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| viernes abril 19, 2024

Mapamundi del antisemitismo


 

 

El fenómeno del antisemitismo, lejos de haber menguado en el siglo veintiuno, no para de crecer en casi todo el mundo. A ello hay que añadir la cruel paradoja de que uno de los medios de mayor propagación de la nueva judeofobia –que en casi nada difiere de la antigua– es un instrumento creado, desarrollado e impulsado, en gran parte, por emprendedores de origen judío: Internet.

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Diego Moldes / Diario Judío México –

Casi todos los estudios que he podido consultar en los últimos tres lustros hablan de un crecimiento del odio hacia los judíos o, como mínimo, de prejuicios hacia ellos o sus raíces familiares. Así, en 2015 la Anti-Defamation League (Liga Anti-difamación, con sede en Nueva York, pero que opera a nivel global) publicó en su web –global100.adl.org– unos datos espeluznantes, basados al parecer en estudios serios y reiterados, estadísticos, realizados durante décadas en más de cien países del mundo. Se cotejaron diversos métodos, incluidas las encuestas. En su informe ADLGlobal100, incluye un mapamundi con 103 países y los porcentajes de antisemitismo, actualizados hasta el año 2015. Estudiados más de cien países, insisto, que suman una población de más de cuatro mil millones de personas, se detecta que el 26% de dicha población tiene actitudes o prejuicios antisemitas, es decir ¡más de mil millones de personas! Los estudios han sido verificados y validados, al parecer, por el Congreso de los Estados Unidos de América, entre otras instituciones, y han sido presentados a las Naciones Unidas. El desglose por áreas geográficas es el siguiente:

Medio Oeste y Norte de África: 74 % de antisemitas.
Europa del Este: 34% de antisemitas.
Europa Occidental: 24 % de antisemitas.
África Subsahariana: 23% de antisemitas.
Asia (India y Lejano Oriente): 22% de antisemitas.
América: 19% de antisemitas.
Oceanía: 14% de antisemitas
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En el caso de España, por ejemplo, el porcentaje de antisemitismo es del 29%, superior al de la media de su entorno (24% en Europa Occidental), o al de su vecino ibérico, Portugal (21%), o al de Italia (20%), pero inferior al su otro vecino, Francia (37%), el más alto de Europa Occidental. Los países más antisemitas de Europa son, en primer lugar, Grecia (un alucinante 69%, en donde se combina antisemitismo racial de extrema derecha, antisemitismo cristiano antiguo, ortodoxo en este caso [los griegos y los judíos fueron rivales comerciales en el Mediterráneo durante siglos desde la Antigüedad y de ahí proviene un antisemitismo milenario ortodoxo], con la moderna judeofobia de extrema izquierda), seguido de Polonia (45%), Bulgaria (44%), Serbia (42%), Hungría (41%), Ucrania y Bielorrusia (ambas 38%), Lituania (36%), Bosnia-Herzegovina (33%), Croacia (32%) y Montenegro (29%, el mismo que España). Austria, país natal de Hitler, pese a todas las políticas educativas que durante setenta años promueven erradicar los prejuicios raciales, xenófobos y antisemitas, tiene un porcentaje de antisemitismo del 28%, similar al de Alemania (27%), en donde la lacra neonazi sigue presente, latente entre minorías radicales y grupúsculos antisistema. Turquía, miembro de la OTAN y a caballo entre Europa y Asia tiene registrado, según la ADL, un antisemitismo exactamente igual al de su vecino Grecia, un 69%. Los países menos antisemitas de Europa son los protestantes y de tradición luterana-calvinista: Suecia (4%), Holanda (5%), Reino Unido (8%), Dinamarca (9%), Noruega (15%), Finlandia (15%) e Islandia (16%).

