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| sábado abril 20, 2024

La belleza de la agresión


Si buscamos en el diccionario de la Real Academia Española el significado de la palabra belleza, nos encontramos con estas dos definiciones 1. f. Cualidad de bello. 2. f. Persona o cosa notable por su hermosura.

Ahora, me pregunto cuál es la definición de violencia y si hay en ello algo relacionado con lo bello. Hallo estas cuatro definiciones 1. f. Cualidad de violento.

  1. f. Acción y efecto de violentar o violentarse.
  2. f. Acción violenta o contra el natural modo de proceder.
  3. f. Acción de violar a una persona.

 

Maravillosas todas ellas… Casi hubiera utilizado la palabra “bellas” pero sería demasiado.

Claramente no hay relación entre ellas aparentemente. Nada de bello y notable hay en ir «contra el natural modo de proceder”, menos aún en la “acción de violar a una persona”.

Luego, con las definiciones en claro, vuelvo al artículo de un conocido diario de amplia difusión (https://www.lanacion.com.ar/2116912-cacheteo-a-un-soldado-israeli-y-a-los-17-anos-es-el-nuevo-simbolo-de-la-resistencia-palestina) donde en una nota se celebra a una jovencita que le dio una cachetada a un soldado israelí, y en donde se usan términos que claramente dejan sesgado al lector desinformado, tendiendo a que rápidamente se identifica con la rubia y juvenil figura, que está oprimida por el gran y poderoso Estado judío.

Justifica el artículo a la heroína del cuento, que se salva gracias a un video que filma la escena frente al soldado armado para una guerra, de quien nada dice. Es un número. Dejó de ser una persona.

La bella dama tiene nombre y apellido, familia, etc, etc. Ella sí es persona.

De un lado un ser humano, del otro un soldado.

Se acusa a uno y se justifica al otro.

Nada se dice respecto a por qué estaba ese soldado ahí, nada se dice de otra cosa que no sea descalificar a Israel.

Para muchos de nosotros es moneda corriente este tipo de notas y voces que se complacen sólo con el judío víctima. Parecería que el lema a sostener es: «Si otro no lo pone en ese lugar del cordero del sacrificio, yo me encargo de hacerlo de manera acusatoria”.

El judío sólo parece ser necesario para ser denigrado, para ser menoscabado y tal como el viejo chivo expiatorio, cargar con todo lo malo que no se quiere ver en el propio rebaño.

Ocupacionista, represor, pasando por toda la gama de términos acusatorios que hay en la paleta de la pobre malsana ignorancia de siempre.

Tal como la canción que cantaba hace años ya la mítica cantante italiana Mina, Parole Parole Parole. Son tantas palabras. Y así las masas llegan a las acciones de la cual todos luego hacen mea culpa y arrepentimiento.

Algo parecido pasa como cuando el violento pide perdón por sus acciones pasadas y dice que no volverá a hacerlo. Parte de sus palabras son justificarse en las acciones de la otra parte.

Jamás estaré de acuerdo con la muerte de un ser humano en manos de otro ser humano. Sin embargo, debemos decir las cosas por su nombre.

Me reconozco sumamente defensor de la naturaleza. Ahora, ese no es motivo para invitar a pasar a un puma salvaje a mi casa y sentarlo a la mesa con mis seres queridos.

Todos estamos de acuerdo con que el que viola y mata debe ser sancionado.

Aunque en ocaciones al escuchar a algunos representantes de la justicia argentina entro francamente en duda y ni qué hablar de algunos fallos en favor de ciertos derechos a la tan deseada libertad de quienes fueron condenados por cometer delitos. Me quedo con la impresión que de no ser porque es políticamente correcto oponerse a esos fallos más de uno aplaudiría y de hecho algunos lo hacen a pesar de lo antes dicho.

Se enorgullecen de que el lobo irracional quede suelto.

Entonces me pregunto y vuelvo a pensar el artículo que enaltece la cachetada de la niña palestina al soldado israelí y me digo: ¿Son desmedidas las acciones de Israel para defender a sus ciudadanos? ¿Vale por ello celebrar la violencia ? ¿Una cachetada en manos de un niño a un adulto es motivo de consagrarlo héroe? Si ese niño agrede, ¿de dónde lo aprendió? S¿iempre que hay una injusticia o algo que me amenaza vale recurrir a lo más primitivo? Dilemas… Dudas…

Yo te quito, tú me quitas. Pensamiento dual. El otro es mi enemigo, debe ser aniquilado porque amenaza mi subsistencia.

Más Dudas… Más dilemas…

No traigo respuestas y me atrevo a preguntar-me.

Pero me digo, si fuera así entonces deberíamos estar viendo a miles de judíos pegándole a cuanto alemán, austriaco, polaco, etc, etc se nos cruce y eso que dejo de lado a España y la inquisición, los romanos y griegos por sus respectivas masacres etc etc.

Algo no está bien con justificar la violencia.

Lejos de ponerme de un lado o del otro, debo, por si acaso no lo sabe algún distraído que nunca falta, entender que injusticias hay siempre en todas partes, en todas las esferas y en todos los tiempos, pero hay que ser cuidadosos y claros. La violencia no es quien lo resuelve.

Comprendo el miedo y comprendo la valentía.

Lo sé por mis pacientes y por mi propia experiencia y jamás aplaudiría ni incitaría una acción violenta sólo porque se ha cometido una injusticia.

La niña paquistaní Malala Yousafzai, su ejemplo es brillante.

Tal vez en algún momento usted se preguntó cómo es que un terrorista llega a inmolarse con el fin de matar y llevarse de esta vida a cuantas personas pueda.

Tal vez estemos frente a la liviandad de condecorar la violencia mientras que decimos querer combatirla.

El riesgo de mirar al abismo es que el abismo nos mira a nosotros.

Detenernos, reflexionar, preguntarnos, tantas veces como sea necesario. Es inevitable si queremos cuidar nuestro propio territorio que para todo ser humano, de momento y hasta nuevo aviso, se llama planeta tierra.

Parece lejano y arduo el camino de reconocer que tal vez ese soldado no quiso estar ahí, que tal vez a esa niña nadie le dijo que ese soldado también tiene familia y que no son violentos. Quizás si el otro dejara de ser un enemigo para pasar a ser otro ser humano, podríamos parar de matar pollos y romper huevos en el irresoluble enigma de descubrir si fue primero el huevo o la gallina.

 

***Rodrigo Reynoso, licenciado en psicología

 
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