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| viernes marzo 29, 2024

El asesinato de Otto Warmbier


 

La tragedia de Otto Warmbier dio un extraño giro poco después de su muerte la semana pasada.

Fue recién entonces que descubrimos que el joven estadounidense que había sido condenado por Corea del Norte a 15 años de trabajos forzados luego de un juicio de una hora por el crimen de robar un afiche de propaganda política para llevarlo como recuerdo, era judío. Luego de su liberación, después de 17 meses de brutal cautividad, y de ser regresado a sus padres en Estados Unidos, en estado de coma y sufriendo de un severo daño cerebral, nos enteramos de un hecho que fue intencionalmente ocultado durante el transcurso de las negociaciones por su libertad.

La justificación norcoreana para su encarcelamiento se basaba en la afirmación de que Warmbier había robado el afiche de un hotel en Pyongyang por órdenes de la Iglesia Metodista Unida de Wyoming, Ohio, de llevar el afiche como “trofeo” a cambio de un automóvil usado avaluado en 10 mil dólares. Los negociadores consideraron que refutar aquella absurda aseveración por medio de revelar la identidad judía de Otto avergonzaría a Corea del Norte, lo cual sólo lograría hacerlos más intransigentes en su resolución y dificultar por lo tanto las negociaciones.

Luego de la muerte de Otto, el resto de la historia pudo finalmente ser revelada.

Otto, llorando, en el supuesto juicio en Corea del Norte.Otto, llorando, en el supuesto juicio en Corea del Norte.

Otto era judío por linaje materno. Al igual que otros muchos judíos de su generación, Otto se unió a un viaje de Birthright a Israel en el año 2014. Fue en ese viaje que recibió un nombre judío y fue en esa visita al Kotel —el Muro de los Lamentos— que sintió una poderosa conexión personal con su pasado y su pueblo. Otto escribió un conmovedor post en su blog sobre la experiencia: “El Muro de los Lamentos fue realmente una experiencia increíble para mí”, dijo. “El puro hecho de estar en un lugar que ha sido tan central para el judaísmo durante miles de años fue algo absolutamente surrealista. El poder que emanaba del muro se veía en las caras de todos los que estaban parados cerca. Cuando fui forzado a irme, para no frenar al grupo por tercera vez, realmente me sentí como diciéndole adiós a un ser querido”, continuó. “Fue difícil comprender el pináculo que significó ese momento; había vivido lo que tantos judíos desearían vivir. Cada año en Januca, mi familia culmina los rezos diciendo ‘el próximo año en Jerusalem’. Para mí, fue este año en Jerusalem. Y hoy en el Muro de los Lamentos”.

Una chispa había sido encendida en su interior. A pesar de su crianza secular y falta de educación religiosa formal, se sintió suficientemente inspirado para volverse activo en el grupo Hillel de la Universidad de Virginia. Otto era judío, y es por eso que no hubo autopsia.

Pero hay un error que no podemos permitirnos cometer luego de esta sorprendente revelación. Hay quienes ya han estado trabajando duro para transformar esto en una “historia judía”. Para verlo, basta con observar los blogs de antisemitas —de los que hay más de lo que uno imaginaría— y fijarse la enorme cantidad de veces en que cuando aparece la palabra “judío”, se llena de supuestas motivaciones y agendas ocultas que le son adscritas a la víctima para transformarlo en el villano.

Es algo difícil de leer. Una vez que los neonazis, los de extrema izquierda, aquellos que están convencidos de que los judíos son dueños de todos los medios de comunicación y controlan el mundo, descubrieron que Otto era judío, inmediatamente comenzaron a “ver la conexión”. Obviamente debe haber estado trabajando para el Mossad. Seguramente era un espía israelí. Obviamente estaba en una misión de espía. Por eso merecía lo que le sucedió, y no vale la pena derramar lágrimas por él.

Y se pone peor. Hay quienes dicen que Otto no tiene a nadie para culpar de su muerte fuera de a sí mismo. Como judío, declaraban muchas publicaciones, probablemente era culpable de predicar la “supremacía blanca”. Al condonar “las horribles inequidades que hay en la sociedad estadounidense”, termino pagando por sus propios pecados.

Otto con algunos familiares.

Otto con algunos familiares.

Una vez que se supo que los norcoreanos habían matado brutalmente a un judío, para muchos la historia tomó una perspectiva totalmente diferente. Y por eso es tan importante que nosotros no caigamos en la trampa de enfatizar la identidad religiosa de Otto, un hecho que no tuvo absolutamente ninguna relevancia en la barbárica naturaleza de su crimen, dado que era desconocido para Corea del Norte.

Otto era primero y ante todo un ser humano. Su historia debe ser publicada por lo que es: un poderoso mensaje sobre un régimen déspota liderado por un dictador maniático que buscaba demostrar su poder ilimitado contra un ciudadano estadounidense, un alarmante mensaje dadas las capacidades nucleares del mencionado país.

Esta es una ocasión en que el elemento judío es quizás interesante, pero con certeza no relevante. No fue un judío el que fue atacado; fue un estadounidense, porque era estadounidense. Sería un terrible error para nosotros acentuar la fe de Otto cuando el destino de toda la humanidad se encuentra igual de amenazada por el perpetrador del terrible asesinato de Otto.

 
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