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| viernes marzo 29, 2024

Europa. La Sustitución de una Población


 

[Fuera lo viejo, adentro lo nuevo… Europa, dado que está envejeciendo, ya no renueva sus generaciones, y en cambio acoge a un número masivo de migrantes procedentes de Medio Oriente, África y Asia, que sustituirán a los europeos nativos, y que están llevando culturas con valores radicalmente diferentes sobre sexo, ciencia, poder político, cultura, economía y la relación entre Dios y el hombre.]

Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld

En una generación, Europa será irreconocible.

Europa Oriental tiene ahora «la pérdida de población más grande de la historia moderna», mientras que Alemania superó a Japón por tener la tasa de natalidad más baja del mundo.

Europa, dado que está envejeciendo, ya no renueva sus generaciones, y en cambio acoge a un número masivo de migrantes procedentes de Medio Oriente, África y Asia, que sustituirán a los europeos nativos, y que están llevando culturas con valores radicalmente diferentes sobre sexo, ciencia, poder político, cultura, economía y la relación entre Dios y el hombre.

Muertes que exceden a los nacimientos puede sonar a ciencia ficción, pero ahora son la realidad de Europa. Acaba de suceder. Durante el año 2015, en la UE nacieron 5,1 millones de bebés, mientras que murieron 5,2 millones de personas, lo que significa que la UE, por primera vez en la historia moderna, registró un cambio natural negativo en su población. Las cifras provienen de Eurostat (la oficina estadística de la Unión Europea), que desde 1961 ha estado contando la población de Europa. Es oficial.

Hay, sin embargo, otro número sorprendente: la población europea aumentó, en conjunto, de 508,3 millones a 510,1 millones. ¿Ha adivinado por qué? La población inmigrante aumentó en cerca de dos millones en un año, mientras que la población europea nativa se redujo. Es la sustitución de una población. Europa ha perdido la voluntad de mantener o hacer crecer su población. La situación es tan demográficamente sísmica como durante la gran plaga del siglo XIV.

Este cambio es lo que el demógrafo británico David Coleman describió en su estudio, «Inmigración y Cambio Étnico en Países de Baja Fecundidad: Una Tercera Transición Demográfica». La suicida tasa de natalidad de Europa, junto con los migrantes que se multiplican más rápido, transformará la cultura europea. La declinante fecundidad de los europeos nativos coincide, de hecho, con la institucionalización del Islam en Europa y la «re-islamización» de sus musulmanes.

En 2015, Portugal registró la segunda tasa más baja de natalidad de la Unión Europea (8,3 por 1.000 habitantes) y un crecimiento natural negativo de -2,2 por cada 1.000 habitantes. ¿Qué país de la UE tuvo la tasa de natalidad más baja? Italia. Desde el «baby boom» de la década de los años 1960, en el país famoso por sus grandes familias, la tasa de natalidad se ha reducido a más de la mitad. En 2015, el número de nacimientos se redujo a 485.000, menos que en cualquier otro año desde que se formó la Italia moderna en 1861.

Europa Oriental tiene ahora «la pérdida de población más grande de la historia moderna», mientras que Alemania superó a Japón por tener la tasa de natalidad más baja del mundo, promediando los últimos cinco años. En Alemania e Italia, los descensos fueron particularmente dramáticos, -2,3% y -2,7%, respectivamente.

Algunas empresas ya ni siquiera están interesadas en los mercados europeos. Kimberly-Clark, que fabrica los pañales Huggies, se ha retirado de la mayor parte de Europa. El mercado ya no es rentable. Mientras tanto, Procter & Gamble, que produce los pañales Pampers, ha estado invirtiendo en el negocio del futuro: pañales para personas mayores.

Europa se está convirtiendo en gris; se puede sentir toda la tristeza de un mundo que se ha consumido a sí mismo. En 2008, los países de la Unión Europea vieron el nacimiento de 5.469.000 niños. Cinco años después, había casi medio millón menos, 5.075 000 – una disminución del 7%. Las tasas de fecundidad no sólo han disminuido en los países con economías doloridas, como Grecia, sino también en países como Noruega, que navegó a través de la crisis financiera.

Como dijo recientemente Lord Sacks, «el descenso de las tasas de natalidad podrían significar el fin de Occidente». Europa, dado que está envejeciendo, ya no renueva sus generaciones, y en cambio acoge a un número masivo de migrantes procedentes de Medio Oriente, África y Asia, que sustituirán a los europeos nativos, y que están llevando culturas con valores radicalmente diferentes sobre sexo, ciencia, poder político, cultura, economía y la relación entre Dios y el hombre.

Los liberales y seculares tienden a desestimar la importancia de los problemas demográficos y culturales. Es por ello que las advertencias más importantes provienen de algunos líderes cristianos. El primero en denunciar esta dramática tendencia fue un gran misionero italiano, el padre Piero Gheddo, que explicó que, debido al descenso de las tasas de natalidad y la apatía religiosa, «el Islam, más pronto que tarde, conquistaría la mayoría de Europa». Fue seguido por otros, como el cardenal libanés Bechara Rai, que lidera a los católicos orientales alineados con el Vaticano. Rai advirtió que «el Islam conquistará Europa por la fe y la tasa de natalidad». Una advertencia similar acaba de provenir de otro cardenal, Raymond Leo Burke.

En una generación a partir de ahora, Europa será irreconocible. La gente en Europa ahora parece sentir, en gran medida, que la identidad de su civilización está amenazada principalmente por un libertarismo frívolo, una ideología que, con el pretexto de la libertad, quiere desmontar todos los lazos que unen al hombre con su familia, su ascendencia, su trabajo, su historia, su religión, su idioma, su nación, su libertad. Parece provenir de una inercia a la que no le importa si Europa tiene éxito o sucumbe, si nuestra civilización desaparece, ahogada por el caos étnico, o si es invadida por una nueva religión del desierto.

Como explica un artículo del Washington Quarterly, el fatal encuentro entre el descenso de las tasas de natalidad de Europa y el ascenso del Islam ya ha tenido importantes consecuencias: Europa se ha convertido en una incubadora del terrorismo; constituyó un nuevo venenoso antisemitismo; ha visto un cambio político hacia la derecha; experimentó la mayor crisis en la autoritaria unidad europea y fue testigo de una reorientación de la política exterior desde la retirada de Europa de Medio Oriente.

El suicidio demográfico no sólo se experimenta; parece ser deseado. La xenófila burguesía europea, que hoy controla la política y los medios de comunicación, parece estar impregnada de un racismo esnob y masoquista. Se han puesto en contra de los valores de su propia cultura judeocristiana y la combinaron con una alucinada y romántica visión de los valores de otras culturas. La triste paradoja es que los europeos están importando gran cantidad de jóvenes de Medio Oriente para subsanar sus opciones de estilo de vida.

Un continente agnóstico y estéril – privado de sus dioses y sus niños, porque los desterró – no tendrá la fortaleza para luchar o para asimilar una civilización de los entusiastas y de los jóvenes. El fracaso para contrarrestar la próxima transformación parece venirse encima del lado del Islam. ¿Es lo que estamos viendo en los últimos días del verano?

Giulio Meotti, Editor Cultural de Il Foglio, es un periodista y escritor italiano

 

 

https://www.gatestoneinstitute.org/8761/europe-population-substitution

 

 
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