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| martes abril 23, 2024

Una sola carne


En un soleado otoño londinense los discípulos del Rabí Ari Step de Brighton esperaban la llegada del maestro, un hombre formado en lenguas clásicas en la universidad de Oxford a quien un accidente había dejado viudo y ligeramente desencantado de la vida. Rabí Ari Step solía decir que el griego le servía para soñar con el azul del Egeo, el latín para razonar y el hebreo para profundizar en las entretelas del corazón humano. De no ser por la tristeza de una viudez sin hijos, hubiera pasado por un hombre del Renacimiento que, como sea sabe, fue un movimiento cultural que se alejó de la melancolía como de la peste.

 

Los discípulos, reunidos en la casa de estudios Makor Jaim de la enorme ciudad, se habían enredado en una discusión acerca del pasaje del Génesis 2:24  que sostiene que hombre y mujer, una vez unidos, deben ser o llegar a ser una sola carne.

-Obviamente es una metáfora-dijo Matti Feld, el más joven de los discípulos-, ya que si fuéramos una sola carne no podríamos movernos como, de hecho, ocurre cuando circunstancialmente lo somos.

 

-También Platón menciona una carne única y esférica que reunía hombre y mujer, estadio previo a la separación que, en lugar de ser una extracción como en la Biblia, fue un tajo, un corte hasta cierto punto preventivo de Zeus, poco interesado en una criatura tan ubicua como veloz.

 

El que hablaba era un chico alto y delgado nacido en Israel pero afincado en Londres desde la infancia. Se llamaba  Amós Emek y estudiaba ingeniería electrónica además de asistir a las clases del Rabí Ari Step.

 

El maestro llegó cargado de libros: Ovidio, Plauto, Séneca y un volumen del Libro del Esplendor o Zohar. Vestía con cierta displicencia y parecía mayor de lo que en realidad era. Todos sabían que tenía una amante y que nunca se casaría con ella. Le ofrecieron té. Al cabo de unos minutos llegaron otros tres discípulos. Entre ellos una mujer mayor, que secretamente pretendía al rabino y a quien éste, después de muchas reticencias, había acabado por aceptar en sus clases.

 

-La carne-dijo Ruth, que así se llamaba-,desea colmar un vacío preexistente, pero el espíritu no quiere ser ocupado, prefiere el vacío, la vacuidad, y en eso-prosiguió-los judíos no nos diferenciamos de los hindúes, que tienen en la noción de sûnyata cifrada su idea del hecho anímico y espiritual: la mente es vacío y el vacío mental. Por tanto nunca seremos una misma y única carne a menos que apelemos a nuestra voluntad para llegar a serlo.

 

Se hizo un silencio, hondo. Los ruidos de la calle llegaban atenuados a la casa de estudios. También la luz, melosa y oblicua.

-El problema no es ser o no una sola carne, me parece-dijo el Rabí Uri Step.

-¿No?-preguntaron, superponiendo sus voces, Amós y Matti.

-El problema es entre el amor y el deseo, que los primeros cristianos polarizaron en ágape y eros.

-Entiendo-sonrió Ruth-, entiendo que sea así para los griegos, pero en hebreo tenemos una sola palabra para el amor, ahaba.

-Un concepto-sonrió con amargura el maestro-, que la realidad desmiente.

-¿Por qué dices eso, rabí?-preguntó Ruth.

-Porque creo que el amor y el deseo son hermanos gemelos-soltó con rostro serio Uri Step-.Su origen es univitelino pero su destino diverso.

-Nunca se me hubiera ocurrido pensar algo así-dijo, rascándose la barba, Amós Emek-, pero a partir de hoy lo meditaré a fondo.

-El amor es el hermano apolíneo-prosiguió el maestro-, mientras que el deseo es el hermano dionisiaco. El primero vive de lo que cura, el segundo de lo que desgarra. El amor es atemporal, el deseo es cíclico, hídrico, polifónico. El amor quiere quedarse, el deseo ir más allá.

-¿Qué quieres decir con eso de hídrico?-preguntó Ruth.

 

El maestro se acomodó en su silla, bebió un sorbo de té, carraspeó y dijo:

-Hídrico procede de la hidra de Lerna,  un monstruo serpentino  y acuático al que por fin aniquiló Hércules. Hasta su extinción y cada vez que alguien le cortaba una de sus múltiples cabezas ¡ésta le volvía a crecer una y otra vez, como la cola de las lagartijas o los brazos de las estrellas de mar!  De  donde se infiere que allí donde se intenta suprimirlo el deseo renace con más fuerza; y allí donde reina el amor no es la fuerza lo que destaca sino la compasión distendida. Donde mejor prospera el amor es en lo seco, donde mejor se encuentra el deseo es en lo húmedo. Por eso, y para huir de los altibajos y despropósitos del deseo, profetas y santos huyen siempre al desierto. La misoginia es una apuesta por la sequedad. Si observan con atención percibirán al Creador como padre en el amor (1 ), y, en cambio, no por casualidad hallamos la artesa o bebedero en el deseo.(2 )

Cuando salió la primera estrella habían olvidado hasta sus nombres, inmersos como estaban maestro y discípulos en el oleaje que bate sus crepitantes espumas entre el amor y el deseo.

 

Notas:

( 1) En la palabra hebrea para amor, ahabá  ( hfbAha) ), efectivamente  hallamos la voz abah  ( hfba) ) Padre.

 

(2 ) Por su parte, y en el vocablo teshukáh ( hfqU$ºT ), deseo, atracción física, tenemos shotek ( teqo$ ), un bebedero, un abrevadero, lo que vuelve a situar al eros en un contexto acuático. Curiosamente y en sánscrito clásico la expresión trishna  significa sed y apetencia o deseo a la vez.

 
Comentarios

La mente y el cuerpo anhelan cosas diferentes, pese a pertenecer ámbas a un mismo «ente», hasta disociarse por completo la úna del otro, y hacerse irreconciliables entre si …
¿Como pues conseguir «armonizarlos» y dotárlos de un propósito comun?
árdua cuestion en apariencia, cuya respuesta tiene a mi juicio mas de espiritual que de filosófico …
La Biblia consagra que el espíritu tiende a la transcendencia en tanto que la carne se ve atraida por lo prosáico, y que nuestra inclinacion hacia uno de ellos , determina a la póstre nuestra conducta, y cuanto de ella se deriva …
Anteponer los valores de una vida ética a las apetencias de otra exclusivamente «carnal» es haber optado por la decision adecuada, conscientes de la primacia que ésta es llamado a ejercer sobre aquella …
Para ello la presencia del Santo Espiritu en nosotros, se advierte fundamental, a la hora de dotarnos del «poder» preciso con el cual refrendar nuestros impulsos y debilidades, y orientarnos a la vez debidamente, por la senda del crecimiento espiritual al que hemos sido llamados por D- …

lean «refrenar» en lugar de «refrendar» como por error teclée …

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