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| viernes marzo 29, 2024

Res. 2334 del Consejo de Seguridad: Una Victoria del Jihadismo


 

[Una votación en el Consejo de Seguridad de la ONU (ilustrativo). [Fuente de la imagen: Departamento de Estado de EE. UU.]]

Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld

  • Desviados de su misión principal, estas organizaciones internacionales se han convertido en herramientas de corrupción o terrorismo, reforzando el poder islámico global. Los que votan son jefes de estado, motivados por intereses e ideologías que son, a menudo, criminales y que no todas representan las opiniones de los pueblos que tiranizan, incluidos los de las «democracias» europeas.
  • En 1948-49, Egipto ocupó Gaza, Siria se mantuvo firme en el Golán, y Transjordania colonizó Judea, Samaria y la Ciudad Vieja de Jerusalén. Sus habitantes judíos fueron asesinados o expulsados ​​por los colonos árabes, quienes se apoderaron de sus hogares y destruyeron sus sinagogas y cementerios. Los combates cesaron con el armisticio y las líneas de alto el fuego, no hubo paz y no hubo reconocimiento de fronteras internacionales. 
  • En 1973, Europa se apresuró a adoptar la posición francesa y, junto con la OCI, planificó medidas políticas destinadas a destruir al Estado Judío negando sus derechos soberanos y su acantonamiento en un territorio indefendible. La Resolución 2334 es ahora la guinda de esta política, que constituye la base de una política euro-islámica para fusionarse en todos los sectores políticos y sociales de la UE, así como en la promoción del globalismo y la aplicación de las decisiones de las potencias supranacionales de la ONU. 
  • En 1967, una vez más, los ejércitos combinados de Egipto, Siria y Jordania invadieron a Israel para destruirlo, pero esta vez Israel recuperó toda la tierra que había perdido en 1949, que había sido convertida en judenrein [limpia de judíos], arabizada e islamizada. Estas eran áreas de las cuales los judíos palestinos habían sido expulsados, y a las que Europa se refirió como colonias judías. Se las llama Jerusalén, Judea y Samaria. 
  • Ninguna nación europea protestó contra la colonización islámica de las zonas judío-palestinas, contra la expulsión de sus habitantes judíos, contra la confiscación de sus pertenencias ni contra la persecución de judíos en los países árabes. 
  • Un «pueblo» árabe palestino artificial fue creado para reemplazar al pueblo de Israel. Un ejército europeo de historiadores falsificadores y dhimmis cristianos árabes les transfirió las características históricas de los judíos. Los nombres de ciudades y regiones fueron islamizados: Jerusalén se llamó Al-Quds y «la Margen Occidental» reemplazó a Judea y Samaria. 
  • Se esperaba que los israelíes, culpables de existir, se disculparan por eso, mantuvieran humildemente a sus enemigos y sufrieran su terrorismo sin protestar ni defenderse. ¿Su crimen? Se negaban a mezclarse con, y desaparecer en, la dhimmitud, renunciando a sus derechos y a su historia en favor de la gente creada por la alianza euro-árabe para reemplazarlos.
  • Es el turno de que los europeos vean como se crea una población de reemplazo en sus países, con todos los derechos que se les están quitando a ellos. Es su turno de que se vean obligados a renunciar a su identidad nacional, histórica, cultural y religiosa, a disculparse y asumir la culpa por existir. Es su turno de verse obligados a controlar con soldados sus fronteras y vigilar sus aeropuertos, sus escuelas, sus trenes, sus calles y sus ciudades. Los gobiernos europeos que contemplaban la destrucción de Israel trabajaron junto con los enemigos de Israel para destruir a sus propios pueblos, su soberanía, su seguridad y sus libertades. 
  • El reconocimiento de la legitimidad del retorno de Israel a su patria es la condición esencial de la paz islámica con el mundo, porque abolirá la ideología jihadista.

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La Resolución 2334 del Consejo de Seguridad de la ONU, adoptada el 23 de diciembre de 2016, refuerza políticamente la resolución de la UNESCO que borró la historia de Israel en su patria histórica, para reemplazarla por la versión coránica de la Biblia.

