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| viernes abril 19, 2024

Suecia, al borde del colapso


El primer ministro sueco, Stefan Löfven (izquierda), dijo la semana pasada que Suecia está en crisis. A la derecha, disturbios en un suburbio de Estocolmo en diciembre de 2014.

Suecia se acerca rápidamente al colapso total. Cada vez son más los municipios que están alertando de que, si siguen llegando inmigrantes a este ritmo, el Gobierno ya no podrá garantizar un servicio normal a sus ciudadanos. Además, algunas declaraciones inquietantes de los funcionarios del Gobierno han causado temor entre los suecos ante lo que podría deparar el mañana. Si siguen llegando olas de inmigrantes, en 10 o 15 años los suecos serán minoría en su propio país.

El 9 de octubre, en una rueda de prensa, el primer ministro, Stefan Löfven, dijo que Suecia está en estado de crisis. Sin embargo, cuando se le pidió que aclarara a qué se refería con eso, Löfven no fue capaz de producir una sola frase coherente.

Aparecieron tres ministros junto al premier en la rueda de prensa, convocada apresuradamente y celebrada justo después de una reunión extraordinaria del Gobierno. El propósito de la rueda de prensa parece haber sido transmitir dos mensajes:

  1. Explicar al mundo que la población se está enfrentando a «uno de los mayores esfuerzos humanitarios de la historia sueca».
  2. Que no queda alojamiento disponible, y que los inmigrantes deberán prepararse para vivir en tiendas de campaña.

Durante el turno de preguntas posterior a los discursos de los ministros, el periodista Tomas Ramberg, de la radio pública Ekot, preguntó: «Dice que Suecia se está preparando para una situación de crisis, ¿Qué quiere decir con esas dramáticas palabras?».

La respuesta de Stefan Löfven fue ininteligible:

«Sí, en primer lugar, estamos en medio de, a lo que me refiero seriamente cuando digo, cuando expreso una enorme gratitud a todos los que están haciendo este gran trabajo, porque es un esfuerzo humanitario, es tal como lo acaba de decir el ministro de Justicia y Migración. En este momento lo que estamos haciendo es que estamos salvando vidas cuando la gente viene huyendo de las bombas, de, de los asesinatos, de la opresión, sus vidas están destrozadas. Nosotros, nosotros les ayudamos y eso es, es un gran esfuerzo humanitario, y por supuesto que ahora podemos ver cuántas personas lo necesitan, que están buscando protección, entonces es uno de los mayores esfuerzos humanitarios. Y que estamos afrontando una situación de crisis, en parte por eso yo, nosotros estamos explicando que también nos estamos preparando para una situación en la que quizá tengamos que alojar a la gente en tiendas de campaña, porque defendemos la política de refugio humanitario, el derecho de asilo, pero también vemos ahora que no podemos cerrar los ojos al hecho que están viniendo más y en un periodo más corto que nunca, y que tenemos que proporcionales un techo. Entonces, pueden hacer falta otras cosas».

Sin embargo, el hecho de que el Gobierno hable ahora de alojar a inmigrantes en tiendas de campaña podría ser una señal que Suecia, pese a todo, ya no quiere estar en la primera línea de la batalla humanitaria, al fin y al cabo. La perspectiva de pasar un helado invierno sueco en una tienda de campaña podría hacer a muchos inmigrantes elegir otro país. Si no, el colapso total del sistema sueco será inminente.

En 2014, el historiador y comentarista de asuntos sociales Lars Hedegaard señaló proféticamente en el libro Farliga ord (Palabras peligrosas) que la quiebra económica de un país siempre se produce de manera rápida e inesperada:

«Si se puede aprender alguna lección de la historia, es que lo que no piensas que pasará, pasa. Una y otra vez. La consecuencia última de la política de inmigración de Occidente, y sobre todo de Suecia, es que la economía quebrará, porque ¿Quién va a pagar todo eso? Y las quiebras económicas, una vez que se producen, lo hacen con mucha rapidez».

Ahora mismo, el Gobierno sueco está pidiendo dinero en el extranjero para pagar por la inmigración. Pero la cantidad no es suficiente. El 8 de octubre la Asociación Sueca de Autoridades Locales y Regiones (SKL, en sus siglas suecas) advirtió  que los municipios necesitan incrementar la tasa de impuestos un 2%. La media municipal de la tasa de impuestos es ya del 32%, además de la tasa de impuestos federal que pagan muchos suecos. Un aumento del 2% en la tasa de impuestos supondría 15.000 coronas (1.825 dólares) en impuestos al año para un hogar medio.

