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Israel 69º – Los zapatos aprietan pero el sendero es el correcto


 

Traducido por Hatzad Hasheni

MAYO 1, 2017 NOTICIAS88

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El gen judío pesimista amenaza con controlarnos en cada siglo, pero siempre el movimiento nacional ha dado sus frutos. Cuando se describe la realidad de forma más oscura que el negro ante una situación, hay quienes se desesperan pero también surgen aquellos que son llamados a la bandera y hacen lo necesario para mejorar la situación reparando.

Tenemos una especie de gen pesimista, que expresa una ansiedad existencial y que encuentra en el humor negro una forma de manifestarse. Dicho gen viene acompañando al estado en sus 69 años de vida en todos los incidentes en donde la nación recita siguiendo las palabras de los que encienden las antorchas en el Monte Hertzl (en la ceremonia de la fiesta de la Independencia) y que dice “por la gloria de Israel”. El origen del gen es aparentemente antiguo. Tal vez por el miedo a la libertad manifestada en la frase “Nitna Rosh ve-Nashuva Mitzraima”) Números 14:4 – “¡Nombremos un cabeza, y volvámonos a Egipto!”). Es probable que la pesadilla del Holocausto ha añadido cromosomas para los que predicen malas noticias.

Israel estaba a punto de convertir en realidad esa amarga expectativa terrible al nacer. En mayo de 1948 David Ben-Gurion adoptó la decisión más dramática y desde entonces la motivación fáctica que subyace en el temor por la pérdida de nuestra existencia disminuyó de manera constante y gradualmente, pasando por períodos cortos de tiempo en donde la seguridad nacional se perdía un poco. El hombre que dirigía la lucha en el terreno durante la Guerra de la Independencia (1948), el profesor Yigal Yadin, dijo que las posibilidades de sobrevivir a un ataque de los ejércitos árabes llegaban a un 50 por ciento.

El gen pesimista existe porque la gran mayoría de las decisiones críticas se adoptan con una “probabilidad alta”, pero no con plena seguridad. La semana pasada, durante la vergonzosa tormenta contra los padres en duelo en el Comité de Auditoría de la Knesset, Binyamín Netanyahu expresó una frase que describe vívidamente la difícil situación del que toma las decisiones. Dijo acerca de la Operación Margen Protector (2014) y esto es cierto en todos los asuntos cuyos resultados cruciales pueden ser desastrosas o salvadoras… que “Hay una gran cantidad de información (reduciendo el miedo a equivocarse), y sin embargo nunca es completa la información, y las decisiones no se adoptan con total certeza”. Esto significa que hay lugar también para la intuición, el sentimiento, la inclinación, todo lo cual puede iluminar la historia del que toma las decisiones con una luz brillante o con las críticas desde el fondo del foso.

El pesimismo aparece a lo largo de toda nuestra independencia, y no sólo en los momentos más cruciales. Se notaba en los años 60’ con intelectuales como el profesor Yeshayahu Leibowitz o Eliezer Livneh (¿Quién sabe? ¿Quién los conoce?) quienes advirtieron que si el reactor nuclear de Dimona se construía los judíos seríamos atacados por una fuerza militar combinada ruso-estadounidense, y que de todo ese proyecto “no quedará nada más que el nombre en las ruinas Alternativa de Sansón” (de esta forma Leibowitz menospreció a Shimón Peres por este proyecto, que es un fundamento principal para lograr poner en práctica la visión de Theodor Hertzl de establecer un “refugio seguro para el pueblo judío” de acuerdo al derecho internacional).

Estos son los años en donde el escritor Yizhar Smilansky (S. Izhar) desprecio a los nuevos jóvenes como si fueran una “generación de café expresso”, mientras que Uri Sela publicaba de forma anónima un librito de chistes deprimentes, siendo el más conocido de estos chistes el del judío que llegaba al aeropuerto israelí de Lod y decía “los últimos que apaguen la luz”.

Hubo, por supuesto, momentos de angustia existencial que fueron comprensibles. Durante el duro período de la espera de 1967, cuando Gamal Abdel Nasser comenzó de manera unilateral sus acciones bélicas e Israel se estancó, allí era posible comprender que en el Estado se había dañado el anillo protector, cuando se comenzó a excavar fosas comunes en el Parque Meir de Tel Aviv. Sin embargo, los resultados indicaron que los predicadores pesimistas y los profetas de la destrucción habían exagerado sus miedos y propagaron dicho sentimiento entre el público en general. No todos los desacuerdos que surgen de vez en cuando son importantes, cruciales y emocionantes para llevarnos a la conclusión que afirma (sobre todo en amplios círculos de la élite) que Israel se encamina hacia el desastre. Eso se expresa con las siguientes palabras… “Está bien nosotros pero ¿qué pasará con nuestros hijos?” por un lado se expresa desesperación, una especie de “nada se puede hacer”.

Es posible que la situación sea más compleja. El humor negro y el gen pesimista provocan un daño en la calidad de vida de muchos israelíes y nos planta árboles envenenados en las almas jóvenes… aunque hay otra cara de la moneda, y por lo general esta otra cara produce movimientos de corrección. Cuando aumenta las descripciones que todo es más oscuro que el negro hay quienes reaccionan desesperados pero también aparecen aquellos que son llamados a la bandera y salen a mejorar la situación o si logran una reparación completa.

