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| martes abril 23, 2024

Palestinos, sirios, libios y otros


El gran trágico tema de los refugiados mediorientales se diluye hoy entre el desorden del Brexit y el incendio en Portugal. Como vivimos el reino de lo efímero, las noticias se devoran unas a otras y son cada día más breves y superficiales. De tanto en tanto, y en España, salen a la luz actos generosos de los receptores de refugiados, que por lo general  son sirios. La causa palestina está, así, arrinconada en su desgracia y con tan poco oxígeno en sus pulmones que incluso Hamás no puede controlar a sus propios salafistas en Gaza. Por donde miremos al mundo árabe corre la sangre y aumenta la destrucción sin que Israel haya movido un dedo para causar esos males. ¿Quién no querría huir, en esas circunstancias, de la zona del Mediterráneo oriental hacia la idílica Europa? El avispero de las guerras está tan lleno de venenos dispersos que en esa  zona del mundo el aire es irrespirable. Libia ya no existe , Irak continúa despedazándose y de Siria vemos las ruinas recientes que no visitará nadie. También en el  Yemen lo que no se lleva la violencia tribal eliminan el cólera y otras plagas. No obstante ese cuadro, de claros tintes islámicos,  algunos débiles mentales izquierdistas y muchos dirigentes palestinos siguen creyendo que Israel ha sido y es el detonante de ese mosaico interminable de espantos.

Por el contrario, y es sabido, Israel socorre y ayuda a cientos de heridos sirios y provee de electricidad a Gaza y medicinas inhallables a la Autoridad Palestina. Se comporta como un país solidario y compasivo al que, por otra parte, no le faltan problemas interiores. Desde luego que continúa recibiendo a judíos de todo el mundo con sentimiento fraterno, algo que la Liga Arabe es incapaz de hacer con sus correligionarios desterrados y arrancados de sus aldeas natales por la guerra. La Liga Arabe se lava superficialmente la cara arremetiendo contra Catar y creyendo de ese modo que nadie culpará a otros-Arabia Saudita o Emiratos-de los desmanes de ese aborto político que es el Isis o Daesh. Allí donde observamos con lupa la región vemos a los palestinos ninguneados, desplazados del epicentro de la acción por temas más urgentes. No puede decirse que sus últimos éxitos diplomáticos les hayan ayudado mucho, ni que a las oenegés que les apoyan se hayan sumado otras. Africa reclama atención, el maltrato a las mujeres y los niños también. Las causas se igualan, el socorro siempre es poco.

¿No sería hora, entonces, de que los palestinos se apearan del caballo de su resentimiento y buscaran ayuda más cerca? Es difícil, empero, que lo hagan. Inmersos en el pantano de una torpe propaganda, tendrían primero que limpiarse de su odio y reconocer en el estado judío a un socio y no a un enemigo.  Estamos bien lejos de un acuerdo de paz aunque más no fuese provisorio. Se ve a las claras que el sadomasoquismo islámico no tiene tiempo para pensar en su propia salud mental.  A nosotros, los judíos, las Torá nos promete un trozo de tierra desde hace miles de años. Un trozo de tierra que amamos. A los árabes el Corán les promete toda la tierra hasta que no quede ningún infiel sobre su faz. Si aumenta la islamofobia no hay que preguntarse por qué: es difícil   amar o, siquiera, aceptar a quienes nos odian y para quienes desde el principio estamos equivocados. Bienvenidos a un mundo que ni siquiera tiene tiempo de lamerse sus heridas. Bienvenidos a la cruda realidad.

 

 
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