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| jueves marzo 28, 2024

Pilar Rahola le dedica 3 artículos a Jerusalén


Jerusalén  1

El uso palestino de Jerusalén no va en la línea del pacto, sino de la negación del derecho judío

 

Todo lo referente a Israel sufre un diabólico desdoblamiento entre los hechos y la propaganda. Y dado que muchos tienen opinión sobre el conflicto, pero no saben nada de sus orígenes, la tendencia a la distorsión se vuelve masiva. Si, además, la lente se sitúa sobre Jerusalén, el festival de barbaridades estalla en forma de mentiras y falacias. Y desde esta perspectiva, todo cuadra en una dirección: desnaturalizar las razones de Israel.

Cosa que ya se ha desatado, a raíz de la decisión de Trump de cambiar la embajada a Jerusalén. Sin embargo, dejo para el artículo siguiente el análisis de esta decisión, porque antes parece necesario recordar algunos datos que se ignoran cuando se construye el relato del conflicto.

El primero, es el mito islámico de Jerusalén. Mientras la importancia de Jerusalén para el pueblo judío, se remonta a tres mil años, con los dos Templos de Salomón, el arca de la Alianza y el sacrificio de Abraham en el Monte del Templo, la importancia para el Islam es más efímera. Jerusalén no se cita en el Corán y el mito se basa en una interpretación de la Sura 17 que habla de un viaje nocturno de Mahoma, “desde el templo sagrado, al templo más remoto” y que, a partir del XVII los ulemas interpretan que se refiere a La Meca y a Jerusalén. No es hasta el califa Omar, el 638, que un musulmán pisa la ciudad, habitada por judíos desde hacía milenios sin interrupción, y con fuertes represiones bajo los romanos y los bizantinos. Después vendrían las cruzadas, la conquista de Saladino, el imperio otomano, los británicos y la historia reciente que crearía otros mitos, uno de ellos la secular presencia árabe en la zona. El hecho es que fue bajo mandato jordano, de 1948 a 1967, cuando se producen emigraciones árabes masivas provenientes de Egipto, Siria, Líbano, Iraq y Jordania y se asienta la población actual. Durante ese mandato, se expulsaron 2000 judíos, destruyeron y saquearon las sinagogas (incluyendo la sinagoga Hurva de 1700, explosionada por la Legión Árabe) y desapareció un tercio de los edificios del barrio judío. Al tiempo, a pesar de la proclamada “importancia” de Jerusalén para el Islam, ni un solo mandatario islámico visitó la ciudad durante 19 años de ocupación jordana. Finalmente, Ehud Barak incluyó los barrios árabes de Jerusalén este (la zona de Abu Dis) como capital del estado palestino, y como se sabe, fue rechazado.

Es decir, como conclusión, que Jerusalén sea la capital de Israel sólo puede ser discutida por intereses económicos y geopolíticos, pero es inapelable en términos históricos. Eso no niega una solución de doble capitalidad para un estado palestino, como ya se ha planteado, pero el uso que los líderes palestinos hacen de Jerusalén no va en la línea del pacto, sino claramente de la negación del derecho judío a la vieja ciudad. Aquí radica el problema de fondo, tan evidente como incómodo, en reconocer.

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Jerusalén  2

Trump toma la decisión de trasladar la embajada a Jerusalén, y se abren las puertas del infierno, con Hamás anunciando la enésima oleada de violencia. Sin embargo, ¿Es una decisión insensata?

Primero, la persona: es evidente que lo peor es que sea la decisión de un presidente caótico y contestado. Aunque Trump no ha tomado la decisión, sino que no ha firmado el “waiver”, la postergación de medio año que firmaban los distintos presidentes, para no cumplir la ley del Congreso de 1995 que justamente determina la capitalidad de Jerusalén, y exige trasladar la embajada. Desde Clinton, EUA tiene clara la capitalidad, pero no la había hecho efectiva. Trump lo acaba de hacer. ¿Es malo que sea él? Ni sí, ni no, porque este conflicto no se mide por la popularidad de sus protagonistas, sino por los efectos de sus decisiones.

Segundo, el hecho: ¿Es justo? Es indiscutible porque la anomalía no está en reconocer la capitalidad de Jerusalén, sino en normalizar que Israel sea el único país soberano del mundo, cuya capital quieren decidirla los otros países. Es la capital de un estado miembro de la ONU, tiene todas las instituciones de gobierno y tiene el consenso democrático de su gente. Otra cosa muy distinta es que exista un conflicto por resolver, pero ¿Quién es nadie para decirle a Israel que su capital, no es su capital? ¿Lo permitiría Irán, Francia, Jordania? Sin embargo, parece que aquello que nadie aceptaría, deba permitirlo siempre Israel.

