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| jueves abril 18, 2024

Turquía, la ruta yihadista que se transformó en una trampa para Recep Erdogan


En un amplio informe publicado esta semana por The Washington Post, se dio a conocer la opinión del grupo de expertos de la administración Obama sobre la crisis siria. En el dossier se menciona también el imparable impacto de la crisis siria y sus implicancias sobre Turquía, en referencia al último atentado terroristas acaecido en el aeropuerto de Estambul, y se indica que desde hace unos años, Turquía ha sido «la ruta yihadista», dada su extensa y porosa frontera con Siria, que ofrece un paso fácil para todo tipo de grupos de salafistas en el marco del apoyo de Ankara, Riad y Qatar, incluyendo a la rama siria de Al-Qaeda (Jabhat al-Nusra) e ISIS; cuyas células durmientes en Turquía bajo el paraguas del Partido Justicia y Desarrollo (AKP por sus siglas en ingles) son un secreto a voces.

Según el grupo de expertos norteamericanos sobre Siria, «las agencias de seguridad turcas tienen la tarea de apoyar a grupos de la oposición anti-Assad, en consecuencia, los salafistas residentes en los campos de refugiados a lo largo de la frontera o en ciudades de la frontera del lado turco pueden atacar Turquía y otros países europeos sin inconvenientes».

Combatientes de ISIS
Combatientes de ISIS

Para los expertos estadounidenses, se debe esclarecer «quién es quién» en la ruta yihadista, así como neutralizar a los terroristas en el corto plazo. De no avanzar positivamente en lo primero, según los expertos, no hay alternativas posibles de coordinación entre Moscú y Washington para enfocar juntos el problema sirio; al menos hasta que Turquía no neutralice las políticas del AKP en su apoyo al terrorismo interno y deje de apoyar al ISIS. Esto debe ser contextualizado en el marco del tiempo en que las autoridades turcas se abstuvieron de sindicar como terrorista al ISIS. Así, Erdogan ha quedado atrapado por los grupos kurdo-sirios que luchan contra el gobierno turco.

Erdogan tomó conciencia de sus errores y envió una carta al presidente ruso, Vladimir Putin, el 27 de junio, tratando de cicatrizar la herida aun abierta en Moscú por el derribo del avión de combate ruso a manos de Turquía, el 24 de noviembre de 2015. El presidente Putin no respondido la carta a Erdogan, aunque hablaron por teléfono poco después del ataque terrorista al aeropuerto Ataturk de Estambul, y aunque no trascendió el tenor de la comunicación entre ambos presidentes, es claro que las relaciones de Ankara con Moscú no están funcionando y que Siria y los kurdos están siendo un dolor de cabeza para el presidente turco, que no tiene química con Moscú ni Washington.

Turquía ha ido perdiendo los recursos de poder blando que tuvo como jugador regional al inicio de la crisis siria. Los golpes terroristas dentro de sus ciudades brindan la percepción de un Erdogan solo y acorralado. El presidente turco demoro mucho tiempo en entender su propia situación; ahora deberá esperar que Putin lo perdone y que las próximas elecciones estadounidenses le sean favorables a sus políticas sobre Europa y la crisis siria. Allí se entiende por qué Erdogan restauró los lazos con Israel. Turquía necesita con urgencia compensar su «preocupante aislamiento» regional. A pesar que el presidente turco sabe que entre Israel y Turquía los acuerdos nunca alcanzarán el nivel de socios o aliados estratégicos sólidos.

«Lo único que une a Israel y Turquía es su preocupación por la influencia iraní en Siria. Ambos comparten las mismas preocupaciones con respecto a un estado chiita iraní pegado a la valla fronteriza del Golán y el Idlib», publicó el diario egipcio Al-Watan el pasado lunes.

Erdogan equivocó su estrategia al mantener muchos frentes y desafíos abiertos. Ahora tuvo que cortar por lo sano y reducir el número de frentes innecesarios. El que abrió contra Israel fue el más superfluo de todos y ha sido su primer gesto de debilidad, al tener que bajar del árbol de su ego y guardarse su histórica exigencia a Israel para que levante el bloqueo naval sobre Gaza cuando comprendió que Europa, Moscú y Washington le han soltado la mano.

Ahora, el presidente turco deberá dedicarse a fortalecer la seguridad interior de su país.  Los terroristas han demostrado que pueden golpearlo cuándo y cómo deseen, esto seguramente acarreara un importante costo político a Erdogan y su partido de cara a las futuras elecciones; pero puede ser devastador para la continuidad de su gobierno en el presente.

 
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