Esta resolución de la ONU demuestra una vez más que existe un control islámico sobre la política y la cultura de las instituciones internacionales. Desviados de su misión principal, estas organizaciones internacionales se han convertido en herramientas de corrupción o terrorismo, reforzando el poder islámico global. Pero no olvidemos que los que votan son Jefes de Estado, individuos plenamente conscientes y responsables, motivados por intereses e ideologías que son, a menudo, criminales y que no todas representan las opiniones de los pueblos que tiranizan, incluidos los de las «democracias» europeas. Sus últimas resoluciones no sólo confirman la victoria del jihadismo y el analfabetismo: también expresan el éxito de los años de esfuerzo de esta Europa de posguerra que continúa destruyendo, difamando y deslegitimizando al Estado Hebreo en nombre de la justicia islámica. El comienzo de este largo viaje se remonta a 1967, en Francia.

Entonces…. ¿Qué son estos «asentamientos» israelíes que tanto obsesionan a las naciones? ¿Son vastos territorios a miles de kilómetros de Israel, a través de mares y océanos? ¿Cómo fue que tan pocas personas las «conquistaron»? Recordemos los hechos: en 1948, la Liga Árabe declaró la jihad para destruir al Estado Judío. Los ejércitos de cinco Estados Árabes cruzaron las fronteras de Palestina, donde la Resolución de San Remo (1920) había reconocido la legitimidad de un Hogar Nacional Judío. Egipto se apoderó de Gaza, Siria se mantuvo firme en el Golán, y Transjordania colonizó el área de Judea y Samaria y la ciudad vieja de Jerusalén. Sus habitantes judíos fueron asesinados o expulsados ​​por los colonos árabes, quienes se apoderaron de sus pertenencias y casas y destruyeron sus sinagogas y cementerios. Los combates cesaron con el armisticio y las líneas de alto el fuego (1949), no hubo paz y no hubo reconocimiento de fronteras internacionales. Pero, para la gran decepción de millones de europeos nazis y sus colaboradores, Israel no fue aniquilado. También acogió a la mayoría del millón de judíos que habían sido robados y expulsados ​​de los países árabes. Ninguna nación europea protestó contra la colonización islámica de las zonas judío-palestinas, contra la expulsión de sus habitantes judíos, contra la confiscación de sus pertenencias ni contra la persecución de los judíos en los países árabes. Entre 1949 y 1967, los israelíes que habían sido reunidos en un área confinada, sin fronteras internacionales, soportaron interminables ataques jihadistas de sus vecinos.

En 1967, una vez más, los ejércitos combinados de Egipto, Siria y Transjordania invadieron a Israel para destruirlo, pero esta vez Israel recuperó toda la tierra que había perdido en 1949, que había sido limpiada de judíos [Judenrein]. Arabizada e islamizada Estas eran áreas de las cuales los judíos palestinos habían sido expulsados, y a los que Europa se refería como «asentamientos» judíos cuando en realidad se convirtieron en colonias árabes. Se las llama Jerusalén, Judea y Samaria.

La guerra de 1967 terminó con una derrota árabe. Una vez más, el campo árabe rechazó la paz, y las líneas de armisticio separaron a los combatientes. La resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU (22 de noviembre de 1967) recomendaba la solución para las dos oleadas de refugiados – tanto árabes como judíos – y las condiciones de paz,  a ser negociadas entre Israel y los Estados Árabes que en 1949 habían ocupado y colonizado territorios palestinos, expulsando o asesinando a todos sus habitantes judíos palestinos. No mencionó a los árabes palestinos como un pueblo diferente: en esa época no existían. Los árabes, decididos a destruir a Israel, rechazaron esta resolución.

La victoria relámpago de Israel en 1967 humilló a Francia, que después de sus mortíferas guerras de descolonización y la pérdida de innumerables colonias musulmanas, estaba dispuesta a acercarse a los árabes jugando la carta antisemita. La resolución 242 había sido redactada en inglés y Francia la tradujo al francés, falsificándola en el proceso, insertando la palabra «los» antes de «territorios», una palabra que había sido duramente combatida durante las negociaciones para hacer explícito que no toda la tierra en disputa estaba incluida. Es esta errónea traducción francesa la que ahora se ha impuesto.

