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| viernes marzo 29, 2024

“Si se firmó la paz ¿Para qué volver al odio y la violencia?”.


Con el académico y traductor egipcio Amer Zakaria, gran conocedor de Israel.

Este reportaje lo realizamos por escrito, enviando preguntas a nuestro entrevistado a El Cairo, y recibiendo sus respuestas en perfecto hebreo. Es que Amer Zakaria

Khalil (45), es un conocido traductor del hebreo al árabe, hombre de la academia y Director Administrativo del Centro Académico Israelí en El Cairo desde 1996.  Probablemente sea el egipcio que más sabe hoy de Israel.

Recibió su Licenciatura en Lengua y Literatura Hebrea en la Universidad de El Cairo en 1993, a lo cual agregó en el 2011 estudios avanzados (diploma) sobre Israel en la Facultad de Ciencias Políticas de la misma institución.

De cara a Iom Haatzmaut, aceptó concedernos esta entrevista.

 

 

Zakaria, es un placer al fin realizar conversar contigo. Tu voz es conocida en las radios israelíes, que te entrevistan a menudo. ¿De dónde viene tu gran interés por Israel, este vínculo tan singular?

 

La verdad es que la relación con Israel siempre estuvo en mi mente  y yo hasta diría en la de todo ciudadano egipcio, debido a las guerras entre ambos países. En mi caso personal, tanto mi padre como mi tío participaron en la guerra de Iom Kipur en 1973. Yo era entonces un niño de dos años. Mi padre terminó su servicio militar después de la guerra y en el seno familiar siempre oímos hablar de esa guerra.

En 1977 el Presidente Sadat viajó a Jerusalem y en 1979 se firmó el acuerdo de paz. Tengo aún algunas memorias de ello. Lo que tengo bien claro es que en casa se hablaba de eso, se decía que era algo muy importante y positivo para poner fin al derramamiento de sangre. Con la paz también recuperamos el Sinaí y preservamos nuestra dignidad nacional. Y cuando Sadat fue asesinado, recuerdo que en los medios y en mi familia se hablaba de que había pagado con su vida por la lucha por la paz.

 

Ya de grande, algo te tiene que haber acercado al tema Israel…

Te diré que mis estudios fueron comunes y corrientes. En aquellos años ni soñaba que tiempo después me pondría a estudiar hebreo. Originalmente mi intención era estudiar lengua y literatura inglesa porque de niño había estudiado en una escuela particular en la que todos los materiales eran en inglés. Por tan solo medio punto no pasé los exámenes de ingreso a esos estudios y no sabía qué hacer. Dando vueltas por la Facultad de Humanidades en la universidad de El Cairo vi que había un departamento de Lenguas Orientales. Enseñaban hebreo, arameo, etíope, persa, turco y urdu. Me alegré mucho y sentí que Dios me estaba compensando por haberme perdido el departamento de inglés.

 

¿Qué dijo tu familia?

 

Mi padre, de bendita memoria, se oponía a que yo estudie hebreo porque no era un campo tan conocido en la sociedad egipcia y no tenía un futuro claro. Mi tío, por otra parte, sí me apoyó  y dijo que seguramente yo podría destacarme en estos estudios y quizás conseguir un buen puesto en la televisión, en la prensa, en turismo, la academia o quizás inclusive la Inteligencia. Eran buenos años en las relaciones entre Egipto e Israel. Comencé pues mis estudios y realmente me destaqué. El último año tenía las notas más altas de todos.

Y como siempre visitaba el Centro Académico Israelí durante mis estudios, me conocían bien. En 1994 me tomaron como bibliotecario en el centro, porque uno de los requisitos era saber hebreo. Cuando terminé mi servicio militar, volví al trabajo y me promovieron al cargo de Director Administrativo, un cargo que hasta ese momento había sido desempeñado únicamente por israelíes.

Durante mis visitas asiduas al centro académico, cuando estudiaba entre 1990 y 1993, me encontré allí con muchos israelíes y escuché conferencias de boca de varios de los más importantes escritores, como Amos Oz, A.B.Yehoshua, Yehuda Amihai. Mi interés en Israel fue aumentando cada vez más .Y tanto el Centro como el idioma que aprendí, fueron para mí un trampolín para acercarme   y conocer bien un país que para muchos egipcios es una incógnita.

 

Amer , has estado varias veces en Israel. ¿Cuáles fueron tus impresiones?

Visité Israel en cuatro oportunidades hasta ahora y mi intención es continuar haciéndolo. Mi primera visita fue en el 2007, tras once años de trabajo en el Centro Académico israelí en El Cairo. Y aunque sabía ya el idioma a la perfección, aunque mi director  y colegas de trabajo eran israelíes, tenía cierto temor de viajar solo. El Director del centro y varios compañeros viajaron conmigo, me acompañaron a muchos lados. Recuerdo mi primera noche en el hotel en Tel Aviv. No podía creer que estaba allí solo. Temía quizás no poder volver a mi casa, o que me detengan por ser egipcio.

 

Pero había paz…

 

Sí, pero no sabía cómo podía ser todo en la práctica, en la realidad.  En mi segunda y tercera visita me sumé a un grupo organizado de la Cancillería israelí para funcionarios locales en El Cairo. El Centro Académico me pagó el paseo.