En América, por ejemplo, Estados Unidos tiene un antisemitismo registrado en 2015 del 9%, de los más bajos del mundo, mientras que su vecino México, de mayoría católica, cuenta con un 24%, es decir, la misma media de Europa occidental y exactamente igual a Argentina. Como contraste, Panamá (52%), Colombia (41%), Perú (38%) y Chile (37%), tienen altos porcentajes de población antisemita, mientras que Brasil es mucho más tolerante, con un 16%, el más bajo de América Latina.[1] Canadá, por ejemplo, tiene un 14% de antisemitismo registrado, superior al de Estados Unidos, en parte porque en la región francófona de Quebec, de mayoría católica, el antisemitismo es más alto que en los estados canadienses angloparlantes y de mayoría protestante, cuya media es similar a la de Estados Unidos.

En Asia, en las Repúblicas del Cáucaso, las tasas de antisemitismo siguen siendo altas, y varían enormemente entre países vecinos, pues Georgia cuenta con un 32%, Azerbaiyán un 37% –como Francia– y Armenia un muy preocupante 58%. Veamos este caso tan llamativo. ¿A qué obedece el auge de la judeofobia armenia? Tradicionalmente Armenia fue un país plurirreligioso, de mayoría cristiana ortodoxa secular pero con amplias y variadas minorías religiosas, catolicismo, protestantismo, judaísmo, islamismo (de origen kurdo, iraní, sirio…), el antiguo zoroastrismo, los nestorianos –Iglesia Asiria de Oriente–, variados paganismos precristianos, etcétera. Según la tradición, el apóstol San Bartolomé (Nathanael, en griego Bartholomaíos, de bar-Tôlmay, patronímico Hijo de Ptolomeo) fue el introductor del cristianismo en Armenia a mediados del siglo I. De ahí surge la Iglesia gregoriana apostólica armenia, oficialmente la iglesia cristiana más antigua del mundo y la primera oficial de un Estado, desde el año 301. Tras haber sido griega Seléucida en la Antigüedad y luego romano, Armenia fue sucesivamente territorio persa Sasánida, bizantino, califato árabe, parte del imperio otomano y Safávida-iraní, desde el siglo XVI al XVIII, y tras la guerra Ruso-Turca de 1828-1829, entró en la órbita del Imperio Ruso, con parte turco-otomana. Tras el Genocidio Armenio de 1915, no reconocido nunca por Turquía, se suceden diversos tratados y otra guerra en 1920, cuando Armenia fue invadida por el Ejército Rojo, creándose la República Socialista Soviética de Armenia. Armenia fue parte de la URSS hasta 1991, cuando se declaró estado independiente.

 

