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| viernes marzo 29, 2024

Las edades


 

Casi con toda certeza puede decirse que en los niños el amor es todo manos, pues sean las suyas o las de sus padres, para ellos el tacto-y por extensión el tener, poseer y aferrar-representa su nexo más poderoso con el mundo exterior. Esta verdad está reflejada de modo idóneo en la palabra hebrea que nombra al infante: ieled , y en la cual vemos inscritos los conceptos de mano o iad,  y li  , aquello que es mío o para mí.  Por ello no debemos juzgar su egoísmo más que como un mecanismo que pone a prueba la certidumbre de que las cosas no lo desamparan ni abandonan.

De ese natural apego físico, sensual y preerótico en última instancia, y de los complejos sentimientos que los niños alientan por sus padres, Freud derivó un esquema, el del complejo de Edipo, que muestra dos tendencias interdependientes: amor al padre del sexo opuesto, y hostilidad al padre del mismo sexo. Asombrado, en consecuencia, por el poder simbólico de la mitología griega, Freud constató que en el destino de Edipo (que quiere decir, en griego, ´´pies hinchados´´), hijo del rey Layo, se daban sintetizadas tendencias que él mismo había constatado, si bien potencialmente, en su consulta. A saber: que Edipo, como cada hijo, estaba destinado (o fantaseaba con) matar a su padre para desposar a su madre. Así, cuando en  la  tragedia griega ésta constate que acaba de dormir con su vástago, avergonzada, humillada, se quitará la vida, y el pobre Edipo, a su vez, decidirá arrancarse los ojos porque no puede soportar tener pupilas para contemplar semejante dolor. El cual mito no es otro que la escenificación cultural de la imposibilidad de retroceder al vientre materno, pues cuando eventualmente ocurre en nuestra especie, la biología castiga a los descendientes de tales uniones consanguíneas con la enfermedad o la decadencia. Ese es el motivo, además, y la razón por la cual en el amor la exogamia es mejor que la endogamia.

Los chinos llaman al niño tzy y hai erh , subrayando, en ambos casos, la dependencia de la madre. Curiosamente, esa palabra, tzy , también alude al huevo y al profesor. Es decir a quien está encerrado en sí mismo  y acaba de ser puesto en el mundo, y a quien enseña, mucho más tarde, cómo volver asituarse en él ; a semejanza de la frase de Jesús en el Evangelio a propósito de que hay que ser como niños para volver al reino de los cielos, los chinos sostienen que nunca debemos extraviar la mirada del niño que fuimos so pena de secar con el intelecto lo que siempre reverdece en la fábula. Al mismo tiempo, y en la expresión tzy kung  vemos a la matriz, asociada desde anteiguo al acto de engendrar criaturas. Por la vecindad de tzy  con un homófono que da también tzy, letra, carácter, los chinos sostienen que los niños ´´son letras sueltas´´ que no se convierten en palabras hasta que, más allá de la infancia, en la pubertad, conocen el amor de otra letra y así se atreven a formar sus primeras palabras autónomas.

Los griegos, por su parte, distinguían eros  de ágape, reservando el primero para los mayores y el segundo para los niños y los ancianos. Sencillamente por la raíz de Eros era eroéo y aludía a las emanaciones y fluidos que sacudían al cuerpo humano en los momentos de aproximación o eclosión libidinal, en tanto que ágape proviene de ágamai , admirar, emoción que supone un movimiento de menor a mayor, sentimiento semejante al de un niño por sus padres. En cuanto a la idea del joven, en hebreo tzair , encierra tanto a tzar, la dificultad del crecer en la pubertad, como a la raíz tzir, eje, ya que es entonces cuando buscamos nuestro eje caracterológico y centramos nuestra personalidad reservándose, para el ser adulto o mebugar, el gar del morar, de la vivienda, pues en el tercer período de nuestras vidas cuando tendemos a procurarnos nuestro propio domicilio, concepto que  también incluye el rab de la maestría y la noción de lo múltiple. De este modo, meditando en cada ciclo o período nombrados en hebreo procedemos a comprender las tendencias implícitas en él. Las palabras, en chino, sánscrito o en la lengua bíblica, desde luego no lo son todo, pero con harta frecuencia la filología nos conduce rectamente a las características que han sido observadas una y otra vez por las generaciones que nos precedieron acuñándose en verbos y substantivos. Como bien dice la Biblia: ´´La vida y la muerte dependen de la lengua.´´

Ayer mismo me escribió un amigo para recordarme un viejo proverbio judío que dice: ´´Los perros viejos hablan con sus pulgas.´´  En cuanto a los niños,  hablen o no saltan como pulgas y nos van picando aquí y allá. Afortunadamente.

 
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