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| martes marzo 19, 2024

Aniversario de una imagen


“Si lo queréis, no será una leyenda” (Theodore Herzl, Altneuland, 1902).

“Todo judío sabe que es absolutamente corriente; sin embargo, juntos parecemos estar inmersos en cosas grandes e inexplicables. Es casi como si no actuásemos nosotros, sino que se actuase sobre nosotros (…) Grandes cosas parecen ocurrir en torno a nosotros y a nosotros” (Milton Himmelfarb,“In Light of Israel’s Victory”, Commentary, 1967).

David Rubinger, uno de los fotoperiodistas más aclamados de Israel, falleció en marzo. Su muerte se produjo dos meses antes del 50º aniversario del día en que tomó la fotografía más famosa de la historia de Israel, en la que aparecen tres soldados con actitud reverencial junto al Muro de los Lamentos, poco después de capturar Jerusalén en la Guerra de los Seis Días.

Décadas más tarde, preguntaron a Rubinger si le parecía la mejor fotografía que hubiese tomado jamás. “¡La peor!”, respondió:

  • Desde un punto de vista fotográfico, es una mala instantánea. Una buena fotografía no incluye elementos innecesarios. Pero en esta hay toda clase de gente detrás, media cabeza aquí, un cuarto de nariz allá… Es una fotografía importante, pero no una buena fotografía.

Entonces, ¿qué es lo que la he hecho perdurable? ¿Por qué Isaac Yifat, el soldado que aparece en el centro de la imagen, sigue siendo reconocido por los judíos de todo el mundo medio siglo después? ¿Por qué cuando se dio la noticia de la muerte de Rubinger se citó esta fotografía como la plasmación de su legado?

La respuesta se encuentra en la comparación del trabajo de Rubinger con el de otros fotógrafos. La imagen de los paracaidistas se compara constantemente con una imagen estadounidense: cuando Joe Rosenthal inmortalizó el momento en que unos marines izaron la bandera de las barras y estrellas en lo alto de Iwo Jima. Pero para entender el poder de la imagen de Rubinger deberíamos empezar, más que por las semejanzas, por las diferencias con la de Rosenthal.

La imagen de Iwo Jima es inspiradora por la acción que ilustra: unos jóvenes se afanan al unísono por plantar una bandera, es un tributo a todos los servicios prestados por todos los marines, soldados y marinos que arriesgaron o dieron la vida por salvar la civilización, aún más conmovedor por el hecho de que varios de los marines que están alzando la bandera morirían días después.

En la foto de Rubinger, el énfasis es completamente distinto: lo que se recalca no es la acción, sino su súbita ausencia. Como dijo Yosi Klein Halevi, la imagen es emocionante precisamente porque, “en el momento de su triunfo, los conquistadores son a su vez conquistados”. Tras lograrla victoria militar judía más famosa en 2.000 años -fueron los primeros soldados judíos en hacerse con Jerusalén desde la rebelión de Bar Kojbá-, esos hombres están estáticos ante el lugar por los judíos anhelado. De repente, parafraseando la afortunada expresión de Milton Himmelfarb, no parecen actuar, sino que se actúa sobre ellos. Isaac Yifat parece embobado, como inmerso en cosas grandes e inexplicables.

La historia de Israel contiene grandes momentos fotográficos: ahí están la declaración de independencia de Ben Gurión, Beguin y Sadat en Camp David o el funeral de Isaac Rabín. Sin embargo, ninguna de esas imágenes está tan presente en la conciencia pública como la de los soldados de Rubinger. Muchas de las imágenes más apreciadas de los líderes de Israel los muestran menos como estadistas que como seres humanos vulnerables; algunas de ellas las tomó Rubinger: Golda Meir fregando los platos y dando de comer a su nieto, Menájem Beguin calzándole devotamente un zapato a su esposa, Aliza. Son fotos que aúnan grandeza y humildad.

Esto apunta a una dialéctica que está en la esencia del sionismo. El logro judío, el desproporcionado impacto sobre el mundo de un pequeño pueblo que ha sobrevivido a todos sus enemigos, ¿debería verse como un triunfo de la voluntad humana o como un milagro? ¿Son los judíos los principales actores en esta historia, o se actúa sobre ellos? ¿Qué cita capta mejor la perdurabilidad y los logros de los judíos, la de Herzl o la de Himmelfarb?

La respuesta es: las dos. El rabí Joseph Soloveitchik reflexionó célebremente sobre las explicaciones aparentemente contradictorias que da la Biblia sobre la creación del hombre. En el primer capítulo del Génesis, Adán y Eva son creados a imagen de Dios, y se les ordena “llenar el mundo y conquistarlo”. En el segundo capítulo, en cambio, Adán es creado a partir del polvo de la tierra -cifra de su mortalidad- y se le dice que se quede con Dios en el Jardín del Edén. En el judaísmo, sostenía Soloveitchik, la majestad y la humildad humanas -el Adán que lucha por la conquista y la grandeza y el Adán con temor reverencial por su Creador- son inherentes, por voluntad de Dios.

En la historia de Israel se han manifestado los dos Adanes. La foto de Rubinger, con unos guerreros que habían librado una de las batallas más extraordinarias de la historia militar súbitamente parados ante el Muro, es la plasmación del propio Israel. Por eso es tan fascinante. El sionismo se predicó sobre la capacidad de los seres humanos de alcanzar incluso lo imposible: “Si lo queréis, no es un sueño”. Y sigue siendo un logro inmenso, majestuoso y humano: la vuelta de un pueblo a su tierra convirtiendo el desierto en un edén, creando un poderoso ejército y levantando el Silicon Valley de Oriente Medio. Como dijo Paul Johnson en 1988: “En el último siglo han surgido más de cien Estados independientes completamente nuevos. Israel es el único cuya creación puede considerarse justamente un milagro”. Israel es en sí mismo un símbolo del logro humano y el misterio divino, y la combinación de ambas cosas en la foto de Rubinger significa que de algún modo éste captó la esencia del propio Israel.

Que Rubinger falleciera justo antes del jubileo de Jerusalén, del 50º aniversario del momento que lo hizo famoso, nos invita a ponderar una vez más una imagen que refleja el cumplimiento del sueño de Herzl y nos brinda una importante valoración de ese propio sueño. Con la estadidad, Herzl buscaba la normalización del pueblo judío y el fin del antisemitismo. Al final, Israel ha conseguido, sin duda, lo habido y por haber… excepto esos objetivos. Los judíos tienen su Estado, pero su historia no es ni mucho menos corriente: Israel es una próspera democracia que nos recuerda el misterio de la condición de pueblo elegido de los judíos.

La foto de Rubinger seguirá siendo admirada durante muchos años, por su capacidad para ilustrar el triunfo y la ingenuidad de un pueblo una vez perseguido, así como la naturaleza milagrosa de su perdurabilidad. Hoy, para Israel, esta imagen no sólo presagia más logros del ingenio judío, sino, con suerte, la materialización de muchos más milagros.

© Versión original (en inglés): Commentary
© Versión en español: Revista El Medio

 
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