Durante setenta años de comunismo y otro cuarto de siglo de país independiente, la comunidad judía prácticamente desapareció, emigrando a Occidente o asimilándose dentro de la Unión Soviética. Dieciocho siglos de pluralidad religiosa han dado paso a un país poco poblado, de casi tres millones de personas, en donde el 95% es de confesión cristiana –ortodoxa, armenia, católica o protestante– y donde casi han desaparecido las milenarias minorías religiosas. En ese contexto, sorprende que más de la mitad de la población manifieste actitudes y prejuicios antisemitas. Es una prueba más de que, lo que llamamos la Modernidad, al modo en que la entiende Zygmunt Bauman y otros sociólogos e historiadores, lejos de haber mermado el antisemitismo –de raíz cristiana antigua y medieval–, lo ha hecho crecer. Me he extendido en un país pequeño, muy poco poblado, a caballo entre Europa y Asia. ¿Qué ocurre con los países importantes de Asia? Las gigantes China e India, que suman más de dos mil quinientos millones de habitantes, tienen índices iguales de antisemitismo, un 20%. La inmensa mayoría de chinos o indios jamás han conocido a un ciudadano judío. Bangladesh, por ejemplo, cuenta con un 32% de antisemitismo, siendo un país de 157 millones de personas en donde el 87% son musulmanes. Indonesia tiene una población estimada de 255 millones de personas, de las cuales el 87% son de confesión islámica, aunque su constitución reconoce oficialmente seis religiones. Siendo el país con más musulmanes del mundo, su índice de antisemitismo es del 48%. Pero no siempre más islam implica más antisemitismo, porque el país más antisemita del oriente asiático es Corea del Sur, país muy avanzado, de más de 51 millones de personas, en donde el 46% de la población se declara atea o agnóstica y en donde budistas, católicos, protestantes y otras religiones milenarias propias del país, conviven en paz. Su índice de antisemitismo es del 53%, mayor que el de cualquier país europeo. ¿Cómo es posible esto en un país sin judíos, como Corea del Sur, uno de los países más avanzados del planeta en educación, tecnología y ciencia? Sospecho que el antisemitismo surcoreano es moderno y conspiranoico, pues el 59% de los surcoreanos declara que los judíos tienen demasiado poder en el mundo de los negocios y un 57% cree que los judíos tienen demasiado poder en los mercados financieros internacionales. Su vecino Japón, aún más avanzado que Corea del Sur, cuenta con un índice de antisemitismo del 23%, similar al de Europa occidental o al del África subsahariana. Frente a esto, los índices de antisemitismo más bajos del planeta los encontramos en los países de Indochina, Laos (0,2%) y Vietnam (6%), aunque asciende algo en Tailandia (13%) y Singapur (16%). En Malasia, en donde la religión oficial del Estado es el Islam, aunque sólo lo practican el 60%, pues budismo, cristianismo e hinduismo están bien presentes, el índice de antisemitismo es del 61%, de los más altos del mundo. Frente a esto, en el mismo Mar de la China Meridional, tenemos el caso anómalo, en sentido positivo de Filipinas. En 2015 sobrepasó los cien millones de habitantes, siendo, tras Japón e Indonesia, el país insular más poblado. País de amplia mayoría católica, Filipinas tiene un índice de antisemitismo bajísimo, del 3%.[2] Como contraste brutal, el país más antisemita del mundo es Irak, con un índice de antisemitismo del 92%, seguido de Yemen, con un 88%. (Gaza tiene un porcentaje mayor, del 93%, pero no es considerado un país por la ONU.) Jordania tiene un 81%, Líbano 78%, Kuwait 82%, Qatar y Emiratos Árabes Unidos 80%, Arabia Saudí 74%. No se conocen datos de Afganistán, ni tampoco de Pakistán.

En la sección “Sabía usted qué”, encontramos en el informe datos preocupantes de intolerancia, prejuicio e incluso puro odio. Transcribo aquí algunos de los datos más interesantes y que refuerzan algunas de las ideas que ya tenía antes de escribir este ensayo, si bien hay otras que me resultan sorprendentes, por ejemplo que Irán tenga menos antisemitas que Grecia, o que un país considerado culto como Francia tenga índices de antisemitismo más altos que muchos países del tercer mundo. [Las notas entre corchetes son mías, no pertenecen al estudio.]

Las personas que viven en países con mayores poblaciones judías(22% en el Índice de Puntuación) son menos propensas a albergar opiniones antisemitas que las personas que viven en países con menor población judía (28% en el Índice de Puntuación). [Este punto apoya la idea de que existe un “antisemitismo sin judíos”, en donde el judío es un “animal mitológico”, como me dijo un día en Madrid un actor israelí.]
Más de una cuarta parte de las personas encuestadas,26%, albergan actitudes antisemitas —eso representa un estimado de 090.000,000 adultos en todo el mundo [más de mil millones de personas].
74%de los encuestados nunca ha conocido a una persona judía.
El 18% de los encuestados cree que la población judía total en el mundo supera los 700 millones de personas. El número real de judíos en el mundo es alrededor de 14 millones. Quienes sobrestiman de tal manera la población judía del mundo, son más propensos a albergar actitudes antisemitas —con una puntuación de 38% en el Índice.

