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| sábado abril 20, 2024

Hallel, la pequeña bailarina asesinada en Israel que no ha sido noticia


Para los inmundos, el asesinato de una niña de trece años, que horas antes había bailado ballet en la fiesta de fin de curso de su colegio, no es noticia “desgarradora” que merezca “la repulsa y la condena” y el que un locutor, con rostro de profunda consternación, comparta con la opinión pública el terrible suceso. Nada. Ni una puta palabra. Como la niña era israelita y el asesino, como es habitual, un parásito palestino de esas aldeas que tienen gratis de Israel hasta la mierda que cagan, no alcanzaba la categoría de “noticiable”. Pero no es por antisemistismo y de paso Am Israel Jai. Es por algo más profundo pútridamente enquistado en las tripas occidentales y sobre todo entre los radicales de izquierdas.

Entre la izquierda gozosamente propalestina, porque tiene muchas más similitudes con el talante victimista y zarrapastroso de los tipos de Hamás que van proclamando sus miserias mientras se gastan los dineros de la subvenciones en armas y misiles, repito entre la izquierda y entre todos aquellos que, de alguna manera han mamado suculentos petrodólares saudíes o qataríes. Esos tienen poco interés en apoyar a Israel.

Porque de Israel no van a obtener nada, quitando los más espectaculares avances científicos y tecnológicos, el record mundial en patentes y el hecho curioso de que, una nación tan joven, en tan poco tiempo, haya sido capaz de acumular tantos premios Nobel. No es antisemitismo, es otra cosa más honda y más tóxica. Porque se envidia aquello de lo que se carece y eso bien lo sabe una Unión Europea víctima de sus fantasmas, esclava de sus complejos y que ve como en barriadas de ciudades de nuestra Europa, esa por cuya libertad y derechos dieron su sangre nuestros ancestros, se impone la cruel sharía. Y no es capaz de reaccionar. Carece de capacidad de respuesta ante las políticas disparatadas de inmigración, ante el hecho de que, el gobierno turco (otra sanguijuela) denominara a los asesinos genocidas del Daesh “jóvenes sunitas enfadados” cuando han estado exterminando sistemáticamente a cristianos y yazidíes y vendiendo a las mujeres como esclavas sexuales ante la timorata indiferencia de Occidente.

Tuvo que revolverse la cristiana Rusia de Putin y comenzar a arrasar al Isis para que, el resto, tuviera una tibia reacción, mientras miraban para otro lado, farisaicos como son, al tiempo que, por la permeable (a conciencia) frontera turca pasaban armas para los “jóvenes sunitas enfadados” y de paso toda persona de bien entre quienes me incluyo nos cagamos en la última bocaná de sus muertos, trasiego de los flamantes coches todos del mismo color con los que se pasean los criminales con sus banderas negras con las que la gente decente se limpia el culo y entrada del petróleo de contrabando. Buenos negocietes se han hecho en esa frontera mientras Merkel se hacía la beatífica, los del la Europa del Este cerraban sus fronteras y se pasaban al resto de la Unión por el forro de los huevos, porque el instinto de supervivencia es fuerte en quien o quienes se ven amenazados y los genocidas del Daesh eran atendidos en hospitales turcos e incluso volvían a recuperarse “retornados” en la sanidad europea. Pero el compadreo le ha salido mal a ese que en las redes llaman Cerdogán y le ha estallado su mamonéo en el aeropuerto de Ankara. La permisividad con los malos da pocos beneficios y el alimentar al monstruo con chucherías menos aún, porque al final te come.

¡Miren como no se atreven a atentar en Irán! Ni en los aeropuertos de Israel. Por más que nuestra patria espiritual, la cuna del judaísmo hace cinco mil años y del cristianismo hace dos mil y pico, sea de manera cotidiana víctima del odio y del fanatismo sanguinario de unos tipos que son los más gandules del mundo, que comen a fuerza de subvenciones y que no tienen cotizada ni una hora de sus miserables vidas en la Seguridad Social. ¿Y qué potencia mundial, a fuerza de millones que ya van gastados muchos, pueden poner a trabajar a unos tipos que se retroalimentan del odio y de la envidia, que no desempeñan más actividad que tratar de matar a los judíos y que cobran por ser yihadistas? ¿Qué se va a hacer con el terrorista acostumbrado a serlo, quitarle el kalashnikov y ponerle a arrimar cemento en una obra? ¿Y quién les retira la anfetamina Captagón de la que van puestos hasta las cejas? Son generaciones enteras perdidas de sociópatas parasitarios que han de ser erradicados para el bien de la Humanidad. O totalmente aislados para que no puedan hacer más daño.

El jueves, un palestino asesinó a una pequeña en Kiriat Arba, cerca de Hebrón, en Israel, cuna del cristianismo mancillada por la presencia de fanáticos y criminales. El viernes otros atacaron a cuchilladas a inocentes transeúntes. Creo que el asesino de la niña fue abatido y espero que los otros también, porque cuando en Israel atacas, te abaten y encima lo cuentan sin ningún complejo y sin la ponzoñosa servidumbre de la nefasta “corrección política”. Por esto se envidia aquello de lo que se carece. Cuando los de Hamás empiezan a flaquear en fondos “se inventan” una guerra, colocan los lanzamisiles en escuelas y hospitales y atacan con misiles a Israel buscando la respuesta de Tzahal, las Fuerzas de Defensa de Israel, el mejor y más profesional ejército del mundo, cinco minutos para que la Air Force esté en el aire, la población totalmente entrenada, cuatro zambombazos y en la franja de Gaza, ese inmenso error histórico, a llamar a las televisiones para que filmen el paseo de los muertos entre grandes alaridos de dolor. Los muertos de Israel no salen en las televisiones. La bailarina Hallel no ha visto su cadáver cosido a puñaladas mientras dormía, publicitado ante las cámaras para rentabilizar su muerte. Israel no rentabiliza a sus muertos para mover a la compasión, ni se moviliza “condenando a los malos” porque a los malos los dejan tiesos en el momento y así se ahorran largos procesos judiciales y mantener a gandules en las cárceles. No es antisemitismo, es otra cosa, es rencor ante el valor y la dignidad, es envidia ante esos ejércitos, esas brigadas de jóvenes que aún no han salido de la adolescencia y que, por el servicio militar obligatorio, echan los dientes defendiendo a su Patria y aprendiendo lecciones diarias de heroísmo.

¿Y cómo no van a aborrecer los radicales, los antisistema piojosos y los okupas a esa juventud que es la bendición de Dios? ¿Cómo no les van a mirar con envidia y rencor aquellos gobernantes que no están siendo capaces de defender sus raíces, la memoria de sus antepasados, su cultura y su identidad y el futuro de sus hijos de la invasión del multi-inculturalismo tercermundista?

No es antisemistismo, es ser conscientes de carecer de instinto de supervivencia y no saber cómo recuperar ese instinto.

Para el asesino de la niña Hallel Ariel un deseo: Iemaj Shemo Vezijró. Que su nombre y su recuerdo sean borrados. Para la Unión Europea un consejo para sobrevivir: mirar hacia Israel y aprender.

 
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