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| sábado abril 20, 2024

¿Un Estado palestino? ¿Qué podría salir mal?


  • “Las historias para no dormir del Likud son bien conocidas. Después de todo, también dijeron que lloverían cohetes desde Gaza. Desde hace un año, Gaza está en gran parte gobernada por la Autoridad Palestina. No ha habido un solo cohete. Ni lo habrá”. (Isaac Rabín, entrevista de radio, 24 de julio de 1995).

En la historia de la política internacional ha habido numerosas ideas que resultaron ser miopes y estúpidas. Pero pocas –o ninguna– más que la de imponer la estadidad a los árabes palestinos, mal concebida y condenada al fracaso. Lo peor de esta majadería que ha devenido fiasco fatal es que era algo no sólo completamente predecible, sino insistentemente predicho.

Lo más desconcertante –perverso, en realidad– es el hecho de que un Estado palestino acabaría muy seguramente representando la mera antítesis de los valores invocados por parte delestablishment de la izquierda progresista para su fundación.

Cleptocracia corrupta o teocracia tiránica

Al fin y al cabo, hay pocos motivos para pensar que fuera otra cosa que una tiranía de una mayoría musulmana, misógina y homófoba y un bastión de grupos terroristas islamistas caracterizado por la discriminación contra las mujeres y las niñas, la persecución a los homosexuales y los disidentes políticos y la supresión de las confesiones no musulmanas. De hecho, sus devotos de la izquierda progresista nunca han aportado un solo argumento remotamente convincente en contrario. Tampoco lo ha hecho el precedente empírico sentado desde que los nefastos Acuerdos de Oslo de 1993 iniciaran el proceso de espolear al autogobierno a unos árabes palestinos no preparados para ello.

Desde el triunfante retorno de Yaser Arafat a Gaza, en julio de 1994, y a pesar de la cuantiosa ayuda financiera, el apoyo internacional casi unánime y una serie de Gobiernos israelíes cuya maleable indulgencia para con las constantes tropelías palestinas ha superado los límites de la razón y el sentido común, los árabes palestinos no han sido capaces de crear nada remotamente parecido a una sociedad sostenible y productiva. En realidad, lo único que han logrado producir es una cleptocracia corrupta (Fatah) y una teocracia tiránica (Hamás).

Por lo tanto, después de un cuarto de siglo, y a pesar de las enormes ventajas de que ha disfrutado –que demostrablemente aventajan por mucho a las que cualquier otro movimiento de liberación nacional haya tenido a su disposición–, los líderes arabo-palestinos no han estado a la altura. Lo único que han brindado a su pueblo es una entidad insostenible y dividida, con un sistema de gobierno disfuncional, apenas capaz de celebrar siquiera unas elecciones municipales; y una economía raquítica, socavada por la corrupción y el enchufismo, con un sector privado minúsculo y un sector público abotargado, manifiestamente insostenible sin la generosidad de su supuesto opresor, Israel.

La más grave acusación contra la fórmula de los dos Estados

Gaza, donde el engañoso experimento de los dos Estados echó a andar en 1994, desatando un arrebato de optimismo delirante, se ha convertido en su más grave prueba de cargo, tanto para los judíos como para los árabes.

Sobre los árabes de Gaza, asediados por las aguas residuales, se cierne el fantasma del desastre humanitario: el 90% del suministro de agua no es apto para el consumo, sólo hay energía eléctrica durante unas pocas horas al día, y la estratosférica tasa de paro está en algún punto entre el 40 y el 60%. No es de extrañar que una reciente encuesta revelara que sólo el 6% de los gazatíes tienen una percepción positiva de las condiciones predominantes en el enclave, mientras que casi el 80% las considera malas o muy malas.

Para los judíos de Israel, desde que el control de Gaza pasara a manos arabo-palestinas, la Franja es un vivero para el terrorismo y el origen de numerosos ataques letales.

La evacuación unilateral de Israel de 2005, con la demolición de prósperos asentamientos judíos y la eliminación de cualquier vestigio de toda presencia judía –que incluyó la exhumación de tumbas y el traslado de cementerios por temor a que las hordas arabo-palestinas los profanasen–, no logró atemperar el fervor judeófobo de los gazatíes. De forma significativa, la única presencia judía que dejó Israel fueron dos docenas de sinagogas, que fueron inmediata y totalmentearrasadas por frenéticas turbas árabes.

