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| miércoles abril 24, 2024

En cada rollo de la Ley


-En cada uno de los rollos de la Ley-dijo una vez el Rabí Nahum de Odesa a sus discípulos-hay guardadas cientos de olas del Espíritu. Olas que, si nos sumergimos en ellas, deshacen su espuma de luz a la altura de nuestros lóbulos frontales refrescando nuestro ánimo y salando la insipidez de nuestras vidas.

Los alumnos lo miraron con atención, sin parpadear. El maestro se había quedado ciego en un incendio, tras caerle una viga en llamas sobre la cabeza. Mantenía los ojos azules bien abiertos, pero su mirada parecía posada en el más allá, flotando sobre la curva de los mares. No veía nada pero percibía todo; no distinguía los colores ni las formas, pero adivinaba si en el corazón de quien le interrogaba había amor, desidia o interés.

-La ola es al mar lo que el hombre es a Dios: la manera  que el agua profunda tiene de renovar su oxígeno al contacto con el aire de las costas; el modo en el que el Creador ve realizados sus proyectos sobre el horizonte terrestre-prosiguió el rabí, moviendo levemente de derecha a izquierda su bastón de madera de roble.-La ola se alza, busca una transparencia que no siempre alcanza y por fin se desploma exangüe sobre el mar, agua en el agua disuelta. Así también el hombre se levanta, aspira a moverse en zonas cada vez más claras hasta que, curvado sobre sus años, devuelve su imagen al Creador del que es semejanza.

El silencio de la casa de estudios, a esa hora de la tarde, se vio perforado por una sirena de barco procedente del puerto.

-Hermoso paralelo-dijo uno de los estudiantes.

-Triste, si cabe-dijo otro.

-Irrevocable-exclamó un tercero.

-La Torá-sonrió por fin Nahum de Odesa-, es la mejor tabla para el peor de los naufragios. Tanto, que encierra entre sus rollos todas esas olas que, fuera, amenazaban nuestra existencia y salpicaban de miedo nuestro destino. La Torá, si creéis en sus corrientes y navegáis sus pasajes, os llevará de las islas desiertas a los continentes y de éstos a su contenido. Cada día y siempre.

Nota

La voz hebrea meguiláh o rollo de la Ley ( hlgm )guarda entre sus sílabas una gal (lg ) o única ola capaz de elevarnos sobre el horizonte de la comprensión; pero como las lecturas bíblicas posibles son múltiples y polisémicas se puede hablar, en rigor de verdad, de olas o galim.  También para la tradición hindú el ser humano es una ola del océano cósmico, una breve y fugaz manifestación de su danzante totalidad. El término sánscrito rita señala el orden cósmico, la disposición y la providencia, pero también el agua y el sacrificio.

 
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