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| martes marzo 19, 2024

Israel admite por primera vez haber atacado un reactor nuclear sirio en 2007


Imágenes procedentes del Ejército israelí que muestran una vista aérea del supuesto reactor nuclear sirio durante su bombardeo en 2007. AFP

Once años después, Israel reconoce por primera vez que destruyó el incipiente reactor nuclear sirio. Con la decisión este miércoles de desclasificar documentos secretos, el ejército israelí rompe su política de ambigüedad (basada en no confirmar ni desmentir) sobre uno de los ataques aéreos más importantes de su historia. Comparable, según fuentes israelíes, al que llevó a la destrucción de la planta nuclear iraquí de Osirak en 1981.

Después de que en marzo del 2007 agentes del Mosad lograran irrumpir en Viena en el ordenador del jefe de la Agencia de Energía Atómica siria, Ibrahim Othman y que soldados fueran enviados a Siria para recoger pruebas del suelo en el terreno en Siria que confirmaran las sospechas sobre el supuesto plan del presidente Bashar Asad, el entonces primer ministro israelí, Ehud Olmert ordenó la operación a 450 km al norte de Damasco.

Ocurrió en la noche del 5 de septiembre del 2007 cuando ocho F-16 y F-15 israelíes despegaron de varias bases, irrumpieron en el espacio aéreo sirio y atacaron la planta de Al Kibar situada en la provincia oriental siria de Deir Ezzor. En pocos minutos-señala ahora Israel- se desbarató el proyecto secreto que Asad promovía con la asistencia de ingenieros norcoreanos.

Según el entonces ministro de Defensa, Amir Peretz, «el reactor estaba a punto de ser terminado. La operación fue vital ya que permitió suprimir una amenaza existencial emergente para Israel y toda la región sin mencionar qué hubiera pasado en la guerra civil siria si esas armas llegan a determinadas manos como IS». Si bien Peretz estuvo en los preparativos, el titular de Defensa en el momento del ataque fue Ehud Barak que le había reemplazado dos meses antes como líder laborista. Éste se opuso rotundamente a la ofensiva en Siria alertando de las posibles consecuencias. Tras enfrentamientos dialécticos con Olmert, Barak levantó la mano a favor en la dramática votación de una operación que fue elaborándose durante casi un año bajo el temor a una filtración. «Debíamos atacar la planta antes de que se convirtiera en caliente y operativa» comenta Olmert rechazando la petición de Barak de esperar a abril del 2008.

«Cuando te encargan atacar un reactor nuclear, sabes que no puedes cometer el mínimo error», afirma uno de los pilotos que participó en un bombardeo que empleó 17 toneladas de explosivos.

Siria siempre negó las acusaciones sobre un proyecto nuclear. «Es un edificio en construcción solo con fines militares», declaró Asad años después sobre el objetivo atacado en el desierto. En el 2011, el Organismo Internacional de Energía Atómica(OIEA) señaló que es «muy probable» que la planta fuera efectivamente un reactor y construido probablemente con la asistencia de Corea del Norte.

«Debemos ponernos en la piel de Asad. Si no hacemos público el ataque, no se verá obligado a responder», afirmó el entonces jefe del Mosad, Meir Dagan en una de las reuniones previas al ataque. La década de silencio oficial evitó una respuesta militar siria que quizá hubiera conducido a una guerra regional tal y como temía Estados Unidos. La Administración Bush estaba al tanto de los hallazgos de la Inteligencia israelí y de la intención de atacar el reactor en construcción. Washington no dio luz verde de forma explícita pero tampoco roja. Olmert lo entendió como permiso para enviar sus cazas de combate.

Una vez que los pilotos israelíes volvieron a sus bases y las imágenes confirmaron la destrucción de la planta en Deir Ezzor, Olmert llamó desde el cuartel general de Tel Aviv (Kiria) a Bush que en esos momentos estaba de visita oficial en Australia. «Sólo le quiero decir, señor presidente, que algo que existía ya no existe más», le dijo.

«Arizona». Con esta palabra en clave los pilotos israelíes informaron a la Kiria en Tel Aviv de que la misión había sido cumplida tras volar escasos minutos en Siria. A las 2.30 de la madrugada del 6 de septiembre del 2007 regresaron a sus bases. Horas antes el jefe de la Fuerza Aérea, Eliezer Shkedi, les había enviado una misiva de máxima confidencialidad pidiendo actuar con bajo perfil para reducir la posibilidad de un duelo a gran escala: «Sois enviados hoy a una misión de importancia suprema para Israel y el pueblo judío».

