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| viernes marzo 29, 2024

Los zorros del desierto: ¿Quiénes son realmente los que gobiernan el Reino Saudita?


 

Traducción Hatzad Hasheni

Durante los últimos años se ha creado una imagen dentro de la opinión pública en Israel como si se tratase de un reino moderado, un líder del campo de los países “buenos”. De hecho, hablamos de un estado astuto y violento, similar a su odiado vecino Irán.

Como una foto confeccionada por dos piezas solamente, esta semana se complementaron las observaciones de dos miembros del gabinete de seguridad de Israel, brindando al público del país con “trozos de información” interesantes, tomadas de la realidad, acerca de los balances de fuerzas regionales. Al principio fue el Ministro de Defensa Avigdor Lieberman, que apareció el día domingo en el Congreso para la Seguridad de Múnich. Lieberman describió ampliamente los principios de las actividades de inteligencia que realiza Irán en el Medio Oriente. Dentro de sus lineamientos susurró su preocupación por lo que está haciendo un tercer país, lejano, con el cual Israel no tiene relaciones formales y que “están tratando de crear el caos en todas partes”… Lieberman se quejó de los iraníes “cuyo objetivo principal es Arabia Saudita”.

¿Desde cuándo se preocupa el ministro de Defensa de Israel por el sufrimiento de Arabia Saudita? La respuesta la ofreció al día siguiente su colega del gabinete, el ministro de Inteligencia Israel Katz. “Sí, hay cooperación entre Israel y estos países, pero no puedo describir cuáles”, admitió Katz: “Esta cooperación va a aumentar ya que los EE.UU. la va a dirigir. Y el primer objetivo es bloquear y presionar a Irán hacia fuera de la región”.

Los dos ministros tienen razón: los esfuerzos de Irán para actuar contra Israel alcanzan su pico en estos días. Los iraníes, alentados por su éxito conjunto por salvar al régimen de Assad en Siria, se desocuparon para declarar una guerra silenciosa contra Israel. Las actividades que hacen se desarrollan como pinzas de agarre. En la Franja de Gaza ayudan al brazo armado del Hamás con armas y dinero. En la frontera norte están trabajando para llenar los arsenales Hezbollah con cohetes de muy alta calidad, estos pueden causar derrotas en el campo de batalla para el ejército y la fuerza aérea israelí. Una década después de la segunda guerra del Líbano, se está construyendo en el Líbano una fuerza con la calidad y el nivel de un ejército nacional.

“Hay muchas cosas que Israel no conoce sobre las capacidades de la oposición (de Hezbollah)”, dijo en broma esta semana Naim Qassem, el segundo de Hassan Nasrallah, en una entrevista para televisión, “estas capacidades son mejores y diferentes a lo que eran durante la Segunda Guerra del Líbano”. Hace más de dos años Irán también trató de construir un tercer puesto de mando y operaciones contra Israel en la parte de Siria de los Altos del Golán. Funcionarios iraníes de alto rango que se acercaron a la zona fronteriza perdieron la vida en un ataque que le fue atribuido a Israel. “Tenemos tres problemas a tratar”, dijo esta semana el ministro de Defensa de la Conferencia Internacional de Múnich, “Irán, Irán, Irán”.

En el discurso público israelí, Irán ocupa un lugar de enemigo activo. Arabia Saudita, por el contrario, construyó una imagen moderada: “Es un líder entre los buenos”. Riad efectivamente no es un enemigo abierto de Israel y no apoya directamente a grupos y facciones que derraman su sangre. Sin embargo, la imagen que aparece en blanco y negro está lejos de la realidad.

La Iniciativa de Arabia Saudita

El régimen saudita ejecuta actividades subversivas en el Medio Oriente no menos desarrolladas que los iraníes. Están detrás de la comunidad sunita libanesa y tras su representante principal, el primer ministro Saad Hariri, que a la vez es ciudadano de Arabia Saudita. Su palabra se siente en todos los grandes acontecimientos políticos que tienen lugar en Beirut, y esta no es inferior a la de Irán. Están inmersos en Yemen hace más de dos años en una sangrienta campaña militar contra los milicianos chiitas Hutíes. Esta campaña se realiza sobre todo desde el aire, y en ocasiones las víctimas son civiles inocentes.

Apoyaron en Irak, en primer lugar, a la organización Al-Qaeda, que crearon sobre los restos del partido Baath y la gente de Saddam Hussein, en un esfuerzo por crear un contrapeso a la influencia iraní. Bahrein es también el escenario de sus actividades. Allí gobiernan la realeza sunita sobre una mayoría oprimida chiita, que la desafía todo el tiempo, a menudo con el apoyo de Irán. Los Sauditas apoyan a su aliado, el rey Hamed Iben Isa al-Khalifa, una asistencia constante para perseguir a la oposición entre la población chiita, sobre todo en el rubro de ayuda militar y de inteligencia.

