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| viernes marzo 29, 2024

El proxy de mi proxy es mi proxy


Un “proxy” es un sustituto autorizado para actuar en nombre de otra persona o entidad. Una “guerra proxy” es un enfrentamiento bélico en el que las potencias utilizan “representantes”, en vez de enfrentarse directamente. Lo han sido la Guerra Civil Española (la Alemania nazi y la Italia fascista contra la Unión Soviética), las guerras de Corea y Vietnam (EE.UU. contra China) o diversas guerras revolucionarias latinoamericanas impulsadas desde Cuba.  Aunque se han utilizado países enteros como subsidiarios, normalmente se ha preferido usar guerrillas, mercenarios, grupos terroristas, saboteadores o espías. El objetivo es dañar al enemigo sin ir a un conflicto abierto.

El problema es que generalmente los bandos utilizados tienen sus propios intereses, algunos de los cuales divergen de los de sus patrones. Y es lo que ha convertido al Oriente Próximo en el caótico avispero que es hoy, aunque no es nada nuevo. Hace un siglo, agentes tanto británicos como franceses reclutaban en la zona distintas tribus dispuestas a enfrentarse contra el sultán imperial (y entre ellas) por convertirse en dueños y señores. Así nacieron, entre otros, Arabia, el único país del mundo que lleva puesto el apellido de la familia del que es propiedad, los Saúd; o Transjordania (ahora Jordania), otro estado inventado para pagar la “proxymidad” a la corona inglesa.

La raíz de la actual guerra de “todos contra todos” en la zona, con epicentro en Siria, sin embargo, es más por el abandono de la posición hegemónica de EE.UU. que por la irrupción de una potencia enemiga. Paradójicamente, ese lugar lo ocupa hoy Rusia, heredera de los soviéticos derrotados por sí mismos, que se ha sentado en la silla vacía de este casino. Esta potencia (más bélica que económica) ha logrado tejer una tupida red clientelar que incluye países afianzados (Irán), fallidos (Siria) y sometidos de los anteriores (Irak y Líbano, respectivamente), además de “aliados estratégicos” como los hutíes en Yemen. Sin embargo, el entramado de “sustitutos autorizados” es tan complejo que produce “monstruos de la razón” en forma de alianzas contra antiguos archienemigos (como los talibanes). Otro tanto ocurre del lado contrario, con unos EE.UU. que vuelven a implicarse en la zona con un apoyo explícito al bando suní, el resto de países fuera de la órbita rusa.

Como pasaba cuando hacíamos una fotocopia analógica de otra fotocopia y así sucesivamente, las lealtades se van diluyendo y desdibujando en cada sustitución del original, hasta llegar a los confines de la indefinición consolidada que representan Turquía y Catar, hoy día encandilada por los focos de un protagonismo del que siempre rehuyó. Se trata de un mundo donde ya no opera aquel esquema mental para aprender a operar matemáticamente del “enemigo de mi enemigo es mi amigo” o “el proxy de mi proxy es mi proxy

 
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