Altos cargos políticos y funcionarios están diciendo también que la situación es muy sombría. El 1 de octubre, el ministro de Interior Anders Ygeman dijo que la actual ola de inmigrantes dará lugar a «enormes aprietos económicos»; y pocos días después el director general del Servicio de Inmigración Anders Danielsson explicó: «Dentro del marco del sistema que todos conocemos, nos estamos acercando al final del camino». Nunca se habían escuchado declaraciones como estas en Suecia, especialmente en relación con el sagrado asunto de la inmigración. Hasta ahora, siempre se ha dicho a los suecos que vivimos en un país rico que no tiene problemas para atender a todos los solicitantes de asilo que vienen aquí.

A la sombra del millón y medio de inmigrantes que se espera lleguen este año a Alemania, el país más poblado de la Unión Europea (81 millones de habitantes), los inmigrantes también están llegando a montones a Suecia, bastante menos poblado. Suecia es geográficamente más grande –consiste sobre todo en bosques y espacios naturales–, pero en su territorio viven menos de 10 millones de personas. Hasta 2010, Suecia aceptó unos 25.000 migrantes al año. Sin embargo, en 2010 el primer ministro Fredrik Reinfeldt llegó a un acuerdo con el Partido Verde (Miljöpartiet), que es favorable a la inmigración, para castigar a los votantes, según él mismo admitió, por permitir que Demócratas de Suecia (Sverigedemokraterna), partido contrario a la inmigración masiva, entrara en el Parlamento.

El acuerdo de Reinfeldt abrió las compuertas de la inmigración. En 2014 solicitaron asilo en Suecia 81.000 personas, y le fue concedido a 33.500. Sin embargo, a medida que los inmigrantes fueron trayendo después a sus familiares, esa cifra creció de forma sustancial. El año pasado se concedió el estatus de residente a 110.000 personas. A ello habría que sumar una cifra desconocida de extranjeros ilegales.

Ahora se habla de 180.000 solicitantes de asilo en Suecia en 2015. Esta cantidad es más del doble que la del año pasado. Si se concede el asilo a la mitad, y cada uno de ellos trae a tres familiares, estamos hablando de 270.000 inmigrantes nuevos en Suecia en un año. La semana pasada llegaron más de 8.000 personas, de las cuales 1.716 eran los denominados niños refugiados sin acompañante.

Los suecos que sigan únicamente los grandes medios de comunicación tendrán la impresión de que los inmigrantes que están llegando son refugiados de la guerra de Siria, pero en realidad el número de sirios supone menos de la mitad: 2.864 de los de la semana pasada dijeron ser de Siria, 1.861 dijeron ser de Irak y 1.820 de Afganistán. Claramente, muchas personas de países que no están en guerra están probando suerte y solicitando asilo en Suecia, pero a los grandes medios no les parece adecuado informar de ello a sus seguidores.

Se está produciendo una transferencia de población, y debería estar claro en cualquier análisis. El economista sueco Tino Sanandaji (de origen kurdo-iraní, y por tanto más duro que la mayoría de los suecos, que si critican la política de inmigración, son inmediatamente acusados de racismo) escribe en su blog que los suecos podrían ser pronto minoría en su propio país:

«1.000-1.500 solicitantes de asilo al día durante 15 años equivale a entre 5,5 y 8,2 millones de solicitantes de asilo. A finales de 2014, la Oficina Central de Estadísticas (SCB, en sus siglas suecas) calculó que el 21,5% de la población sueca era de origen extranjero: 2,1 millones de un total de 9,7. El número de personas de origen sueco –nacidas en Suecia y con los dos padres nacidos en Suecia– ha permanecido estable en unos 7,7 millones, y se espera que siga estable o aumente ligeramente a causa de un superávit de nacimientos. Si los de origen extranjero aumentan a 5,6 millones, se convertirán en mayoría».

Uno de los municipios adonde han llegado en masa los inmigrantes es Trelleborg (43.000 habitantes), en la costa más meridional de Suecia. En un día normal, llegan más de 100 niños refugiados sin acompañante desde Alemania en ferry. Durante las últimas dos semanas se han inscrito más de 1.000 de estos jóvenes; más de la mitad se han volatilizado y constan como perdidos. Nadie sabe por qué o a dónde se han ido. A éstos hay que añadir 13.000 solicitantes de asilo adultos.

Se han improvisado alojamientos temporales en centros deportivos, pistas de hielo y el hotel Sturup Airport, por nombrar algunos.