  Tercero, el proceso de paz: ¿Lo dificulta, lo imposibilita, tal como algunos plantean? Antes cabe preguntarse de qué proceso hablamos cuando hablamos del proceso de paz. ¿Dónde está, en qué mesa, en qué órgano directivo de Hamás, en qué relato? Porque de momento llevan setenta años de situación violenta y 22 años desde la primera vez que Clinton postergó la decisión, y el no reconocimiento no ha acercado la paz ni un centímetro. Al contrario, hay quien considera que no se pueden sentar las bases de ninguna negociación, si algunos temas no están superados, y la capitalidad de Jerusalén es uno de ellos. Otra cosa es la opción de una bicapitalidad palestina, de un estatus internacional para los lugares santos, etcétera, pero nada de ello queda anulado por la decisión de Trump. Sin olvidar que la mezquita de Al Aqsa continua bajo control del Waqf islámico, como siempre ha estado.

Cuarto, el entorno: ¿puede desestabilizar la región? En absoluto, más allá de las arrogancias de Erdogan, el ruido iraní de siempre y algún tumulto callejero, no en vano la región está sumida en algo mucho más gordo que el conflicto palestino, y es la guerra abierta entre sunitas y chiitas, de ahí que incluso Arabia Saudita está muy callada.

Basta, pues, de espavientos: Jerusalén es la capital de Israel desde que nació el estado. La única diferencia es que, a partir de ahora, Estados Unidos (y algunos más) finalmente se ha enterado.

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Jerusalén  3

Cómo se atreven, estos judíos locos a considerar que la capital de Israel, es la capital de Israel?

A la ignorancia y al prejuicio, cabe añadir la hipocresía. Esa es la triple constante que mueve la reacción contra Israel, cada vez que protagoniza la noticia. Lo que pasa sobre este pequeño país, no pasa con ningún otro, ni tan siquiera con aquellas tiranías indecentes que esclavizan, reprimen y matan.

 

No solo porque es la única nación que sufre violencia desde el día uno de su existencia, y el único miembro de la ONU amenazado con la destrucción por otro país miembro, sino porque a Israel todo el mundo se atreve a decirle cuál es su capital, cómo debe gobernarse y cómo defenderse. ¿Se imaginan esa arrogancia respecto a otros países con conflictos abiertos o con guerras declaradas? ¿Se imaginan a la ONU diciéndole a Irán cómo debe actuar? Pero si ni tan solo le ha pedido explicaciones por su implicación en el doble atentado en Buenos Aires, plenamente demostrado por el fiscal Nisman, al que después alguien “suicidó” adecuadamente. O, ¿Se imaginan a Rusia puesta en la picota por las armas nuevas que está probando, con total impunidad, en la guerra de Siria? Y, ¿Qué me dicen del bueno de Erdogan con su pequeña represión por doquier, o de la guerra desalmada que Arabia Saudita está perpetrando en el Yemen?

Alguien, de todos los alguien que ponen en discusión todo lo que hace Israel e, incluso, cuestionan su propia existencia, ¿Se pregunta por qué existe Qatar, o Emiratos, o cualquier otro país nacido hace dos días, fruto de los intereses geopolíticos europeos? ¿A alguno de estos alguien les exige una capital distinta a la propia, a pesar de que ninguna de ellas tenga el pedigrí milenario que tiene Jerusalén para el pueblo judío? Y por preguntar, en el camino de cuestionarlo todo, ¿Alguien les dice a las organizaciones palestinas cómo deben gobernarse, les afean su represión masiva a los disidentes, sus acciones terroristas, su corrupción endémica, felizmente surgida de la ayuda internacional? Para nada. Sobre el conflicto que vive y sufre Israel, la defensa siempre es unilateral, la crítica se convierte en demonización, y la hipocresía en una evidente forma de desprecio. Al mismo tiempo, nunca se pone luz a los logros, a los intentos de pacto, a las renuncias, a los avances científicos y tecnológicos, a la solidez de su democracia. Es una especie de crítica en negro, sin blanco, ni matiz, perpetrada por aquellos que acumulan miserias sin descanso.

