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| viernes marzo 29, 2024

Lo continuo


La porosidad, irregularidad y dispersión de los seres y las cosas hace que al buscar la sabiduría estemos, en realidad, detrás de lo continuo y homogéneo, aunque más no sea  porque su mera idea nos calma. En el monumental I ching, o Libro de los cambios  de los chinos la línea entera corresponde al cielo y la partida a la tierra, las cuales combinadas entre sí dan los hexagramas cuyos orígenes se remontan, parece, a las técnicas de adivinación basadas en la caparazón de las tortugas. La búsqueda de lo continuo, por otra parte, está también  en el zazen o la meditación budista y en  muchas otras rutas espirituales. Aspiramos una y otra vez a lo trascendente, a lo ilimitado. Se repiten los ritos, las posturas, los ensalmos, los mantras, las oraciones con el fin de cauterizar las heridas del tiempo. En el libro del Exodo 25:30 leemos: ´´Delante de mi( dice el Creador ) continuamente.´´ Lefanai tamid. La referencia  se da en el contexto del pan de la proposición, pero sabemos que no sólo de alimentos materiales vive el hombre.

            La voz tamid, traducible por siempre, continuamente, figura en talmid, estudiante, y alude, por su valor numérico, 454 , a  nikdash, santificado, sacralizado, de donde será sagrado todo lo continuo e, inversamente, profano lo discontinuo. Será sagrado el regreso, lo cíclico, lo que se recupera de uno u otro modo. Sólo evocando ese nexo entre lo continuo y el estudiante, entendemos la pasión hebrea por la exploración de sus fuentes escritas, que en realidad  consiste en un espíritu de indagación permanente no exento de intranquilidades y oscilaciones de ánimo.  Al mismo tiempo, no otra cosa propicia, a su modo, la meditación, que es siempre igual a sí misma y aún así diferente cada vez.  En tamid  o siempre hallamos también la expresión miad, inmediatamente, ahora mismo,  lo cual insinúa que ese continuo está presente en todas partes, aquí y ahora  si acercamos el pan de nuestra proposición, el eje de nuestro cuidado al altar de lo cotidiano. El Baal Shem Tov decía que a veces había que dejar de rezar para pensar en Dios, es decir suspender la tendencia ritual para entregarnos al puro devenir, a eso que el maestro japonés Takuan, que vivió en el siglo XVII, denominó Misterios de la sabiduría inmóvil. No se trata de que lo que llamamos  Espíritu sea o esté inmóvil, si no que no debe circunscribirse, fijarse, adherirse siempre a lo mismo. ´´El mal consiste-escribió Takuan-en no rechazar los pensamientos precedentes y en conservar más tarde restos del pensamiento actual. Cercenad el intervalo entre el precedente y el presente; cortad los términos anterior y siguiente. Eso significa no circunscribir el  Espíritu.´´ Es decir busquemos lo continuo debajo del tiempo, el fuego bajo la cenizas de las horas.

            Siendo, como es, ciertamente muy difícil cortar del todo nuestras costumbres y hábitos, sin embargo es preciso hacer con frecuencia un alto en el camino para mirar el cielo, subir de lo partido a lo entero, de nuestro planeta a las grandes estrellas si queremos renovar la música de nuestros latidos.  El arte del pulido se desarrolló en joyería con el fin de dar continuidad, homogeneidad a las superficies de las piedras preciosas, y con  la intención de que, al tacto, la suavidad nos acariciase la piel.  En la tradición judía, en concreto en las sinagogas sefaradíes, suele haber un caligrama que contiene ciertos versículos de los salmos junto a la expresión:  shaviti adonai le-negdi. Estoy, y estuve, siempre delante del Eterno, o bien me situé frente a lo eterno. Ese pequeño objeto ritual, en realidad una suerte de icono caligráfico, actúa a la manera del norte de la brújula, pero indicando el este, es decir la salida del sol. También existe la ner tamid o lámpara votiva que nos recuerda esa continuidad, esa especie de ancla mística en el mar de la existencia. En el vasto y ancho mundo del Islam, y en las mezquitas, existe asimismo la hornacina o mihrab hacia la que el creyente debe dirigir la mirada cuando reza. Marinos y pastores  trashumantes  seguían a la Estrella Polar para ordenar sus viajes. El hecho de que busquemos orientación espacial para encontrar lo atemporal forma parte del fenómeno de la concentración, el cual, a su vez, ayuda a fortalecer nuestra identidad. El filósofo Boecio escribió: ´´El instante que pasa hace al tiempo, el que permanece a la eternidad.´´

 
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