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| viernes marzo 29, 2024

La Marcha del Retorno, la manera palestina de hacer la guerra


Desde que Fatah cometió su primer acto de sabotaje contra el Servicio Nacional de Conducción de Aguas de Israel, el 1 de enero de 1965, el movimiento nacional palestino viene librando una persistente guerra contra el Estado Judío. En su nivel más básico, los palestinos –desde la OLP y la Autoridad Palestina (AP) hasta Hamás, la Yihad Islámica y las organizaciones salafistas– llevan décadas urgiendo a matar o herir a judíos israelíes y a dañar o destruir sus propiedades. Las distintas organizaciones sólo difieren en las tácticas para alcanzar esos objetivos.

Mahmud Abás, presidente de la AP (o el Estado Palestino, según se lee en sus distintivos y correspondencias), se ve constreñido por la necesidad de alcanzar esos objetivos mediante la“lucha popular”, es decir, con palos, piedras y bombas incendiarias pero sin armas de fuego, ataques suicidas y misiles. Esas restricciones no rigen para las demás organizaciones, incluida Fatah, que comanda el propio Abás (además de la OLP y la AP). Sus únicas limitaciones las marcan sus capacidades. En la Margen Occidental tienen un perfil bajo gracias a la inteligencia israelí, las detenciones preventivas y la cooperación en materia de seguridad entre Israel y la AP, que comparte con el Estado judío el interés en la destrucción de Hamás, común enemigo.

Como expertos en la producción de violencia, esas entidades y organizaciones palestinas saben que la rutina de la lucha armada y popular es insuficiente; no sólo para el logro de objetivos políticos primordiales como una retirada israelí, sino para el mantenimiento de la atención internacional en su lucha por la deslegitimación del Estado judío.

Para decirlo a quemarropa: asesinar a dos padres de familia numerosa y herir gravemente a otros dos israelíes –los frutos de la violencia palestina en enero y febrero de este 2018– no da titulares fuera de los medios israelíes y palestinos. Ese nivel de impacto no puede alterar el equilibrio de poder entre las partes. Por penosos que sean ese tipo de ataques, pocos israelíes, ya sean de derecha, de izquierda o de centro, van a modificar sus opiniones sobre la cuestión palestina o sobre quienes están en el poder. En cuanto a los palestinos, son dolorosamente conscientes de que desde la denominada Primavera Árabe, con su reguero de sangre y la multiplicación de las guerras por delegación entre Irán y Arabia Saudí y entre chiíes y suníes, el umbral de muerte y destrucción que deben traspasar para llamar la atención se ha elevado sustancialmente. Las organizaciones palestinas han de competir con los bombardeos indiscriminados de Rusia y Siria sobre el bastión rebelde de Guta, al este de Damasco, así como con la violencia en Irak, el Yemen y Libia.

Esta es la razón por la que decenas, si no cientos, de miembros de esas organizaciones tratan consistentemente de llamar la atención de los medios lanzando oleadas de violencia que, con la debida frecuencia, socaven la voluntad israelí de mantener un régimen democrático en una región donde los Estados están al borde de la guerra, como en el Líbano, o metidos hasta las trancas en una, como en Siria.

La más reciente innovación es la idea de una marcha multitudinaria de 100.000 gazatíes para desarbolar la seguridad fronteriza de Israel en torno a la Franja en simbólica representación del regreso de los refugiados de Gaza a sus hogares primigenios. Ni que decir tiene que esos manifestantes difícilmente serán los refugiados originales, que tendrían al menos 69 años, el tiempo que ha pasado desde el establecimiento de Israel, en 1948.

El objetivo inmediato de este desborde fronterizo no es tanto matar israelíes (aunque, si puede conseguirse, tanto mejor) como buscar la propia muerte. Lo que se pretende es que Israel recurra a la fuerza para mantener el orden (como haría cualquier Estado soberano) y pergeñar escenas y funerales que deslegitimen al Estado judío.

El objetivo a largo plazo es, de hecho, matar o dañar israelíes, así como sus propiedades. Hamás y las demás organizaciones anhelan que esto lleve a multitudinarias oleadas de protesta y a actos terroristas suicidas espontáneos en la Margen Occidental y entre los ciudadanos árabes de Israel. Lo ideal, para las organizaciones palestinas, sería el desencadenamiento de una intifada a gran escala.

Incluso en el mejor de los momentos, nadie puede predecir qué ocurrirá. La cuestión de cuándo y cómo alzarse ha sido minuciosamente estudiada por los poderes establecidos, por los rebeldes y por los terroristas, y desde luego por numerosos académicos. Tras centenares de años de análisis, el desencadenamiento de oleadas masivas y sostenidas de violencia sigue siendo un misterio. No encaja en los moldes de las ciencias exactas.

Israel quiere mantener el statu quo, en el que la gente vive con normalidad. Las organizaciones terroristas palestinas quieren alterarlo. Tras once años de gobierno de Hamás, Gaza está en trance de convertirse en otra Guta, otra Bagdad bañada en sangre, o incluso en otro Estado palestino fallido.

El plan tiene sus dificultades porque los palestinos están divididos, aún más desde el reciente intento de asesinato del primer ministro palestino, Rami Hamdalá, en Gaza. Están tan divididos que los actores principales –la AP y Fatah, por un lado, y Hamás y la Yihad Islámica, por el otro– no pueden ponerse de acuerdo siquiera en la fecha de celebración de la marcha multitudinaria contra la frontera. Los seguidores de Fatah quieren que sea el 14 de mayo, día en que Ben Gurión proclamó el Estado de Israel y cinco Estados árabes lo invadieron. Los palestinos se han apropiado de tal fecha para la conmemoración de la Nakba, su fracaso a la hora de destruir el Estado de Israel, y el drama de los refugiados, aunque la salida de estos tiene poco que ver con esa fecha en concreto. Hamás quiere que se celebre el 30 de marzo, en que numerosos árabes palestinos conmemoran el Día de la Tierra.

Es muy probable que las marchas tengan lugar en ambas fechas, e Israel y los palestinos se están preparando para ello. El Ejército israelí hará lo que esté en su mano para desbaratar las protestas de forma que no haya un baño de sangre. Los palestinos, de la OLP y la AP para abajo, querrán que la sangre corra a raudales. Ojalá lo que prevalezca sean las intenciones israelíes.

© Versión original (en inglés): BESA Center
© Versión en español: Revista El Medio

NOTA: Una primera versión de este texto se publicó el 26 de marzo en el Jerusalem Post; la que ha subido el BESA a su web está fechada el día 28. Como es sabido, la marcha de la que se habla en el texto se produjo finalmente el día 30.

 
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