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| martes abril 16, 2024

BALAK


B’H

Balak, el Rey de Moab, cita al profeta Bilam para maldecir al Pueblo de Israel. En el camino, Bilam es golpeado por su asno, que ve el ángel que Di-s envía para detener a Bilam. Tres veces, desde tres diferentes lugares, Bilam intenta pronunciar sus maldiciones; en cambio, cada una de las veces, pronuncia bendiciones. Bilam también profetiza sobre el final de los días y la venida del Mashíaj.

El pueblo cae ante la seducción de las hijas de Moab y son persuadidos a rendir culto al ídolo moabita Peor. Cuando un oficial Israelita de alto rango públicamente toma una princesa Midianita y la lleva a su tienda, Pinjás los mata a los dos, deteniendo así la plaga que se esparcía entre la gente.

 

CUANDO LOS “BURROS” HABLAN

Se dice que cuando el movimiento “Iluminista” comenzó a cobrar fuerza en la Europa judía, muchos de sus voceros comenzaron a recorrer las pequeñas comunidades judías de Europa Oriental, tratando de convencer a sus dirigentes de las ventajas de una educación alejada totalmente de las fuentes de la Torá.

Uno de estos individuos llegó a un shtetl (pequeña aldea judía), reunió a los dirigentes, entre los que se hallaba el rabino, y comenzó a dar su discurso:

“No niego que en la Torá hay muchas enseñanzas morales y episodios que hacen a la historia de nuestro pueblo. Nosotros, en nuestras escuelas no nos oponemos al estudio de estas enseñanzas y episodios. Pero también sabemos distinguir entre la realidad y la fantasía. Muchos milagros tienen una explicación lógica, pero hay otros que son imposibles de creer. Tomemos por ejemplo la parashá Balak, ¿quién puede creer que un burro puede hablar?”

El rabino en ese momento se puso de pie y dijo: “No es tan difícil creer que un burro habla, ¿acaso en estos momentos no estamos escuchando a uno?”

A lo largo de nuestra historia fueron muchos los “burros” que han querido “demostrar” que la Torá sólo es un libro de historia o una compilación de leyes, rechazando todos aquellos elementos que ellos consideran “míticos”. Y estos individuos no se dan cuenta que la Torá, al ser de origen Divino, es una unidad inseparable, tanto con sus leyes, como las historias y, por supuesto, los milagros.

 

La Lucha Heroica

En el período posterior a la Revolución Rusa, la comunidad judía religiosa fue presa de enorme temor. Cruelmente perseguida por el gobierno, y en particular por la Ievsektzia, el grupo comunista judío, numerosos Rabinos y educadores se abstuvieron de la participación en tareas comunitarias acicateados por el temor de las privaciones económicas, el encarcelamiento, e incluso la muerte.

Únicamente una pequeña minoría estaba dispuesta a asumir la peligrosa función directiva en este vacío espiritual. A la vanguardia de esta empresa se hallaba el Lubavitcher Rebe, Rabí Iosef Itzjak Schneersohn, bendita sea su memoria. En 1920 se creó una organización denominada “Vaad” –Comité- dirigida por el Lubavitcher Rebe. Gracias a sus esfuerzos, se obstaculizaron numerosos intentos de impedir prácticas religiosas. En muchas ciudades las sinagogas habían sido convertidas en sitios de reunión de los trabajadores; merced a la intervención del “Vaad”, por conducto de su comité de juristas, se restablecieron muchas sinagogas a su anterior uso. El “Vaad” en su lucha contra la prohibición legal de la enseñanza religiosa, emprendió una intensa campaña en todo el país en virtud de la cual se abogaba por la obtención de permiso para impartirla. Esta campaña culminó en una aparente concesión: se permitiría la enseñanza religiosa con la significativa restricción de que “Ningún maestro podía tener más de tres alumnos”. El “Vaad” financió la educación de cinco mil niños, si bien “hubo que rechazar a unos dieciséis mil por falta de fondos.

El grupo comunista judío Ievsektzia, fanáticamente anti-religioso, comenzó a percibir la creciente modalidad de resistencia. Se cuenta que uno de sus célebres funcionarios, Litvakov, se quejó ante un conocido acerca de dos incidentes vinculados directamente con los esfuerzos del Lubavitcher Rebe. En un caso se trataba de un joven que viajaba por la Georgia rusa en muchas zonas en que las sinagogas, escuelas religiosas y mikvaot (baños rituales) habían sido totalmente eliminadas, y pronunciaba inspiradoras alocuciones ante las comunidades acerca de la lealtad a la fe judía. El joven también daba lectura a diversos pasajes de la legislación rusa en los que se afirmaba que estaba permitida la observancia religiosa. Sus palabras tuvieron una profunda repercusión y suscitaron un resurgimiento de las observancias religiosas en muchas ciudades y aldeas. En un caso, los funcionarios locales lo confundieron con un emisario del gobierno y asignaron fondos estatales para la reconstrucción de la Mikve.

Dijo Litvakov: “Tras intensas investigaciones hemos llegado a la conclusión de que el Lubavitcher Rebe es la causa desencadenante de todas estas actividades y de que sus agentes participaron en todos estos incidentes”. Pese a las protestas de su amigo de que todas estas actividades eran legales, Litvakov afirmó: “Estamos plenamente al tanto de sus acciones”. Y concluyó airadamente: “Lo arrancaremos de sus raíces y ya hemos comenzado a reunir las pruebas necesarias para llevar a cabo esta tarea”.