Tremenda mejora de las capacidades terroristas

Además, si hubo alguna esperanza de que la salida de Israel de Gaza sirviera de acicate para que los líderes arabo-palestinos dejaran de concentrarse en la actividad terrorista y lo hicieran en la de poner en pie un Estado, se disipó enseguida.

De hecho, sucedió todo lo contrario. Aprovechándose de la ausencia de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF), las organizaciones terroristas arabo-palestinas de Gaza se dieron febrilmente a la tarea de mejorar sus capacidades para infligir daños a Israel y a los israelíes. Cuando Israel se retiró de la Franja, los cohetes de que disponían las organizaciones terroristas palestinas tenían un alcance de apenas 5 kms y podían portar una carga explosiva de alrededor de 5 kg; hoy tienen un vasto arsenal de misiles, algunos de los cuales tienen un alcance superior a los 100 kms y cabezas explosivas de 100 kg. Es decir, sus capacidades se han multiplicado por diez.

Asimismo, han desarrollado nuevas capacidades apenas concebibles en 2005, como una fuerza naval para atacar a Israel desde el mar. Pero se podría decir que el desarrollo más amenazador es la excavación de una vasta red de túneles, algunos de los cuales llegan hasta Israel, para facilitar incursiones que tengan por objeto matar o secuestrar a ciudadanos o soldados israelíes.

Los incesantes ataques terroristas procedentes de Gaza forzaron a Israel a llevar a cabo tres operaciones militares a gran escala (2008, 2012 y 2014) para tener algo parecido a la calma en su frontera sur, y una cuarta ronda parece cada vez más inevitable, dado que se siguen lanzando cohetes contra centros civiles israelíes.

Campañas costosas y un número considerable de víctimas

Esas campañas causaron no pocas víctimas israelíes: casi cien muertos y bastante más de mil heridos. Los palestinos sufrieron pérdidas mucho mayores, entre otras razones por la táctica de Hamás de usar civiles como escudos humanos.

Además, dichas campañas costaron a la economía israelí miles de millones de dólares –en gasto militar y civil directo, así como en producción perdida–, mientras millones de israelíes se vieron atrapados en refugios durante semanas y los centros de las ciudades y pueblos del país estuvieron sometidos a un bombardeo constante (v. aquíaquí y aquí).

A esto hay que añadir el enorme coste de proteger a la población civil de los ataques continuos en periodo de entreguerras con, por ejemplo, estructuras reforzadas en viviendas, edificios públicos, centros educativos y guarderías.

Por supuesto, Israel se ha visto también obligado a invertir enormes cantidades de dinero en encontrar una respuesta eficaz a la amenaza que representan los cohetes, misiles y túneles de los terroristas. Lo primero dio como fruto la muy eficaz Cúpula de Hierro, que en general ha mantenido a la población civil a salvo de los ataques aéreos interceptando proyectiles normalmente muy baratos y toscos con otros muy caros y sofisticados. Los túneles han resultado ser un problema más difícil, e Israel ha destinado ingentes recursos a buscar una solución. Los éxitos recientes en el descubrimiento y destrucción de algunos de esos túneles sugieren que se han logrado avances importantes.

Además de estos esfuerzos tecnológicos, Israel ha emprendido la construcción de una barrera física antitúneles a lo largo de toda la frontera con Gaza –que se extiende a lo largo de más de 50 kilómetros–, a la que el jefe del Estado Mayor de las IDF, general Gadi Eizenkot, se ha referido como “el proyecto de mayor envergadura” de los emprendidos por el Ejército israelí. Esta barrera gigante, que según las informaciones prevé penetrar en el mar, constará de un muro que se elevará seis metros sobre el suelo y de una barrera de cemento subterránea, repleta de sensores avanzados, que alcanzará profundidades de 40 metros.

Una Gaza gigante mirando desde arriba a Tel Aviv

Teniendo en cuenta el rotundo fracaso de la empresa de conferir la autodeterminación a los árabes palestinos –y el enorme coste que ha supuesto–, parece completamente incomprensible ya no que se insista en lo mismo, sino que crezcan las demandas en tal sentido.

A pesar de la demostrada incapacidad de los árabes palestinos para afrontar con éxito los retos de la autodeterminación –incluso a la minúscula escala de Gaza–, la presión por ampliar el experimento al territorio de Judea-Samaria persiste, contra el sentido común y la honestidad intelectual.