Pero la mayor proporción entre las decenas de miles de millones asignados a sus operaciones en el extranjero durante los últimos años, entregó Riad a Siria. Arabia Saudita es en realidad el principal catalizador de la guerra para derrocar a Bashar El-Assad. En el verano de 2011, casi desde el inicio de la campaña, los saudíes decidieron acabar con él no importa a qué costo. Para ello establecieron milicias leales a Riad y apoyaron a facciones entre la población de Siria, y les proporcionaron armas y entrenamiento militar.

Los enviados de la inteligencia saudíes planificaron y diseñaron las políticas operativas de sus agentes en su lucha contra el régimen sirio. En las posteriores etapas se unieron a ellos otros países que apoyaron y apoyan a los rebeldes, incluyendo a Qatar, Turquía y los Emiratos Árabes Unidos. Sin embargo, la bandera la agitan desde Arabia Saudita. Si no fuera por la declaración de guerra a Damasco de la misma coalición sunita, Assad  no se hubiera defendido de forma tan inflexible, y así se hubiesen salvado la vidas de cientos de miles de civiles inocentes que fueron asesinados o exiliados de sus hogares.

“Ustedes trajeron a todo el mundo para combatir en Siria”, acusó Nasrallah a los sauditas en un discurso de hace dos años, “solamente para derribar al régimen de Assad. Destruisteis Siria, la asesinaron, la masacraron, y ustedes rechazan cualquier solución política allí”. En ese odioso discurso no se privó de reprocharles por su implicación en Irak después de Saddam Hussein: “¿Quién envió a sus suicidas y quién financió atentados criminales en Bagdad y en las ciudades de Irak, ataques que no pudieron distinguir entre árabes, kurdos, cristianos, sunitas, chiitas y turcomanos – hablamos de la inteligencia saudita”.

En las etapas críticas de la guerra en Siria parecía como que el plan de Riad estaba teniendo éxito, y el gobierno del Baath (Assad) se iba derrumbando. Pero luego se lanzaron al rescate de Assad tanto Hezbollah como Irán, que han derramado la sangre de sus hijos en un esfuerzo por protegerlo, y en una segunda fase también fue Rusia, que salvó a Damasco del colapso total, al menos por ahora. Todos estos años los saudíes y sus compañeros, los Qataríes, trataron, con asiduidad, de construir una imagen de tirano de Assad, quien sistemáticamente masacraba a su pueblo, y eso gracias a su hegemonía en los medios de comunicación y los canales por satélite en lengua árabe. El régimen tiránico sirio emprendió una vendetta contra los civiles pertenecientes a las facciones opositoras, incluyendo la destrucción de los edificios con sus ocupantes adentro. Pero el panorama emitido desde los medios saudíes y qataríes oculta “su” parte en la financiación y construcción de los grupos rebeldes, obligando a Assad a luchar sin compromiso.

La subversión Saudita en muchas de estas áreas es una imagen espejada de la participación iraní en el terrorismo y en el debilitamiento de los regímenes. Pero los saudíes, a diferencia de los iraníes, son más ricos, no son menos insidiosos, y lo más importante – gozan de aceptación occidental para todas sus acciones. Por lo general, trabajarán en silencio, tirando de las cuerdas de lejos, y usando mercenarios.

En Israel hay quienes sostuvieron a lo largo de los años de la guerra en Siria, que Israel se beneficiaba de la campaña militar israelí planificada desde Riad con el derrocamiento de Assad. La realidad demuestra lo contrario. Israel le debe enviar ramos de flores a todos los involucrados en el rescate de Assad. Si los estados del Golfo – nuestros amigos según el ministro Israel Katz ¿Sí?, hubiesen logrado derrocar al régimen de Damasco, tendríamos en las puertas de Israel a un segundo Irak. Nadie podría haber impedido que ISIS se hubiese colocado en la frontera norte de los Altos del Golán para actuar desde allí sin obstáculos contra las comunidades israelíes. Otro escenario de guerra se abriría, similar a la que tenemos en el Sinaí.

Incluso los esporádicos ataques de los ministros israelíes acerca de la situación de los derechos humanos en Irán es una burla a la inteligencia del oyente israelí. Aún no ha nacido un ministro israelí que realmente se preocupe por el estado de los derechos humanos de los ciudadanos iraníes. Si se preocupasen realmente de la situación, deberían entonces tener la amabilidad de interesarse también por la precaria situación de los derechos humanos en Arabia Saudita. Una observación hacia ese lugar nos llevará a un reino al estilo a Luis XIV, que es administrada hace nueve décadas por la misma familia que lleva la corona de mano en mano como si fuese un edificio en propiedad privada. No se elige allí a un parlamento, sino a un “consejo asesor” cuyos miembros son nombrados por el rey, y, naturalmente, no existe un procedimiento electoral para la elección del rey y los miembros de la legislatura.

