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| viernes abril 26, 2024

Normalizar el Niqab en España


El mismo día que los londinenses elegían alcalde a Sadiq Khan, un laborista musulmán hijo de inmigrantes paquistaníes, Emiliano García-Page, presidente de Castilla-La Mancha y también socialista, entregaba en Toledo un premio a alguien cubierto con un niqab negro.

Fue presentado como mujer, pero podía ser un hombre: la vestimenta sólo dejaba ver sus gafas y, al contrario de lo común al vestir esa cárcel femenina de tela que oculta frecuentemente a terroristas sunitas, mostraba unas manos no enguantadas, muy grandes y poco femeninas.

Ambos acontecimientos ocurridos el jueves pasado se presentaron en los medios informativos como muestras de respeto al multiculturalismo y a las diferencias religiosas.

Lo que lleva a alegar que quienes no aprueban vestimentas como del niqab o el burka afgano son xenófobos y racistas.

El monógamo Khan quiso mostrarse tan tolerante que tomó posesión en una iglesia anglicana acompañado por su familia, con mujeres de peinados y ropas occidentales, y ante invitados de distintas creencias, incluidos varios rabinos judíos.

Los medios y los periodistas autoproclamados progresistas se dieron la enhorabuena por la muestra de comprensión de los electores londinenses, aunque no explicaron que los musulmanes, el 12 por ciento de la población de la ciudad, apoyaron a Khan: fue un voto casi unánime religioso, cultural y racial de cientos de miles de personas.

Tampoco señalaron que hay barrios donde superan el 25 por ciento de la población, donde, además de exigie la legalización de la sharía, la aplican coercitivamente incluso a los ya acobardados y displicentes británicos no musulmanes y, en realidad, ex cristianos como la creciente población europea.

Pero Toledo debería haber sido diferente, aunque se entregaran allí este año los VII Premios Traducción Rey Abdulá de Arabia Saudita, uno de ellos a su Escuela de Traductores y otro a esta supuesta señora.

Que García-Page aplaudiera ante un niqab “la multiculturalidad que está en nuestra cultura”, normalizó el machismo islamista y el desprecio a la dignidad de la mujer saudita, española o de cualquier lugar.

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