Finalmente ocurrió el temido acontecimiento y el Lubavitcher Rebe fue detenido a causa de sus actividades. Por la tarde del domingo 3 de Tamuz de 5687 (1927), tras diecinueve días de encarcelamiento en Spalerno, Rabí Iosef Itzjak Schneersohn, bendita sea su memoria, recibió permiso para regresar a su casa, donde sólo podría permanecer durante seis horas. Esa misma noche a las ocho, debía tomar el tren rumbo a Kostroma, sobre el río Volga, una remota ciudad del interior de Rusia, donde permanecería exiliado durante un período de tres años. El Rebe debía llegar a la estación antes de las ocho pues de perder el tren, debería pasar la noche en la cárcel de Sparlarky. El Rebe llegó a la estación rodeado de una estrecha vigilancia: miembros de la Policía Secreta “Checka”, la Policía Civil, soldados, y funcionarios del Departamento de Investigación Civil. Ya en la estación antes de subir al tren el Rebe se volvió hacia la multitud allí reunida y pronunció estas alentadoras palabras “Elevamos nuestros labios en plegaria a Di-s: “Iehí Hashem Elokeinu Imanu Caasher Haiá Im Avoteinu. Al Iaazveinu V’al Itsheinu”. Esta plegaria puede interpretarse como un pedido: “Que Di-s esté junto a nosotros tal como estuvo junto a nuestros antepasados, y que no nos deseche ni nos abandone”, pero también puede interpretarse como una enérgica afirmación y bendición, en el sentido de que Di-s estará junto a nosotros para sostenernos y ayudarnos, tal como protegió a nuestros antepasados, aunque nuestro mérito no sea comparable al de aquellos, que debieron hacer enormes sacrificios en aras de la Torá y sus Mitzvot.

Luego, el tren comenzó a moverse. Tras un breve trayecto se detuvo, luego se puso nuevamente en movimiento y viajó sin detenerse durante las siguientes 24 horas hasta llegar a Kostromá. Un jasid de Lubavitch ya había preparado alojamiento para el Rebe en la casa del shojet (matarife ritual) de la ciudad.

Kostromá era una ciudad grande donde había pocos judíos, apenas un centenar de ellos, simples e ignorantes. Había un Beit Hakneset –sinagoga- y el Rebe se dirigió allí para rezar. A la hora en que recitaba sus plegarias, la sinagoga se llenaba de gente. Muchos eran judíos que no habían cruzado el umbral de una sinagoga durante muchos años. También venían a ver y escuchar las sentidas plegarias del Rebe. ¡Kostroma la remota ciudad del exilio, de pronto tenía Rebe! El martes 12 de Tamuz, el Rebe se presentó en el cuartel general de la GPU acompañado de Rabí Althaus, en cumplimiento de su presentación semanal obligatoria. El funcionario local de la GPU lo recibió cordialmente y le informó que estaba en libertad. La noticia de la liberación del Rebe se extendió como un rayo. Aun antes de regresar a la casa del shojet, la noticia ya se sabía. El 14 de Tamuz, a las nueve de la mañana, el Rebe salió de la ciudad de Kostromá, libre. El 15 de Tamuz, el Rebe, regresó a su hogar en Leningrado; era evidente, empero que la GPU de Leningrado no cejaría en sus empeños por vengarse. Muy pronto apareció en el periódico de Ievsektzia un severo artículo en contra del Rebe, en el que se exigía su detención y exilio mediante encarcelamiento en la región más remota de Siberia. Era necesario pues, que el Rebe abandonara Leningrado. Tras abandonar Leningrado, se trasladó a la aldea de Malajovka, a media hora de Moscú. Todo indicaba la imperiosa necesidad de que el Rebe debía dejar Rusia. Cada momento parecía cargado del peligro de detención. La única opción lógica parecía ser salir de Rusia. Cómo lograrlo suscitó una nueva serie de problemas. ¿Concedería el gobierno permiso para ello? El hecho mismo de que se concediera permiso al Rebe para emigrar constituía de por sí una enorme victoria; no obstante, el Rebe se negó a partir, a menos que su familia lo acompañara. Los intensos esfuerzos a favor del Rebe culminaron finalmente en una reunión especial celebrada en la Oficina de Relaciones Exteriores de la Unión Soviética el segundo día de Rosh Hashaná de 5688 (1928), con éste como único tema en su agenda.

Los participantes de esa reunión decidieron permitir que el Rebe saliera de Rusia con su familia.

En la estación se había congregado un numeroso grupo de personas para despedir al Rebe. A lo largo del recorrido del Rebe se habían reunido multitudes de judíos en las estaciones del tren para saludarlo. Muchos expresaron su tributo en forma visible, acompañando al Rebe parte del trayecto en señal de respeto. El Rebe tras su liberación se dirigió a Riga, luego a Latvia, más tarde a Varsovia, y por último a los Estados Unidos, donde con la premisa “la misión que nos ha sido encomendada por el Creador debe ser concretada” continuó incansablemente con la tarea de difundir la Torá, en la búsqueda permanente de la concreción de la profecía “y se colmará la tierra del conocimiento.” (www.es.chabad.org)

 

 

 
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