41%de los encuestados creen que los judíos son más leales a Israel que a los países en los que viven. Esa afirmación es la más ampliamente aceptada de todos los estereotipos antisemitas planteados.

Las personas en países en los que predomina el habla inglesa son la mitad de propensas a albergar opiniones antisemitas(13% Índice de Puntuación), en comparación con la población global encuestada.

Aunque los musulmanes son más propensos a albergar opiniones antisemitas que los miembros de cualquier otra religión (49% en el Índice de puntuación), la geografía hace una gran diferencia en sus puntos de vista. Los musulmanes en el Medio Oriente y África del Norte (75% en el Índice de Puntuación) son mucho más propensos a albergar actitudes antisemitas que los musulmanes en Asia (37% Índice de Puntuación), Europa Occidental (29% Índice de Puntuación), Europa Oriental (20% Índice de Puntuación) y África Subsahariana (18% Índice de Puntuación).

El país del Medio Oriente con la puntuación más baja en el Índice de antisemitismo es Irán (56%) [recordemos que los iraníes no son árabes, sino persas].

El 8% del total de encuestados asiste a servicios religiosos a diario. Esa cifra es tres veces superior en el Medio Oriente y África del Norte, con el 24% asistiendo a servicios religiosos todos los días.

La mayoría de la gente en 48 de los 102 países y territorios encuestados dice que probablemente sea cierto que los judíos tienen demasiado poder en el mundo de los negocios.

En general, los hombres encuestados (29% Índice de Puntuación) son más propensos que las mujeres encuestadas (24% Índice de Puntuación) a albergar actitudes antisemitas.

Los tres países fuera del Medio Oriente y África del Norte con las puntuaciones de antisemitismo más altos en el Índice son Grecia (69%),Malasia (61%) y Armenia (58%).

El país del Medio Oriente con la puntuación más baja en el Índice de antisemitismo es Irán (56%).

Los tres países con las puntuaciones de antisemitismo más bajas en el Índice son Laos (0.2%), Filipinas (3%) y Suecia (4%).

[Sobre el Holocausto.]
Dos de cada tres personas encuestadas no han oído hablar nunca del Holocausto o no creen que los relatos históricos sean ciertos.

Menos de la mitad de los encuestados menores de 35 años han oído hablar del Holocausto. [Esto generará un problema en el futuro, de ahí la necesidad de estudios sobre la Memoria Histórica.]

En general, el 54% de los encuestados son conscientes del Holocausto. Esa cifra desciende a 24% en el África Subsahariana y 38% en el Medio Oriente y África del Norte.

Hay un dato que me ha llamado especialmente la atención, es este: “Las personas en países en los que predomina el habla inglesa son la mitad de propensas a albergar opiniones antisemitas.” (13%). Este dato creo que no guarda relación directa con el uso del idioma inglés sino con la cultura protestante anglicana, vinculada a la ética calvinista o luterana, que ha convivido mejor con el pueblo judío desde el siglo XVI, pues si en las naciones angloparlantes los porcentajes de antisemitismo son bajos –Reino Unido (8%), Estados Unidos (9%), Canadá (13%), Australia y Nueva Zelanda (14 % en ambos casos)–, en los de mayoría católica, caso de Irlanda (20%) o de otras religiones nativas, como Sudáfrica (38%), el índice de antisemitismo es mucho mayor. Vamos a ver con detalle el caso de España, que al igual que ocurre con los 103 países estudiados, dividió sus encuestas en once preguntas concretas.