Aunque Irán es el garbanzo negro de Occidente, la triste verdad es que si pudieran elegir los ciudadanos de Arabia Saudita, ellos estarían felices en encontrarse como parte de la República Islámica de Irán.

El intento de Netanyahu

Israel no sólo puede sino que debe establecer contactos secretos con los países que le ayuden a defenderse. Es probable que con el régimen saudita se pueda hacer negocios de todo tipo. Pero es mejor para el Estado de Israel que estas interacciones sean parte del debate público. No para satisfacer la curiosidad de los periodistas, sino para evitar la derrota y las pérdidas como ocurrió con Egipto. Durante cuatro décadas Jerusalén aceptó las exigencias de El Cairo para gestionar las relaciones como si se tratase de un hombre con su amante; estas relaciones no subieron nunca a un nivel de un acuerdo de paz que proporcionase un regalo digno para las generaciones futuras, aunque se mantuvo una alianza inestable. A la hora de la verdad, incluso casi colapsaron.

Aunque con los saudíes aún es demasiado pronto para hablar de paz, no hay ninguna razón para que un estado sólido y democrático conduzca relaciones oscuras con un régimen despótico que la necesita. Arabia Saudita no es sólo una fuerza militar y política importante. Es el régimen más astuto en la región, que apenas ha comenzado a luchar por su supervivencia existencial. Nunca sabremos el mapa completo de sus intereses. Junto a ella podemos robar un caballo, pero no tiene ningún problema – realmente al mismo tiempo – para robarte otro caballo de tu establo.

En uno de sus solemnes discursos, el Primer Ministro Binyamin Netanyahu, durante su actual mandato, explicó que Israel está experimentando cambios muy importantes en las relaciones con los países de la región. Estos regímenes fueron siempre relativamente tolerantes hacia Israel, y ahora buscan o confeccionan los mismos intereses cuando se sienten rodeados y amenazados por una tormenta.

No sólo el enemigo común iraní les anima a hacerlo, sino también dos instintos humanos simples: la necesidad de buscar un puntal ante la estacada, y el potencial para hacer negocios. Israel no sólo es una potencia militar, pero sobre todo es una potencia técnica, comercial y diplomática. No sólo los gobiernos solicitan su proximidad, sino también políticos árabes tientan su camino hacia aquí en secreto, diversos tipos de entidades empresariales y también particulares. Todo el mundo quiere lo que le falta – desde una licencia de trabajo o de refugiados, a través de una cooperación en temas de inteligencia, o para establecer las bases para las futuras relaciones con miles de millones en transacciones.

La creciente corriente que se revela ante el primer ministro y ante los jefes de las autoridades de defensa, los llevo a un pensamiento creativo. “Siempre solíamos decir”, dijo Netanyahu en el mismo discurso, “que en el momento que nos movamos, que se establezcan las relaciones de paz con los palestinos, se llegará a una paz con todo el mundo árabe. Pero cada vez más yo pienso, que el proceso también puede moverse en la dirección opuesta. La normalización, o la promoción de las relaciones con el mundo árabe, nos ayudarán a promover una paz sobria, más estable y respaldada… con los palestinos”.

En otras palabras, el primer ministro mostró que en su cerebro se estaba cocinando un camino de paz que circunvale Ramallah. Se trataba de un globo de ensayo interesante, basado en un pensamiento creativo, y tiene como objetivo extraer a Israel del aislamiento regional relativo y para derribar el histórico boicot árabe. Pero dado que el Primer Ministro reveló los secretos ocultos en su corazón, declararon desde las capitales árabes, dirigidas por Riad, que rechazan su idea. Abbas se reunió con sus líderes, y se le dio una póliza de seguro. “No te vamos a vender”, le dijeron, y declararon su negativa a hacer la paz sin resolver el problema palestino.

¿Por qué Arabia Saudita, un reino “moderado”, líder del mundo suní, no ha saltado a abrazar esta tentadora oferta? La pregunta más correcta es, ¿por qué si saltar? La paz con Israel, por desgracia, no es interesante para los sauditas. Ni para sus hermanos en los Emiratos Árabes Unidos. Ambos están interesados en enfrentar sus amenazas existenciales. La exterior – Irán, la próxima y peligrosa, y dentro de sus países – el Islam radical. Un acuerdo de paz de Israel que no les dé a los palestinos tranquilidad, va a reforzar a estas dos amenazas y les dará legitimidad para actuar en contra de los nuevos amigos de Israel, o exacerbará la lucha ya tensa en contra de ellos. Para ellos, se trata de un dolor de cabeza. Esto es un peligro real.

Y hay una segunda razón para constatar la falta de voluntad categórica para lanzarse al carro de la paz con Jerusalén: Todo lo que Arabia Saudita necesita, y los Emiratos Árabes Unidos y sus vecinos están necesitados en Israel ahora… lo están consiguiendo de todos modos… de acuerdo a fuentes extranjeras, por supuesto.

 

El escritor es un comentarista de asuntos árabes de la Radio del Ejército

 

 
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