La difícil atmósfera actual no surge de una ansiedad existencial. Israel confía en si misma, tal vez incluso es demasiado complaciente consigo misma (me preocupan los recortes en el ejército permanente y una desaceleración en los proyectos de ciencia avanzada en general y también en los de seguridad en particular). Pero en el fondo no tenemos que enfrentarnos a una amenaza existencial. En la mayoría de los años de la historia del pueblo judío, este aceptaría feliz vivir como en estos días como si cantásemos la canción de la Hagadá “Daieinu” – “suficiente”. El presente no nos basta, y eso es bueno. Solamente cuando vivimos una situación de calma en los temas de seguridad nacional existe en el país una guerra cultural, una batalla masiva contra las élites, a menudo la elección no fácil entre dos valores elevados – entre la “igualdad” y la “excelencia”… una elección que no es fácil en absoluto (que también es parte del fenómeno general de la democracia mundial que se manifiesta en las elecciones en los EE.UU. y Francia, y pronto en Alemania… y en particular en la retirada de Gran Bretaña del mercado europeo).

No hay dudas que los fenómenos que se revelan frente al observador israelí son graves. Israel es una economía próspera con una injusticia social pesada. ¿Qué lado apoyar, adular a los que hacen el trabajo o condenarlos por el abandono de los débiles?

Somos testigos de una lucha entre laicos y ortodoxos que nos apasiona pero que también tiene unas mandíbulas amenazantes. La batalla tiene lugar en las aulas. Yo creo que el futuro es prometedor. No es tan importante el número de judíos ultra-ortodoxos que evaden el ejército, sino los números de los que son bastante indiferentes a lo que dicen sus rabinos y se alistan de todos modos a las filas del Tzahal y tampoco es importante cuántos rabinos Hardelim (ortodoxos nacionales) amenazan a los padres religiosos para que no envíen a sus hijas al ejército, sino que importan más aquellos que ignoran lo que les dicen y se enrolan como combatientes y pilotos, incluso como mujeres tanquistas.

La semana pasada me encontré en la ceremonia de la Fuerza Aérea en Herzliya. Vi, por primera vez, no sólo a muchos religiosos, sino también un hilo de judíos ortodoxos. Con la borla exterior y los otros símbolos de la religión, los veían participando y siendo parte en la fuerza que es considerada como la más laica a lo largo de las generaciones de las Fuerzas de Defensa de Israel. Si los religiosos nacionales y los ultra-ortodoxa no sólo se acercan a la modernidad, sino también le añaden un toque de cultura judía a los tradicionalistas o a los seculares esto es una bendición… no es una razón para estar tan ansiosos hasta el punto de decir que Hassan Nassrallah es menos peligroso que Naftali Bennett (como afirmó el periodista Yosi Klain en el diario Haaretz).

Qué creían muchos israelíes, ¿Qué ese proceso largo y complejo iba a ocurrir sin peleas callejeras que claman al cielo? ¿Sin que representantes de instituciones rancias promuevan una reacción y le pidan ayuda al mundo de ayer y a los hijos de la oscuridad? Esta guerra cultural es necesaria, no hay alternativas.

También en el segundo frente de la misma guerra. Alguien al que no le reconocí su voz dijo hace unos días en la radio “Kol Israel” que la costumbre mundial es que el perro ladra (los medios de comunicación) pero la caravana sigue su marcha (el gobierno). Pero en Israel, agregó, el convoy también ladra y los perros se sienten amedrentados también. Es malo, pero también nos muestra que los medios de comunicación (y ante todo la Suprema Corte de Justicia) alcanzó tan importantes logros que la caravana no se puede permitir la opción de ignorarlos, el gobierno ladra porque está preocupado por la fuerza de aquellos que los controlan tanto y de manera significativa.

La libertad de prensa y la independencia de las cortes y hacer frente a la corrupción rampante en todas las instituciones públicas y corregir las diferencias sociales son grandes guerras que fijaran el carácter del Estado. El resultado positivo no está garantizado. Depende del esfuerzo de los hijos de la luz y el contraataque de los de la oscuridad. Pero el fundamento de las cosas es que aunque la imagen actual puede parecer dura no hay una razón para la desesperación. Ni siquiera para la decepción. El avance hacia la “gloria de Israel” se está llevando a cabo junto a un esfuerzo incesante y bajo presiones sociales y políticas importantes.

Todo se coronará con éxito – si en última instancia, Israel elige no por el camino del mesianismo loco, ni por el camino de las pesadillas negras, sino por lo que guio al movimiento sionista desde que David Ben-Gurion tomo el volante del movimiento: Un compromiso que en esencia es tratar de lograr lo máximo que es posible, sólo lo que es posible, ni más ni menos. Es probable que en los albores de los 70 años de independencia, el Estado de Israel está cansada y lucha para fijar el camino. Los zapatos nos aprietan pero el sendero es el correcto.

 

 

 
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