Antisemitismo en España (promedio del 29%).
Los judíos son más leales a Israel que a [su país / al país en el que viven]: 65%

Los judíos tienen demasiado poder en el mundo de los negocios: 53%

Los judíos tienen demasiado poder en los mercados financieros internacionales: 50%

Los judíos todavía hablan demasiado sobre lo que les sucedió en el Holocausto: 48%

A los judíos no les importa lo que le pase a nadie aparte de ellos mismos: 26%

Los judíos tienen demasiado control sobre los asuntos globales: 34%

Los judíos tienen demasiado control sobre el gobierno de Estados Unidos: 39%

Los judíos se creen mejores que otras personas: 22%

Los judíos tienen demasiado control sobre medios de comunicación globales: 31%

Los judíos son responsables de la mayoría de las guerras del mundo: 12%

La gente odia a los judíos debido a la forma en que se comportan: 17%

El primer punto, el más alto, con un 65% que afirma que los judíos españoles son más leales a Israel que a España es el más preocupante, porque induce a pensar que, aunque no todos los antisionistas son antisemitas, el antisemita se camufla en numerosas ocasiones dentro del antisionismo o negación a existir del Estado de Israel. Sobre que tienen “demasiado poder en el mundo de los negocios” (53%) y en los “mercados financieros internacionales” (50%), demuestra una vez más cómo el mito de los Protocolos de los Sabios de Sión, un libelo creado en Francia durante el caso Dreyfus (1894-1906) y propagado desde la Rusia zarista antisemita a partir de 1902, ha sido considerado como válido por la mitad de los españoles, pasando de generación en generación. Conviene recordar que los Protocolos de los Sabios de Sión han gozado, entre 1935 y 2000, de ¡veintinueve ediciones en castellano! (Álvarez Chillida, 2002, 496). El vínculo con Estados Unidos, que existe, se ve exagerado en el caso de España, y alude al mito del lobby judío que controla la Casa Blanca, pues, a la pregunta de si “los judíos tienen demasiado control sobre el gobierno de Estados Unidos”, el 39% responde afirmativamente, un diez por ciento más que el promedio de antisemitismo en España, que está en torno al 29%, siempre según la ADL. No hay encuestas durante el Franquismo (1939-1975), ni durante la Segunda República Española (1931-1936) y, obviamente, tampoco durante toda la época anterior, desde las Cortes de Cádiz (1812), pasando por los reinados de Fernando VII, Isabel II, las diversas regencias intermedias, la primera República de 1871, Alfonso XII y las regencias durante la minoría de edad de su hijo póstumo Alfonso XIII (que reinó de 1902 a 1923), la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), la llamada dictablanda de Dámaso Berenguer (1930-1931), etcétera. No obstante, cuando uno lee y relee El Antisemitismo en España, del historiador Gonzalo Álvarez Chillida, plagado de documentación rigurosa, comprende que, aunque la Inquisición fue abolida en 1834,[3] el tradicional antisemitismo español católico y castizo, heredero de la limpieza de sangre, ha estado presente durante los siglos XIX y XX, mediante creencias populares y familiares que han ido pasando de padres a hijos hasta nuestros días. Tras la Transición Española parecía que la tolerancia y la llegada de la modernidad a España traería una caída del antisemitismo y, por tanto, de la xenofobia, y así parecía en los años ochenta y noventa del pasado siglo. Por desgracia en lo que llevamos del siglo XXI, el antisemitismo irracional ha crecido, tanto el de herencia cristiana como el importado de los antiguos países del Este de Europa, la moderna judeofobia de las dictaduras comunistas (no pocas veces camuflada del odio a Israel o antisionismo). Esto explica que se dé por igual, y con similar virulencia entre sectores de la extrema derecha y de la extrema izquierda.

Respecto al complejísimo fenómeno del antisemitismo, uno de los autores que mejor lo han sintetizado es Natan Sharanski (Donetsk, 1949), judío ucraniano nacido en la Unión Soviética como Anatólij Borísovič Ščharanskij, conocido disidente comunista, escritor, maestro de ajedrez, activista de derechos humanos y emigrado a Israel, en donde se convirtió en un experto en la diáspora judía y en parlamentario israelí. Sharanski define cuatro tipos de antisemitismo, simbolizados de manera sencilla y eficaz por cuatro colores: amarillo, marrón, verde y rojo.

