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| jueves abril 25, 2024

Un soplo de aire fresco en la ONU


Ni bien resultó electo, incluso antes de asumir funciones, Donald Trump hizo saber al mundo entero que había un nuevo sheriff en la ciudad. En rápida sucesión, desconcertó a la prensa, irritó a los opositores, desorientó a Rusia, advirtió a China, insultó a México, ofendió a Australia, desafió a Irán y alteró los nervios a buena parte de Europa. En medio de tanta cacofonía política, sin embargo, alcanzó a hacer algo formidable por Israel en las Naciones Unidas: dijo las cosas como son, al inyectar dosis de realismo en un ámbito demasiado acostumbrado al doble discurso y al doble rasero. Dos intervenciones de diplomáticas norteamericanas en Nueva York y Ginebra ilustran el punto.

El 16 de febrero Nikki Haley, la flamante embajadora de EEUU ante la ONU, participó por vez primera en la reunión mensual sobre asuntos del Medio Oriente. Al salir de la sala de reuniones dio una conferencia de prensa que vale la pena citar por extenso.

Se supone que el Consejo de Seguridad debe debatir cómo mantener la paz y la seguridad internacionales. Pero en nuestra reunión sobre Oriente Medio la discusión no fue sobre la acumulación ilegal de cohetes en el Líbano por parte de Hezbolá. Ni sobre el dinero y las armas que Irán brinda a los terroristas. Ni sobre cómo derrotamos al ISIS. Ni sobre cómo responsabilizamos a Bashar al Asad por la masacre de cientos y miles de civiles. No: la reunión se centró en criticar a Israel, la única democracia auténtica del Medio Oriente.

(…) Estoy aquí para decir que Estados Unidos no hará la vista gorda ante esto. Estoy aquí para subrayar el firme apoyo de Estados Unidos a Israel. Estoy aquí para enfatizar que Estados Unidos está decidido a enfrentar el sesgo anti-Israelí de la ONU.

El enfoque prejuicioso de la cuestión israelo-palestina no favorece el proceso de paz. Y no tiene relación con la realidad del mundo que nos rodea. El doble rasero es impresionante… Este sesgo antiisraelí de las Naciones Unidas hace mucho tiempo que precisa un cambio. Estados Unidos no vacilará en denunciar ese sesgos en defensa de nuestro amigo y aliado, Israel.

La otra intervención que quiero destacar fue la de Erin Barclay, alta funcionaria del Departamento de Estado, ante el Consejo de Derechos Humanos el pasado día 1. Este es el foro de la ONU que lidera el debate sobre derechos humanos. Su composición actual da una idea de su anormal funcionamiento, pues alberga como vigilantes de los derechos humanos a Cuba, Venezuela, Burundi, Bangladesh, China y Arabia Saudita, entre otros depredadores. Esto es parte de lo que dijo la delegada norteamericana:

Estados Unidos (…) sigue profundamente preocupado por el enfoque constante, desigual e injusto del Consejo en torno a un país democrático, Israel. Ninguna otra nación es objeto de todo un ítem de agenda. ¿De qué forma puede considerar eso una prioridad razonable? En este momento, el régimen de Asad está bombardeando hospitales en Siria y forzando a su propio pueblo a huir como refugiado a países vecinos para escapar de su régimen asesino. Ahora mismo, en Corea del Norte e Irán, a millones de personas se les niegan sus libertades religiosas, de reunión y asociación pacíficas y de expresión. La obsesión con Israel (…) es la mayor amenaza a la credibilidad del Consejo.

(…) Cuando se trata de los derechos humanos, ningún país debe estar libre de escrutinio, pero tampoco debería ser regularmente sometido a injusticias, desequilibrios e infundadas parcialidades un país democrático (…) Para que este Consejo tenga credibilidad, y ni qué decir éxito, debe alejarse de sus posiciones desbalanceadas e improductivas. A medida que consideremos nuestros compromisos futuros, mi Gobierno estudiará las acciones del Consejo con miras a su reforma, para lograr más plenamente su misión de proteger y promover los derechos humanos.

Yo presencié muchas de esas reuniones surrealistas del CDH durante mi residencia en Suiza. No ha sido esta la primera vez que EEUU defiende a Israel en su seno, pero este alegato a favor del trato ecuánime y el sentido común al inicio mismo de una nueva Administración es especialmente refrescante. Ídem en lo concerniente a Nueva York. La denuncia de la embajadora Haley es una de las más contundentes que he escuchado en boca de un diplomático estadounidense desde los tiempos de Daniel Patrick Moinyhan. La situación ahí es tan mala para Israel que Samantha Power, quien fuera la embajadora del presidente Obama ante la ONU, debió admitirlo el pasado diciembre en el mismísmo Consejo de Seguridad… mientras defendía la artera abstención de Washington en una resolución hostil a Jerusalem. Esta parcialidad, dijo “no sólo perjudica a Israel, sino que socava la legitimidad de las propias Naciones Unidas”.

Afortunadamente, ahora Obama está surfeando en Hawai, renovados aires soplan en la ONU. Esperemos que duren.

 
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