Ahora toca sesgarse las vestiduras por Jerusalén. ¿Cómo se atreven, estos judíos locos y este loco yanqui a considerar que la capital de Israel, es la capital de Israel? ¿Qué son tres mil años de nada, ante el griterío del mundo islámico, siempre tan dado a venderse como víctimas, ellos, tan a menudo victimarios? Y en estas estamos otra vez, con la escandalera de unos países que le exigen a Israel, lo que nunca permitirían en su casa. Se le llama geopolítica, pero solo es una descarnada hipocresía.

 

 
Comentarios

NO NECESITA COMENTARIOS….ESTA PERFECTAMENTE EXPLICADO ……COMO SIEMPRE PILAR 10 PUNTOS….

El periodismo tiene la costumbre de abrir el paraguas antes de que llueva,.- Nadie movio un dedo después de la noticia, y los periodistas ya inventaron o presupusieron otra infifada, desde ISRAEL, TODO ESTA EN CALMA.-

Que ningún judio tema por esta decisión, tras miles de años que siempre han querido borrarnos del mapa, aquí estamos y estaremos siempre!

Como siempre directa y sin tapujos en pos de la defensa de los derechos de los oprimidos, llámese Israel ó Catalunya. Criticada en España por sacar las vergüenzas a los miembros del gobierno y a quien sea. Siempre desde el rigor y honestidad. Gracias compatriota.