Francia tenía estrechos vínculos con el líder palestino de la Hermandad Musulmana, Amin al-Husseini, el Gran Mufti de Jerusalén y un aliado de Hitler y del gobierno de Vichy. Esta alianza creó el «pueblo palestino», inventado por el presidente palestino Yasser Arafat, sobrino del Mufti y el representante de la OLP. Francia, que había salvado de los juicios de Nuremberg, escondiéndolo, al Mufti, fue la primera en reconocer a Arafat en 1969 e imponerlo a la aún reticente Comunidad Europea. Para lograr el reconocimiento internacional, el «pueblo palestino» utilizó el terrorismo – mediante la innovación del secuestro de aviones, la toma de rehenes civiles y ataques terroristas en Europa.

En octubre de 1973, Egipto y Siria atacaron a Israel una vez más y sufrieron otra derrota. Pero esta vez la OCI declaró un boicot petrolero a todos los países que no reconocían a Arafat y a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), y que no apoyaran las causas árabes (Declaración de la Cumbre Árabe en Argel, 28 de noviembre de 1973). En 1973, Europa se apresuró a adoptar la posición francesa y, junto con la OCI, planificó medidas políticas destinadas a destruir al Estado Judío negando sus derechos soberanos y su acantonamiento en un territorio indefendible. La Resolución 2334 es ahora la guinda de esta política, que se ha desarrollado en varias etapas y constituye la base de una política euro-islámica para fusionarse en todos los sectores políticos y sociales de la Unión Europea, así como en la promoción del globalismo y la aplicación de las decisiones de las potencias supranacionales de la ONU.

Para empezar, un «pueblo» árabe palestino artificial fue creado para reemplazar al pueblo de Israel. Un ejército europeo de historiadores falsificadores y dhimmis cristianos árabes [no musulmanes que se han rendido para vivir bajo el Islam] les transfirieron las características históricas de los judíos. Creada la idea de la salvación de la pretendida ocupación y de la colonización simbolizada por Israel, los palestinos fueron comparados con Jesús, crucificados en la cruz de un supuesto «nazismo sionista». Los islamófilos y antisionistas franceses, Louis Massignon y Jacques Berque, fueron los promotores de esta inversión de roles, entre las víctimas judías del nazismo y los perseguidores nazis, ayudados por sus aliados musulmanes en los campos de batalla y en los campos de exterminio, bajo la dirección del Mufti.

Los nombres de ciudades y regiones fueron islamizados: Jerusalén se llamó Al-Quds y «la Margen Occidental» reemplazó a Judea y Samaria. Jihad y dhimmitud se convirtieron en palabras tabúes. La OCI y sus satélites, incluida Europa, habían ordenado la planeada eliminación de Israel. Ningún argumento podía obstaculizar su condena y la odiosa campaña, subvirtiendo las palabras y el lenguaje, lo justificaba. No tenía sentido suplicar. Ni la verdad ni la moralidad cambiarían este veredicto: Israel era la causa de la guerra, de los ataques terroristas, de la injusticia, de todos los males sufridos por el mundo islámico y por Europa, víctimas del terrorismo jihadista – que se atribuía a la existencia de Israel. La lucha para eliminar a Israel fue referida como una causa justa, una lucha por la paz.

La alianza euro-árabe hizo todo lo posible para criminalizar a los israelíes por haber restaurado su estado a su patria histórica. La soberanía nacional de los israelíes, sus raíces culturales e históricas, su supervivencia, sus éxitos y sus espectaculares victorias militares les valieron reproches y denigración. Revitalizada por el odio palestino, la alianza nazi-islámica de la posguerra hizo todo lo posible para neutralizar a nivel político el éxito del Estado Judío, para asegurarse de que permaneciera inestable e inseguro. Continuamente hostigados por los gobiernos europeos y sus ejércitos de dhimmis, los israelíes, culpables de existir, fueron avergonzados por ello, obligados a disculparse por ello, y se esperaba que mantuvieran humildemente a sus enemigos y que sufrieran su terrorismo sin protestar ni defenderse. ¿Su crimen? Negarse a mezclarse con, y desaparecer en, la dhimmitud renunciando a sus derechos y a su historia a favor de las personas creadas por la alianza euro-árabe (Eurabia) para reemplazarlos.