El Amarillo es el antisemitismo de origen cristiano que tuvo su momento álgido en la Edad Media y cuyos vestigios siguen vivos en parte del inconsciente de la sociedad europea.

El Marrón es el antisemitismo fascista y nazi que, aun habiendo perdido la fuerza destructora de los años 40, sigue vivo en un sector marginal de la extrema derecha europea.

El Verde es el antisemitismo de corte islámico que existe en una parte demasiado importante del mundo musulmán y que ha entrado en Europa a través de la inmigración.

Por último, existe el antisemitismo de color Rojo que nació del estalinismo soviético y que hoy se esconde detrás del antisionismo militante progresista que, de todos los pueblos, le niega solo al judío la legitimidad de un hogar nacional.[4]

Por último, recordemos que “La historia ha mostrado que donde el antisemitismo quede incontrolado, la persecución de otros ha sido presente o inminente. La derrota del antisemitismo debería ser una causa de gran importancia no solo para los judíos, pero también para todas las personas que valoran la humanidad y la justicia….” (Departamento de Estado estadounidense, Informe sobre el antisemitismo global contemporáneo, 13 de marzo de 2008).

[1] Véase el sitio: http://www.adl.org/press-center/press-releases/anti-semitism-international/new-adl-poll-anti-semitic-attitudes-19-countries.html?referrer=http://global100.adl.org/about#.VZqj5Rv5csY (consultado el 6 de julio de 2015). “La Liga Antidifamación, fundada en 1913, es la principal organización mundial que combate el antisemitismo mediante programas y servicios que contrarrestan el odio, el prejuicio y la intolerancia.”

[2] Debido a los cuatro siglos de presencia española, y portuguesa en mucha menor medida, el catolicismo es la religión mayoritaria en Filipinas, siendo la confesión de ocho de cada diez filipinos. Más del 92% de los filipinos se declaran cristianos, de los cuales el 80% son católicos y el resto protestantes –producto de la presencia anglosajona, en especial estadounidense–, con un 5% de musulmanes y un 1% de hinduistas. En Filipinas la minúscula presencia judía llegó con los colonos españoles, a inicios del siglo XVI. Hay constancia de que muchos de aquellos sefardíes se instalaron, a partir de 1521, en la localidad de Samar. Otra oleada de criptojudíos, llamados marranos o conversos, llegó de México en la década de 1590: seguían siendo judíos de puertas para adentro pero cristianos a ojos de la Inquisición. En Filipinas hubo muchos Autos de Fe. También consta que en 1870, tras la Guerra Franco-Prusiana, recalaron varias familias apellidadas Levy, tres hermanos judíos de Alsacia, de los cuales derivan los apellidados así en Manila. Con la apertura del Canal de Suez la presencia judía, siempre minoritaria, se intensificó, en especial cuando dejó de ser española en 1898. Durante la etapa Commonwealth (1935-1946), se erigió la sinagoga en Manila, Temple Emil, para una comunidad de unas dos mil quinientas personas. Actualmente, según un censo de 2011, hay apenas unos quinientos judíos filipinos, casi todos en Manila, en cuyo distrito financiero, Makati, hay una sinagoga llamada Beth Yaacov.

[3] El Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición fue abolido el 15 de julio de 1834 por Real Decreto de María Cristina de Borbón, regente de su hija Isabel II, nacida en 1830, proclamada Reina en 1833, pero que no accedió a la jefatura del Estado hasta 1843, cuando fue declarada mayor de edad. El Real Decreto fue aprobado propuesta del Presidente del Consejo de Ministros, Francisco Martínez de la Rosa (1787-1862), liberal de corte moderado.

[4] Comunidad Judía de Madrid, cfr. http://cjmadrid.org/que-hacemos/antisemitismo(consultado el 8 de diciembre de 2015).

Fuente: Fania.es

 

 
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