Quizá la mejor ilustración de la magnitud de este condenado disparate sea el tamaño, coste y complejidad de la citada barrera antitúneles.

Si las IDF evacuasen Judea-Samaria, hay pocos motivos para pensar que ese territorio no fuese a seguir el mismo camino que Gaza para acabar degenerando en una tiránica teocracia islámica. Quienes abogan por la evacuación no han proporcionado –ni podrían hacerlo– garantía convincente alguna de que no será así. Desde luego, ese resultado no se puede considerar completamente implausible, de ahí que la planificación estratégica de Israel deba tenerlo en cuenta como una posibilidad con la que perfectamente podría tener que lidiar.

Por consiguiente, si la evacuación israelí de Gaza obligó a construir una barrera de miles de millones de shékels para proteger el sur del país, escasamente poblado y en su mayor parte rural, sin duda la evacuación de Judea-Samaria obligaría a construir una barrera similar para proteger zonas densamente pobladas y en gran medida urbanas.

Habría, sin embargo, varias diferencias importantes. Porque, a diferencia de Gaza, que tiene una frontera de 50 kilómetros con Israel, cualquier posible entidad arabo-palestina en Judea-Samaria tendría una frontera de hasta 500 kilómetros (puede que más). Además, a diferencia de Gaza, que no tiene superioridad topográfica sobre los territorios que la rodean, las colinas calcáreas de Samaria dominan prácticamente todos los grandes aeródromos de Israel (civiles y militares), sus principales puertos y bases navales, sus infraestructuras vitales (centrales de producción y distribución de luz y agua, redes de comunicaciones y transporte), sus centros de mando civil y militar y el 80% de su población y de su actividad comercial.

En estas condiciones, la desmilitarización [de la entidad palestina] es prácticamente irrelevante, como demuestra la supuestamente desmilitarizada Gaza. Porque incluso sin una fuerza aérea, naval y acorazada convencionales, unos rebeldes con un adiestramiento elemental y armas improvisadas podrían perturbar completamente la vida socioeconómica de Israel, con o sin la complicidad del régimen de turno, que, dada su naturaleza despótica, se dedicaría muy poco al bienestar del ciudadano medio.

Ante a esta sombría perspectiva, cualquier Gobierno israelí tendría que resignarse a la recurrente paralización de la economía, la acumulación de víctimas civiles y la disrupción de la vida cotidiana, o responder constantemente con represalias a gran escala, con los consecuentes daños colaterales entre la población árabe palestina no beligerante y la condena internacional por el presunto uso de una “fuerza desproporcionada”.

¿Qué podría salir mal?

No sólo la desmilitarización [del Estado palestino] es en gran medida irrelevante. También lo es la supuesta sinceridad de cualquier posible socio para la paz palestino. Porque, sea cual sea el acuerdo alcanzado, no se puede asegurar su perdurabilidad.

Aun en el improbable caso de que apareciera un líder palestino con la autoridad y la honestidad necesarias para cerrar un acuerdo vinculante con Israel, sería sin duda apartado del poder –por los votos o por las botas–, como demuestra claramente el precedente de Gaza. Todas las peligrosas concesiones que se le harían habida cuenta de su sinceridad las asumiría un sucesor mucho más hostil, cuyo credo político se basaría seguramente en renegar de las concesiones hechas a la “insidiosa entidad sionista”.

Así las cosas, en función de los precedentes y los análisis políticos serenos, existen todos los motivos para pensar –y muy pocos para no hacerlo– que cualquier Estado palestino creado en cualquier área evacuada por Israel degeneraría rápidamente en una Megagaza que miraría desde arriba al Gran Tel Aviv, con todos los peligros asociados que acarrearía.

Así que, a la pregunta de qué podría salir mal, habría que responder: “Básicamente, todo”.

© Versión original (en inglés): The Algemeiner
© Versión en español: Revista El Medio

 

 

 
Comentarios

los cohetes de que disponían tenían un alcance de 5 kms y una carga explosiva de 5 kg; hoy de misiles, algunos de los cuales tienen un alcance superior a los 100 kms y cabezas explosivas de 100 kg. Es decir, sus capacidades se han multiplicado por diez.
Interesante artículo pero saca 0 en matemática: 100/5=20

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