Y a mi cuarta visita, la última por ahora, viajé invitado por la dirección del Centro Académico, para un evento especial dedicado al lanzamiento del libro del Profesor Shimon Shamir precisamente sobre la historia del Centro Académico israelí en El Cairo. El fue  su fundador en 1982. En esa oportunidad prolongué mi estadía para visitar amigos que había conocido en El Cairo en ocasiones anteriores. Siempre me recibieron con alegría.

 

¿Cómo te sentías en la calle?

Recuerdo que en mi última visita, el año pasado, me sentí muy libre al dar vueltas por la calle. Pude pasear solo, amigos me invitaron a visitarlos en sus casas y hasta tuve un kidush de shabat con la familia de uno de ellos. También salimos a comer en restaurantes variados. Y aproveché la oportunidad para conceder una entrevista amplia, de una hora, desde el estudio, a la emisora Galei Tzahal .Eso fue para mí una gran experiencia.

Recuerdo que viajé varias veces solo en taxi y los conductores judíos en general no creían que soy egipcio, por mi buen hebreo . Recién cuando les mostraba mi pasaporte egipcio daban crédito.

 

Puedo entenderlos.

 

Un día entré a un negocio de kipot y souvenirs en Jerusalem. El vendedor era un judío ultraortodoo. Hablamos en hebreo, no le expliqué de dónde soy y al final me pidió que me ponga una kipá porque estamos en Jerusalem. El mismo me puso una kipá en la cabeza. Yo me sentí medio incómodo y dudé si explicarle  o no. Temía que no me entienda bien. Salí del negocio con la kipá puesta y recién unos 50 metros más adelante me la saqué, porque tenía miedo que algún terrorista me acuchille.

 

Increíble…Surrealista, realmente…

En mis visitas aprendí que en Israel hay una gran variedad de ideas. No están todos a favor de Egipto o contra Egipto, ni todos contra la paz con los palestinos. Algo así no existe en mi país.Desde que se interrumpieron las conversaciones de paz entre Israel y los palestinos y a raíz de las guerras con Líbano y Gaza, en Egipto se consideraba prácticamente prohibido decir una buena palabra sobre Israel o ser objetivo.

 ¿En qué medida dirías que eres fuera de lo común en cuanto a tu visión de Israel?

Soy sin duda muy pero muy fuera de lo común. Doy entrevistas en los medios israelíes, escribo artículo tanto en medios israelíes como en egipcios sobre temas relacionados a los dos países. Y aunque no siempre estoy en favor de las posturas israelíes, a veces me parece que me culpan de cosas porque traduzco libros del hebreo al árabe. Hasta ahora he traducido 17 libros y he escrito dos. Esto llegó a un punto especialmente delicado en la feria internacional del libro el año pasado, cuando publiqué una traducción del libro “Las mil y una noches.com” del comentarista de asuntos árabes  Jacky Hugi, que también es muy buen amigo mío y viajó personalmente a la feria. Antes de la feria se publicó una nota sobre Jacky y sobre mí en la que conté que hace más de 15 años que somos amigos , que conozco a su familia y él a la mía y que nos hemos visitado mutuamente. A raíz de esa nota, se publicó otra en un portal electrónico egipcio bajo el título “Por primera vez, un libro israelí en la feria del libro”. La nota contaba sobre mi amistado con su autor. El tema fue muy comentado y llegó hasta el parlamento egipcio y el Ministro de Cultura. Salieron voces exigiendo llevarme a juicio por traducir del hebreo y ser amigo de israelíes. En otro artículo ,en una revista gubernamental, me acusaron de traidor. Y eso, sin saber que también trabajaba en el Centro Académico Israelí.

 

Qué tristeza me da este relato, tantos años después de firmada la paz entre ambos países…

 

La verdad es que me sentí muy herido porque yo jamás concebiría traicionar a mi patria, Egipto, y sé bien lo que hago.Si Sadat firmó la paz y nos ahorró derramamiento de sangre ¿por qué volver al camino del odio y la violencia? Yo soy un hombre de paz y considerado que el odio se debe a la ignorancia. En Egipto no se conoce bien a los israelíes y aclaro que tampoco los israelíes conocen a los egipcios. Yo trato de variar en mis traducciones, eligiendo libros de política, religión, literatura, para transmitir al pueblo egipcio un cuadro más amplio de Israel y quitarlo de la nebulosa en la que está envuelto en la percepción de los egipcios.

 

Un gran problema es que la hostilidad viene también de parte de sectores muy preparados, de nivel, en la sociedad egipcia.

 

Es cierto. Y eso me provoca estupor . Hay muchos egipcios bien preparados como dices, gente que estudió, médicos y otros profesionales, que no saben siquiera que David y Salomón fueron reyes de Israel y que eran judíos. No saben que Yaakov es “Israel”, que Rajel era la madre de Iosef que Biniamin era su hermano mencionado en el Korán. Y aunque los musulmanes dan a sus hijos, entre otros, el nombre Yaaqub, Yusuf, Daud, que  vienen por cierto de  Yaakov, Iosef y David, no encontrarás ni uno que ose llamar a uno de sus hijos Biniamin, Rajel , Israel, Irmiahu…Y eso, a pesar de que en la fe islámica algunos de ellos son profetas, como David y Shlomo, Salomón. Yo trato de explicar a esa gente que por culpa del conflicto político, nosotros, los musulmanes, discriminamos entre los propios profetas en los que creemos y a los que respetamos.

(Continuará)

 
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