras año.

La teoría de la comunicación señala que un mensaje reiterado acaba silenciando su capacidad significativa, convirtiéndose en mero ruido de fondo. Sin embargo, si ese mensaje reaparece de forma regular (no consecutiva), su valor informativo se refuerza. Por eso, por ejemplo, los publicitarios saben que colgar muchos anuncios juntos es mucho menos efectivo que hacerlo cada cierta cantidad regular de tiempo o espacio.

Cada Pésaj es único, aun siendo idéntico a los anteriores. Porque cada primavera hace que entre los millones de flores haya siempre una especial que asegurará que la cadena siga extendiéndose, agregando eslabones que no variarán su forma esencial. Porque la esclavitud no es sólo una situación social, sino principalmente un estado mental que debemos sacudirnos si no todos los días, al menos cuando asoma la luna llena de Nisán.

Jag sameaj, Pésaj alegre y A kusherdike péisaj

 
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