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| sábado abril 20, 2024

Lasciate ogni speranza


Ninguna frase supera a la de Dante para hablar de la guerra siria, cuyas imágenes se repiten una y otra vez hasta el cansancio, hasta que el ojo deja de ver y comprender, saciado como está de tanto espanto. Puesto que se trata de una guerra amorfa, asimétrica , desigual, no vemos ni trincheras ni compañías de soldados, y los aviones de las fotografías de prensa podrían ser de cualquier origen, tan pequeños y delgados se ven. Es una guerra desigual porque la fragmentación de los contendientes contrarios a Assad es infinita y los nombres rimbombantes en árabe de los distintos grupos y grupúsculos se multiplican más rápidamente que la necedad de un mosquito que insiste en chupar sangre donde ya no queda ningún glóbulo rojo. Pero Siria es apenas un modelo de lo que sucederá pronto en otras partes del Islam, aparentemente controladas por gobiernos de facto o monarquías añejas. Su civilización está signada por la ausencia de diálogo : el Corán está lleno de órdenes y es uno de los pocos libros sagrados, me hizo notar una amiga muy avispada, lleno de ¡signos de admiración! Sus versículos, originalmente gritados desde una torre, continúan siéndolo. Todo es en ese libro imperativo, casi no hay templanza, sosiego. A los musulmanes la alteridad no los estimula, los enfurece.

En el otro extremo Libia es más de lo mismo, y pide a gritos otro Gadaffi. Lo vio con claridad y así lo dijo Mubarak, el defenestrado presidente egipcio. Esos pueblos necesitan tiranos, que naturalmente no se llaman así en tales países. La desventaja de una guerra como la siria es que nunca, nunca puede surgir de ella un ganador claro y magnánimo. Quien se imponga será muy cruel con el otro, el vencido, y todos aquellos exiliados y fugitivos que decidan regresar, si es que lo hacen, serán tratados como apestados. Es ante este panorama que se descubre que la no intervención norteamericana en su momento resultó mucho peor que la participación rusa actual. Comparemos la transparencia un poco ingenua de Obama con la opacidad de viejo mujik de Putin, la goma de mascar con el borscht. Lo elástico con lo líquido. No por casualidad la marca clásica de chicle se llamaba Bazooka y no por casualidad el borsht tiene el color de la sangre espesa. Todos los imperios son crueles y carnívoros, incluso el imperio islámico lo fue. De tal manera que, visto desde el punto de vista actual, ha resultado mejor el colonialismo europeo para esos países que el nacionalismo árabe. Todo lo que vino después de las guerras de liberación fue, en cierto modo, peor. Creó expectativas que nunca se cumplieron. Hasta que llegó la mal llamada primavera árabe y empeoró aún más las cosas. De ahí el lasciate ogni speranza. El delicado y elíptico lenguaje de Occidente no puede ayudarles si antes no se ayudan a sí mismos.

No está lejos el día en que un intelectual europeo filme los desastres de la guerra y los llame Alepo mon amour, remake de aquella película sobre Hiroshima ante la que tantos de nosotros lloramos desconsolados. El viejo continente puede ser responsable de muchos desmanes, pero de ningún modo tiene la culpa de ese carcomido paisaje bélico del que han huido todas las esperanzas. Tampoco tiene la culpa de no poder albergar a todos sus fugitivos.

 
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