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| jueves abril 25, 2024

TRUMÁ


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El pueblo de Israel es llamado a contribuir con quince materiales – oro, plata y cobre; lana teñida de color azul, púrpura y rojo; lino, pelo de cabra, pieles de animales, madera, aceite de oliva, especias y piedras preciosas – con los cuales, Di-s le dice a Moshe: “Harán para Mí un santuario, y Yo voy a morar entre ellos”.

En la cima del Monte Sinai, Moshe recibe las instrucciones detalladas sobre cómo construir esta morada para Di-s, de manera que pueda ser fácilmente desmantelada, transportada y rearmada durante los diferentes viajes del pueblo por el desierto.

En el cuarto más interno del Santuario, tras una cortina bordada artísticamente, estaba el Arca conteniendo las Tablas del Testimonio grabadas con los Diez Mandamientos; en la tapa del Arca había dos querubím (ángeles) tallados en oro puro. En el cuarto exterior se encontraba la Menorá de siete velas y la Mesa sobre la cual se acomodaba el “pan de rostros”.

Las tres paredes del Santuario estaban formadas por 48 planchas de madera paradas, cada una de las cuales estaba recubierta en oro y sostenida por un par de bloques de plata. El techo estaba formado por tres capas de coberturas: (a) tapetes de lana y lino multicolores; (b) una cobertura hecha de pelo de cabra; (c) una cobertura de pieles de carnero y tajash. En el frente del Santuario había una cortina bordada sostenida por cinco postes.

Una serie de cortinas de lino soportadas por 60 postes de madera con ganchos de plata rodeaban el Santuario y el Altar de cobre que se encontraba a su frente. Las cortinas estaban reforzadas por estacas de cobre.

NOSOTROS SOMOS EL SANTUARIO

Cuando di-s da la orden de construir el Santuario no dice “Y Yo voy a morar en él”, sino “Yo voy a morar entre ellos”, que también puede ser interpretado como “y Yo voy a morar en ellos”. Es que en cierto sentido, debemos hacer de nosotros mismos, a través de nuestra conducta, una morada, un Santuario en el que Di-s pueda morar.

Infundiendo Divinidad

Todas las estacas del patio deben ser hechas de cobre. Exodo 27:19

Las estacas eran clavadas en la tierra, indicando que la santidad del Tabernáculo de hecho penetraba en el suelo. Al construir el Tabernáculo en el desierto, y al “construir” nuestros Tabernáculos personales internos, infundimos Divinidad incluso en aquellos lugares que parecen ser, como el suelo, inanimados e inertes. (www.es.chabad.org)

Una de las cualidades de Aharón el Cohen era la de amar la paz y perseguirla. La bendición de los Cohanim nos sugiere que los Cohanim bendicen al pueblo de Israel para que posean las virtudes de Aharón, y que sean también amantes de la paz y la persigan. (www.es.chabad.org)

El Propósito de la Riqueza

Por Shlomo Yaffe

En la lectura de la Torá de esta semana leemos acerca del Mishkan, el Tabernáculo móvil, el Santuario que precedió al Santo Templo en Jerusalén. Una gran cantidad de oro, plata y piedras preciosas fueron para la construcción del Mishkan, sus utensilios y las vestimentas del Cohen Gadol, el Sumo Sacerdote. Esta riqueza vino de los tesoros que los judíos sacaron de Egipto como reparación por las décadas de esclavitud. En verdad, Di-s prometió a Abraham que tras la esclavitud de sus hijos, dejarían la tierra de su cautiverio «birejush gadol», con gran riqueza.

Sin embargo, las posesiones no son un fin en sí mismas. En realidad, una persona cuya vida evoluciona alrededor de ellas se convierte en esclavo de su propiedad. Podemos retornar a un Egipto de nuestra propia hechura.

En la lectura de la Torá de esta semana, sin embargo, todo el tema es destacado: Tomamos el oro y la plata que recuperamos de Egipto e hicimos de ellos un Mishkan —una morada para Di-s.

Puesto que la Torá es eterna y personal, hay aquí un claro mensaje para cada uno de nosotros: Di-s nos otorga posesiones físicas; nosotros las transformamos en recipientes para la presencia de Di-s.

Cuando Di-s nos da una casa la llenamos de estudio de Torá e invitados para Shabat y las festividades. Entonces los ladrillos y el revoque se convierten en un hogar para Di-s.

Cuando Di-s nos da riquezas, la usamos para caridad en todas sus formas. El esfuerzo que ponemos en nuestras profesiones se convierte en un esfuerzo para mantener a los pobres, el estudio de la Torá y la difusión de la Torá para aquellos que están sedientos de ella pero que aun no saben qué les falta. Nuestra actividad mundana en el mercado se convierte en un vehículo para la voluntad de Di-s.

Cuando Di-s nos da sabiduría y conocimientos, los usamos para enseñar Torá a nosotros mismos, a nuestras familias y a otros. Nuestra mente humana entonces se convierte en un lugar donde mora la mente de Di-s.

Cuando Di-s nos da carisma y don de gente, los usamos para inspirar a nuestros prójimos para que aumenten su adhesión a Di-s, y organizamos una comunidad para hacer cosas buenas y santas. Entonces hemos hecho de la interacción de nuestra alma una cadena propulsada por lo Divino.

Como dijo el Maguid de Mezritch: «Di-s nos dio material físico. Entonces tomamos lo físico y lo hacemos Divino».

¡Elevate tú!

Cuando era un niño, Rabí Zalman Aharon (el ‘Razó’), hermano mayor de Rabí Shalom Dovber de Lubavitch (el Rebe «Rashab»), se sentía molesto porque era notoriamente más bajo que su hermano menor.

Un día, el ‘Razó’ salió disimuladamente detrás de su hermano y lo empujó a una zanja poco profunda. Cuando el Rashab, sorprendido, se puso de pie desde el fondo de la zanja, el ‘Razó’ aprovechó el momento y señaló que ahora él era más alto.

Rabí Shmuel de Lubavitch, padre de ambos muchachos, observó todo el episodio. El Rebe pidió una silla, y le indicó al Razó’ que se subiera a ella, y le preguntó:

«Dime, ¿quién es más alto ahora?»

El ‘Razó’ contestó vehementemente que de nuevo él era más alto.

«¡Ajá!» Dijo Rabí Shmuel. «¡Ahora lo sabes! Para ser más grande que tu compañero, no hay ninguna necesidad de tirarlo abajo. ¡Simplemente tú debes elevarte!» (www.es.chabad.org)

 
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