Carlos DuguechDic 13, 2017 at 17:35
Los 3 Jerusalén de Pilar Rahola
Hola Pilar. Primero conviene que no se entremezclen los planos. En este siglo de las luces y las bombas es riesgoso el coctel que propones. Te remontas a 3.000 años y eso no está en el centro del debate entre los estados de Israel y el más que proto-estado de Palestina, ANP (Autoridad Nacional Palestina) engendrado en los acuerdos de Oslo.
Todo, sabes bien Pilar, arranca cuando la Organización de las Naciones Unidas (ONU) toma la brasa que le deja la Sociedad de las Naciones, en cierto modo su antecesora: la “cuestión de Palestina”. Desde el fin de la primera guerra mundial, en una tierra que bajo el sistema de “mandato” administra Gran Bretaña, tal y como Francia lo hace con Siria y Líbano.
La ONU decide constituir una comisión (UNSCOP) de once miembros (con prudencia omite a los EEUU y a la ex URSS) para que informe sobre la solución a la cuestión Palestina.
La mayoría de los países de la comisión (Canadá, Guatemala, Checoslovaquia, Holanda, Perú, Suecia y Uruguay) aconsejó la creación de dos estados separados, uno árabe y otro judío, con la administración internacional de Jerusalén. Tres países de la comisión (India, Irán y Yugoslavia) sugirieron la creación de un único estado con ambos pueblos. Australia, se abstuvo.
Y la ONU, el 29 de noviembre de 1947 (hace setenta años) emite la resolución 181(II) de “partición de Palestina”, con mapas y precisiones de lugares y límites para unos y otros ( árabes y judíos) aprobada con algunas quejas por judíos y rechazada por los árabes de la región. Jerusalén, intacta. Con administración de la ONU, sin participación de ninguna de las potencias de entonces, triunfantes de la IIGM. Se sucedieron las guerras y los armisticios y se estableció la “línea verde”, de separación. Más ocupados estaban los judíos del mandatario británico que de los árabes residentes en tierras de la Palestina partida. Dos hechos clave: atentados terrorista por la organización judía Irgún al hotel King David, en Jerusalén, que causó 91 muertes (julio de 1946) y el asesinato (en setiembre de 1948) también en Jerusalén del conde Berdardotte, mediador de la ONU.
La “partición de Palestina”, una hechura de la Asamblea General de la ONU de hace 70 años. Una tremenda responsabilidad del organismo internacional que tiene por miembro pleno, al igual que a los otros 192 países, a Israel que se comprometió (en su segunda solicitud para ser aceptado) a cumplir con la Carta. Sin embargo, casi todas las resoluciones del Consejo de Seguridad son incumplidas por Israel. A Naciones Unidas debe pesarle resolver el problema israelo-palestino con la misma contundencia que lo hizo en 1947 con la “partición” eludiendo entonces la obligada consulta al pueblo de Palestina destinada a ser “partida en dos”. Quien fuera autor de esa “partición” no puede escindirse de las responsabilidades frente a los judíos nativos de esa tierra, a los judíos que la colonizaron desde distintos lugares del mundo, a los palestinos nativos y a sus descendientes. Es una grave responsabilidad que no se concretó, setenta años después, en “dos estados”.
Dos veces llamó Israel a las puertas de la ONU
La primera, en 1948, consagrado ya el estado de Israel (el 15 de mayo) solicitando ser admitido como miembro pleno en las Naciones Unidas. No le alcanzaron los votos positivos y tuvo que esperar a 1949.
Cuando se presenta Israel por segunda vez en la nota oficial se compromete a cumplir con la Carta. Sin embargo, casi todas las resoluciones del Consejo de Seguridad son incumplidas por Israel desde entonces. Repito: si para “entrar” en la ONU suscribe un documento oficial del Estado de Israel comprometiéndose –es casi obvio que así fuera- a someterse a las obligaciones de su Carta se puede colegir que Israel aceptaba como natural consecuencia la totalidad de los articulados de la resolución 181(II) de “Partición de Palestina”, en los que el tema Jerusalén ocupa un importante y preciso espacio.
Jerusalén ¿Y la Resolución de una ONU a la que pidió dos veces ingresar?
El 20 de agosto de 1980 el Consejo de Seguridad (CS) de la ONU (repito, a la que dos veces Israel pidió pertenecer prometiendo fidelidad a su Carta) dictó una resolución (478) referida a la resolución 476 que condena la llamada “Ley de Jerusalén” con la declaración unilateral de Israel de proclamarla capital del estado, indivisible, pese a que involucraba a Jerusalén Este ocupada militarmente tras la “Guerra de los seis días”, iniciada por Israel el 5 de junio de 1967. La votación en el CS fue de 14 a favor y la abstención de los EEUU. Se pedía a los estados miembros no emplazar sus respectivas embajadas en Jerusalén. Insisto: Israel no cumplió. No cumple ahora.
Celebraciones de Mayo en Argentina. Las mentiras de Israel
Uno de los presidentes que generó más expectativas en Argentina fue Arturo Frondizi. Su política era el desarrollismo. Una necesidad del país confiado a sus dotes de estadista. Y mientras festejaba en mayo de 1960 junto a su pueblo los 150 años de la Revolución de Mayo (1810) se completaba una gestión de espías del Mossad que durante mucho tiempo antes ingresaban a la Argentina con documentación falsa. La delegación del gobierno israelí que vino en aviones de El Al para los festejos del sesquicentenario incluía agentes del Mossad bien preparados que secuestraron, escondieron, y drogaron a Adolf Eichman para que cuando fuese subido al avión de regreso pareciese un mecánico de la compañía aérea. Cuando se denunció el secuestro el presidente Frondizi formuló durísimas críticas a Israel por violación de la soberanía argentina y el secuestro de un ciudadano y hasta se dispuso romper las relaciones diplomáticas. El gobierno de Israel cuyo primer ministro David ben Gurión ejecutó el operativo con su muy calificado servicio de inteligencia Mossad enviaba a las celebraciones argentinas de mayo a su ministro de Relaciones exteriores, Abba Eban. A todo esto el gobierno de Israel mintió, durante mucho tiempo.¡ 45 años! Recién en febrero de 2005 admitió que los secuestradores eran del Mossad: En los anteriores intercambios epistolares de las respectivos gobiernos Israel escribía “en caso de que el grupo de voluntarios 8siempre sostuvo Israel que eran voluntarios) haya violado la ley argentina o haya interferido en los fueros de la soberanía argentina, el Gobierno de Israel desea manifestar su pesar al respecto”. Israel recibió una declaración condenatoria de la ONU en junio de 1960. Y pese a la gravedad del hecho, no pasó nada, Pilar.
Y, para el cierre, luego de sumar al incumplimiento de sus presentaciones escritas a la ONU para ser aceptado Israel como miembro pleno y las mentiras por el secuestro delictivo de Eichman, (durante 45 años a un país soberano que acogió a miles de judíos) el actual gobierno de Israel -de ultra derecha- personificado en Netanyahu, no puede ni nadie desde afuera celebrar como lo hace a éste asunto de Jerusalén lanzado por Trump que se va perfilando como un dramático y peligroso tobogán hacia más muerte, terrorismo y destrucción.
Jerusalén merece la paz. Debería irradiar la paz a judíos y palestinos. Por justicia. Por verdad.
CARLOS DUGUECH

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