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| martes abril 23, 2024

Los iniciados en la Kábala


 

Leemos en el Libro del esplendor o Zohar, texto clásico de la Kábala, una invocación  y comentario a la frase de Daniel 12:3 : ´´Los entendidos brillarán como el resplandor (zohar)del firmamento, y aquellos que justifican a muchos, como las estrellas para siempre jamás,´´ invocación que el libro hace para recordarnos que los iniciados comprenderán, entre otras cosas, el proceso del Génesis, el fiat lux cosmológico, dando a entender así que los maskilim

o entendidos alcanzarán, gracias a sus esfuerzos y su empeño, un extraordinario y estelar grado de luminosidad. De hecho, la causa de ese proceso habría que verla en lo que indica el nombre maskil, iniciado, entendido, pues considerando que la Kábala es, como poco, un arte del Nombre o shem , y que en él las palabras son, cada una de ellas, una herramienta o instrumento, cli, sus estudiantes dedican horas, días, meses y años a explorar los bordes, junturas y combinaciones de letras que se producen entre los vocablos bíblicos.

 

Sobre esa base desarrollarán su séjel  o  inteligencia, que es la capacidad de descubrir las relaciones del todo con la parte, de lo micro con lo macrocósmico. Resulta notable que en hebreo, y en ese sentido, la palabra col aluda tanto a cada una de las cosas e individualidades del universo como a su totalidad. Simultáneamente, el trabajo del esclarecido y esclarecedor, o sea del maskil, equivale, a la postre, a devenir un tahor einaim , un ser de ´´ojos puros´´ o ´´inocentes´´. El operador se esfuerza, insiste y persevera entonces, avanza o retrocede dentro de su mar de palabras y versículos, con el único y asombroso fin de recuperar la inocencia. Recordemos que en el Sermón de la Montaña Jesús sostiene que los limpios de corazón verán a Dios. Se trata, en consecuencia, de alcanzar un saber no culpable, que  nos  permite estar en el mundo con las pupilas asombradas y predispuestos a maravillarnos en todo momento. Así las cosas, todo el trabajo consistirá en pulir el espejo del corazón para que el universo se mire en él y en ese acto desaparezca la dualidad, la diferencia entre el todo y la parte, la criatura y su Creador.

´´El corazón humano es un espejo que refleja a Dios.´´  dijo  Angelus Silesio en el siglo XVII. En casi todas las tradiciones espirituales el espejo es un símbolo de lucidez y  autoconocimiento. Por ejemplo, y en el shintoísmo japonés, junto a la espada y el cerezo el espejo es uno de los dones de Amaterasu, la diosa del sol, o sea que quien se descubre en el espejo reconstruye, en cierto modo, su filiación con la luz, deviene espada de discernimiento y flor primaveral. ´´Como el sol, como la luna, como el agua, como el oro-se lee sobre un espejo chino en el museo de Hanoi-sé claro y brillante y refleja lo que hay en tu corazón.´´ Cuando el ya citado místico alemán Angelus Silesio sostuvo que ´´el corazón humano es el espejo que refleja a Dios´´,  insinuó que si uno quiere tener constancia de esa verdad, deberá limpiarse, pulirse, quitarse el polvo de lo cotidiano y superficial para que aflore el reflejo luminoso de lo profundo. Así, pues, el espejo es un instrumento de la iluminación al mismo tiempo que un freno, un tabique, el espacio en el que la luz se abraza a sí misma y, como dicen los sufíes, su parte opaca equivale a nuestro cuerpo físico, el cual que deberá invertirse para que el resplandor del alma sea percibido como lo que es: la prenda más preciosa dejada por el Creador a su criatura. Esta idea, que los maestros del Islam  llevan siglos barajando, implica que el trabajo del místico o estudiante consistirá en dar vuelta su organismo como si de un guante se tratara, poniendo lo de fuera dentro y sacando al exterior lo que pertenecía al mundo interno. Por su parte, serán los kabalistas hebreos quienes verán desplegarse ese juego divino al cotejar dos palabras, or  y reí, luz y espejo respectivamente.

            Mientras es el Hijo ( simbolizado por la letra vav )quien está en la luz, el Padre (  encarnado en la yod ) permanece en el espejo esperando su llegada para revelársela. En otras palabras, esta vez las paulinas: mientras sólo buscamos en el espejo  nuestros límites egoicos vemos el afuera de lo real, pero cuando pasamos del otro lado hasta llegar a ver como somos vistos,  aquello que  observamos desplegarse ante nuestros ojos es luz, toda la luz. Lo maravilloso, lo extraordinario de este acto es que se pueda llevar a cabo por la simple permutación de dos letras, la yod  que baja y la vav que sube. De hecho, y como la diferencia de valor entre la yod ( 10 ) y la vav ( 6 )  es cuatro, que equivale a la letra dalet, la puerta, el verbo, sucede que cada palabra es una puerta que se abre para llevarnos de lo microcósmico a lo macrocósmico en el simple parpadeo de la comprensión.                                                                                  

                                                                                                Mario Satz

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
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