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| martes abril 23, 2024

El tesoro en vasos de barro, 2 Corintios 4:7


Que en el núcleo más íntimo del ser humano hay una joya de luz, un minúsculo paraíso subcutáneo, un tesoro, lo saben e insinúan todas las tradiciones. Lo difícil es ver fuera aquello que por definición está dentro; lo complicado y arduo de entender es que nadie ajeno, tutor o maestro sino cada quien, solo y a solas, puede acceder a él. Cuando leemos en el citado pasaje evangélico que : ´´Tenemos, empero, este tesoro( en hebreo otzer )en vasos de barro para que la alteza del poder sea de Dios y no de nosotros´´, comprendemos de inmediato la frase anterior que habla de aquello que ´´resplandeció en nuestros corazones´´ La antítesis barro-tesoro, por otra parte, es bien cierta: todos sentimos que dentro de esta apariencia carnal que nos articula existe algo que le precede y le sucede, palpita lo eterno, su verdadera causa y maravilla. El texto evangélico y en latín denomina vasis fictilibus a lo que el texto hebreo llama cli jaresh , siendo jaresh arcilla al mismo tiempo que shajor, lo negro , oscuro, lo que quiere decir que dentro de la sombra en la que bate sus inversiones y revisiones la sangre existe una luz, al principio tímida, difícil de encender, y luego y a medida que uno avanza en el proceso de introspección y conocimiento, de más en más obvia. Pero la advertencia respecto de a quién pertenece esa luz también tiene su valor, por lo demás insoslayable. Si uno dijera que esa luz es suya, o que el tesoro nos pertenece por completo, correría el peligro de transformarse en un déspota que reclama adoración, vería inflado su ego de tal manera que no podría siquiera moverse en medio de su vanidad.

            Por otra parte, ese tesoro está protegido, dado que el término tzur, presente en  otzer,

 indica una fortaleza, una roca, un peñasco . Sólo que, y como también encontramos a la luz u or en el tesoro, obviamente la fortaleza es una fortaleza sin límites, irradiante, del tipo de lo que Juan de la Cruz llamó, en pleno siglo XVI, ´´sin otra luz ni guía sino la que en el corazón ardía.´´ La pregunta que cabe hacerse, entonces, es siempre la misma: ¿cómo acceder del barro al diamante, del plomo al oro, de lo perecedero a lo imperecedero? Cada uno de nosotros tiene, pues, un camino a seguir, el suyo, el cual por simple y aparentemente anodino que sea resulta ser siempre el que le corresponde.

            Toda búsqueda, todo camino espiritual tiene, por supuesto, un precio que hay que pagar. Nada es gratis, ni siquiera el adentrarse dentro de un mismo. Entendiendo que el precio es simplemente el valor concedido al tiempo y al esfuerzo que nos son necesarios desplegar en tal tarea.  Al principio, muy al principio, creemos que no tenemos señales ni modo de comprender el proceso, pero después, y cuando miramos de cerca las mismas palabras del citado pasaje, parece que brotase de ellas la solución.            Efectivamente  vasos de barro, clí jaresh, puede aliterarse hasta  ser rajesh jalí, comprar , adquirir la joya. Y entonces, una vez que hemos pagado el precio y comprado la joya con el sudor de nuestra frente y la concentración de nuestro corazón, ocurre otro milagro aún más grande: dentro del mismo pasaje en el que se nos decía que tenemos un tesoro en vasos de barro, oímos la canción o shir de esa luz estelar que, gota a gota, se disfrazaba de latidos en nuestro interior. Permitiéndonos, gradualmente, reconocer en nuestro propio perfume el aroma de la dicha.

 
Comentarios

Maravillosamente descrito una vez mas, por parte del maestro Mario Satz … la experiencia interior es insubstituible en el ámbito de la espiritualidad (no confundir con «religiosidad» en su sentido tradicional) ya que por medio de ella emana una Revelacion de parte de Di-s hacia aquellos corazones sedientos de Verdad e inquietos por descubrirla
Di-s se «hace cercano» en cada uno de nosotros, cada vez que nos disponemos a invocárle y a entrar en Su Presencia
a cambio, solicita de nosotros una atencion absoluta, un «vaciarnos interiormente» de toda vanidad, carnalidad, ruido y perturbacion, que tantas veces acompaña nuestro discurrir por este mundo …
Ser capaces de situarnos en un plano «superior» utilizando para ello una callada oracion de fé, equivale a situarse en disposicion de acceder a Verdades desconocidas por el Mundo prosaico, en forma de abundantes Bendiciones

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