«En los meses previos, la prioridad era estar completamente seguros de que se trata de un reactor nuclear en construcción. Una vez confirmado, teníamos que decidir qué tipo de acción se haría y valorar si Asad respondería militarmente», comenta hoy la entonces ministra de Exteriores Tzipi Livni.

«Cuando el Mosad trajo la información al resto de organismos de seguridad, fue una sorpresa para todos», recuerda Ram Ben Barak, uno de los principales jefes de operaciones del servicio secreto israelí después de que varios agentes extrajeran información clasificada del ordenador personal del alto funcionario sirio en Viena. Alrededor de 35 fotos revelaban la naturaleza del misterioso edificio en pleno desierto sirio incluyendo imágenes de empleados norcoreanos que llevaban dos años. Esta acción del Mosad fue publicada en exclusiva por la revista «The New Yorker».

El jefe del Mosad se reunió con Olmert con la información hallada. La conclusión de ambos era la misma: destruir la planta antes de que se convirtiera en operativa. Olmert reveló la información a Bush con la esperanza de que EE.UU fuera el que llevase a cabo el ataque. En julio del 2007 fue informado por Bush que no lo haría dejándole en sus manos la decisión final.

Pese a que es la primera vez que Israel lo admite de forma oficial, era un secreto conocido debido a varias filtraciones de EE.UU y cables revelados en WikiLeaks. De hecho, el silencio absoluto israelí tras el ataque en Deir Ezzor solo fue alterado por el entonces jefe de la oposición y actual primer ministro Benjamin Netanyahu. En una entrevista al Canal 1, reveló que había felicitado a Olmert por la operación Una «metedura de pata» que provocó duras críticas del gobierno y ejército. Desde Siria, la reacción osciló entre el silencio de Asad y las acusaciones contra la «propaganda israelí» respecto a la existencia del proyecto nuclear.

Mensaje a Irán

En su dramático anuncio que acompaña con las imágenes y el vídeo del ataque, el ejército no explica el motivo de por qué lo desclasifica este miércoles. Lo que está claro es que llega en un momento de gran tensión entre Israel y el eje formado por Asad, Irán y el grupo libanés chií Hizbulá. «No permitiremos que Irán se afiance militarmente en Siria», advirtió hace unos días Netanyahu, que por otro lado pide a EE.UU y el resto de potencias occidentales que corrijan o anulen el acuerdo nuclear firmado con Irán. La decisión, que puede tener consecuencias trascendentales para la región, debe ser tomada en mayo por el presidente estadounidense, Donald Trump. Europa e irán se niegan a modificar la esencia del acuerdo.

Irán siempre ha afirmado que su proyecto, congelado en 2015 a cambio del levantamiento de las duras sanciones económicas, tenía fines pacíficos de uso civil. Asimismo, denuncia que Israel es una potencia nuclear. Las autoridades israelíes, por su parte, recuerdan las advertencias en los últimos años de los máximos dirigentes de la República Islámica prometiendo «la desaparición del ente sionista» para considerar su proyecto nuclear como «amenaza existencial».

«El mensaje del ataque de 2007 contra el reactor es que Israel no aceptará que se construyan instalaciones capaces de constituir (para él) una amenaza existencial», dice el entonces alto mando militar y hoy jefe del ejército, el general Gadi Eisenkot señalando el ataque del 81 contra la planta nuclear de Sadam Husein. Un mensaje que en Israel interpretan como aviso a Irán. Con todo, atacar las centrales nucleares iranies es infinitamente más complejo que la planta siria de Al Kibar.

La decisión de desclasificar los documentos coincide también con la publicación de la biografía de Olmert escrita en gran parte en la cárcel donde cumplió una condena de casi 17 meses por fraude y soborno. Su protagonismo decisivo en la operación y el hecho de que no lo filtrara durante más de una década le ayudará a mejorar su castigada imagen pública en Israel. En cualquier caso, no lo suficiente como para considerarle candidato en el futuro a volver al poder que ostenta su eterno rival Netanyahu.

 
Comentarios

Una brava operación de esas que hacen Historia.

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