La OLP era el brazo jihadista de la Ummah [la comunidad islámica], la encarnación de su ideología teológica que justificaba la expansión islámica y su apropiación de todos los espacios, aniquilando a las culturas y a los pueblos previos, imponiendo su ley, sus costumbres y sus creencias en todos lados.

Jefes de estado, ministros europeos, el clero, los cristianos dhimmi que se habían convertido en sus cortesanos, le ofrecieron su ayuda, más que felices de recoger su oro, mientras barrían los escombros de la gente y la historia delante de sus pies, obstáculos para su progreso, para finalmente lograr librarlo de Israel. Y – así creían ellos – los librarían de nada menos que de Israel y lograrían así un Holocausto que comenzó en Europa para que finalmente surgiera un mundo, una humanidad, sin Israel. El sueño de Hitler y el Mufti se haría realidad.

Los gobiernos europeos, aliados de los terroristas palestinos anti-israelíes, a los que consideraban que tenían una «causa justa» – alimentándolos espiritualmente y financiándolos – creyeron que estaban a salvo. ¿Pero, adivinen qué? Esta política Ummah contra Israel, apoyada activamente por sus cortesanos europeos y dhimmi, se desató contra los pueblos de Europa. ¿Los terroristas atacaron a los israelíes durante sus festividades? Ahora son los europeos los que tienen que celebrar sus festividades protegidos por un ejército de soldados. Es el turno de que los europeos vean como se crea una población de reemplazo en sus países, con todos los derechos que se les están quitando a ellos. Es su turno que se vean obligados a renunciar a su identidad nacional, histórica, cultural y religiosa, a disculparse y asumir la culpa por existir. Es el turno de los europeos de verse obligados a controlar con soldados sus fronteras y vigilar sus aeropuertos, sus escuelas, sus trenes, sus calles y sus ciudades. Irónicamente, los gobiernos europeos que contemplaban la destrucción de Israel trabajaron junto con los enemigos de Israel para destruir a sus propios pueblos, a su propia soberanía, a su propia seguridad y a sus propias libertades. La OCI se aferraba a su inconfesado odio a Israel, cegándolos con su oro y conduciendo firmemente a los cobardes y a los débiles de corazón, bajo el látigo del terrorismo, hacia el deshonor y el olvido.

La resolución 2334 es la culminación de esta política, pero no es el último capítulo de la historia. Siria, Líbano, Irak y Libia ya no existen, Egipto apenas aguanta. En su caldero, la jihad está quemando a los musulmanes que alguna vez soñaron con llevar a cabo la jihad contra judíos y cristianos. El clero y los intelectuales dhimmi árabes, que inspiraron tanto la alianza euro-árabe contra Israel como la falsificación palestina, ven a sus comunidades diezmadas por sus propias mentiras. En una Europa arruinada, sacrificada por hostiles «sectarios», el pueblo se levanta para enviar a los celosos servidores de la OCI a la chatarra de la historia. Preocupados por el enojo popular, los ministros ya no se atreven a mentir y se ven obligados a reconocer el jihadismo y culpar al terrorismo en lugar de culpar a Israel.

Puede que el futuro incluya la reconciliación de las poblaciones basada en el reconocimiento de la legitimidad del retorno de Israel a su patria. Porque este reconocimiento traerá consigo la anulación de la jihad contra los cristianos y todos los no musulmanes. El reconocimiento de la legitimidad del regreso de Israel a su patria es la condición esencial de la paz islámica con el mundo, porque abolirá la ideología jihadista. La paz con Israel garantiza la paz del Islam con la diversidad del mundo. Tal vez esta sea la misión del regreso de Israel a su lugar de nacimiento, mientras batalla sola en la encrucijada sangrienta de las naciones.

***Bat Ye’or, autor de Eurabia: El Eje Euro-Árabe, y de Europa, Globalización y el Venidero Califato Universal (ganador de un premio en Londres, 2012) recibió un premio en Israel (1986) por su estudio sobre los judíos orientales, y un premio para El Coraje de la Libertad de Expresión, en París (2015) y en Bolonia (2015) para su libro Comprendere Eurabia (2015). Su próximo libro, Comprender a Eurabia, será publicado por Gatestone Institute y RVP Publishers en 2017.

Https://www.gatestoneinstitute.org/9725/security-council-resolution-israel

 

 
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Obama es musulman o sea que no es de extrañar la traiciòn

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