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| jueves abril 25, 2024

Una respuesta brillante a una pregunta absurda


Mi colega canadiense Terry Glavin responde de manera brillante a una pregunta absurda: “Sabiendo lo que sabemos ahora, ¿habría autorizado usted la invasión de Irak?”.

Parece una pregunta razonable, pero no lo es. No contamos por anticipado con la sabiduría que otorga la experiencia. Si la tuviéramos, ¡Dios mío!, el mundo entero sería radicalmente distinto. Tanto, que claro que tendríamos que haber invadido Irak en 2003.

Esto es lo que dice Glavin:

Tener la suerte de contar con semejantes poderes de clarividencia habría supuesto saber qué decisiones no tomar, desde las menos importantes (“No enviemos una columna de Humvees por esa carretera, está minada”) a las más graves  (“Eh, no pongamos al Batallón 320 de la Policía Militar a cargo de esa prisión de Abu Ghraib”). Hasta los errores realmente grandes se podrían haber previsto y evitado. ¿Todo el proyecto de ‘desbaazificación’ y el desmantelamiento de las Fuerzas Armadas iraquíes? Prescindamos de ellos. Son cosas que luego nos atormentarían de la peor forma posible.

Podríamos seguir jugando a esto todo el día. ¿Por qué no nos planteamos esa misma pregunta respecto a Siria? ¿O a las guerras contra la droga y la pobreza? O a la decisión de construir viviendas de protección oficial en Cabrini-Green, o a la de permanecer al margen de la Segunda Guerra Mundial hasta que el Imperio japonés bombardeó Pearl Harbor. Construir Nueva Orleans por debajo del nivel del mar. Edificar una casa en un lugar que ahora sabemos que será barrido por un tornado F5 dentro de cinco años. Elegir a George W. Bush como presidente. Elegir a Barack Obama. Seleccionar a Sarah Palin como compañera de candidatura. Comprar un boleto de lotería que ahora sabemos que será una pifia.

En la vida real tomamos decisiones con la información de la que disponemos en ese momento.

Otra vez Glavin:

Según el punto de vista ortodoxo, ‘lo que sabemos ahora’ es que entonces todo el mundo se equivocó y el precio fueron 162.000 iraquíes muertos y unos 900.000 millones de dólares. ¿Qué hemos aprendido de todo ello? Vendemos los derechos humanos fundamentales del pueblo iraní a cambio de una ruina de acuerdo nuclear con los ayatolás. Nos enfrentamos a la barbarie desatada del Estado Islámico con una pequeña coalición, compuesta sobre todo por fuerzas aéreas, que no tiene intención alguna de vencer. Permitimos que Bashar al Asad, la Guardia Revolucionaria Islámica, la Fuerza Quds y Hezbolá hagan la guerra al pueblo sirio.

Coste total hasta ahora: Afganistán sobrevive por los pelos. Libia ya no existe. Irak es, a todos los efectos, salvo en el nombre, un Estado fallido. El Irán jomeinista nunca ha tenido tantas ambiciones ni tanta confianza. Sólo en Siria hay más de 225.000 muertos, casi diez millones de personas sin hogar, tres millones de refugiados y la factura de su reconstrucción, según calculó el Banco Mundial el año pasado, asciende a 200.000 millones de dólares y sigue subiendo.

Todo eso también es ‘lo que sabemos ahora’. ¿Y qué es lo que hemos aprendido?

Bueno, al menos hay dos cosas que quedan absolutamente claras: cuando vamos a la guerra suceden cosas terribles, y cuando le damos una oportunidad a la paz también suceden cosas terribles.

La política exterior es dura. A la hora de la verdad mueren cientos de miles de personas,independientemente de la decisión que se tome.

© Versión original (en inglés): World Affairs Journal 
© Versión en español: Revista El Medio

 
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