Trelleborg ha escrito una desesperada carta pidiendo ayuda al Gobierno, como hizo en vano hace pocas semanas el municipio de Örkelljunga. El alcalde y director municipal de Trelleborg, que fechaba la carta el 1 de octubre, escribió:

«Antes, muchos solicitantes de asilo tomaban la ruta a Malmö a través de Dinamarca, pero esto cambió hace un par de semanas. Desde el 10 de septiembre hasta la mañana del 1 de octubre llegaron a Trelleborg 14.000 solicitantes de asilo en ferry. No hay indicios que el ritmo vaya a descender, más bien no deja de crecer. El martes 22 de septiembre, el Servicio de Inmigración informó a Trelleborg de que, en el municipio adonde lleguen niños y jóvenes, son por ley las autoridades las que tienen que proveer alojamiento y costear la atención sanitaria y los gastos básicos, hasta que el Servicio de Inmigración decida sobre un municipio designado (…) Trelleborg ha llegado rápidamente a una situación en la que los servicios normales a la comunidad corren el grave riesgo de verse afectados (…) Con esta carta, nos gustaría llamar su atención sobre los enormes aprietos en que nos encontramos ahora».

Al parecer, el ministro de Justicia y Migración, Morgan Johansson, ha estado desde entonces en contacto telefónico con el alcalde de Trelleborg para discutir posibles soluciones. El 9 de octubre el Servicio de Inmigración decidió que Trelleborg debería ser municipio exento de albergar niños sin acompañante. Sin embargo, no está claro cómo va a aliviar la difícil situación en cuanto a las nuevas llegadas. La única ayuda concreta hasta ahora ha sido la de algunos municipios vecinos, que han abierto instalaciones para alojar a algunos de los migrantes de Trelleborg.

Malmö, a unos 29 kilómetros de Trelleborg, se encuentra también en apuros. Durante las últimas semanas, la estación central de tren de la tercera mayor ciudad de Suecia está desbordada por los inmigrantes, y los voluntarios que se acercaron durante los primeros días con comida, agua y ropa parecen ahora haber perdido interés. El diario Sydsvenska Dagbladet resumía la desesperada situación en Malmö, donde incluso la cárcel vacía de la ciudad fue considerada (y descartada) como posible alojamiento para los niños refugiados. Ahora parece más una posibilidad para los refugiados adultos.

El alcalde socialdemócrata de Filipstad, Per Gruvberger, también alertó de que este municipio de 6.000 personas no podrá proveer plazas en colegios y guarderías a los 1.100 solicitantes de asilo asignados por el momento a su municipio.

La respuesta del ministro de Justicia y Migración, Morgan Johansson, a este grito de auxilio fue: «Si es necesario, Filipstad tendrá que ampliar sus operaciones».

Estas insensibles palabras de Johansson enfurecieron al alcalde del vecino Årjäng, Daniel Schützer. Escribió sobre su compañero de partido en Facebook:

«Perdonen mi lenguaje, pero Morgan Johansson es un maldito estúpido. ‘Amplíe’, dice. ¡¡¡No son putos ladrillos y tablas lo que nos falta, son profesores!!!».

El Servicio de Inmigración, que se encarga de revisar los motivos de los solicitantes de asilo para inmigrar, está comprensiblemente saturado de trabajo. Incluso antes de la última crisis de refugiados, y pese a haber contratado a 1.200 nuevos trabajadores el año pasado, su personal está muy agobiado. El sindicato está dando ahora la señal de alarma respecto a los crecientes incidentes violentos, actos de vandalismo e intentos de suicidio. Este año (hasta agosto) se han reportado 1.021 incidentes de esta clase.

«La situación laboral es muy tensa en todo el organismo. La presión es enorme. El entorno laboral se ha deteriorado gravemente», dijo Sanna Norblad, líder del sindicato ST, al diario Norrköpings Tidningar.

Mientras todo esto se desarrolla, una gran cantidad de suecos observan horrorizados desde el lateral, y se preguntan cuándo se producirá el inevitable colapso. Al mismo tiempo, una parte sorprendentemente grande de la ciudadanía sigue demasiado confiada en que Papá Estado lo hará todo bien. Esta es una perspectiva muy sueca, parecida a los deseos que piden los niños, sobre la cual escribió Peter Santesson, director de sondeos del Institute Demoskop, en la web Dagens Opinion. Santesson afirma que los suecos tienen un nivel atípicamente alto de confianza en el orden social, y que están convencidos  que «en escalón superior siempre hay alguien más listo y más informado que asume la responsabilidad y se asegura de que todo funcione». Si los funcionarios del Gobierno resultan ser incapaces de gestionar el caos de los refugiados que ellos mismos han creado, podría ser desastroso. Santesson continúa:

«Los responsables de tomar las decisiones tienen que ponderar la confianza que la gente deposita ahora en ellos, y tienen que manejar esta confianza con cuidado en esta difícil crisis. Si traicionan la confianza de la gente por no ser capaces de manejar la situación –si resulta que Suecia no es tal cura milagrosa y la crisis crece hasta ser inmanejable–, el resultado podría ser que las consecuencias políticas y sociales lleguen más allá del problema de la inmigración».

El bloguero Johan Westerholm, socialdemócrata y crítico con el Gobierno, señala en un post del 7 de octubre, titulado «Infarto del sistema en el sistema de inmigración», que a los que ya están en Suecia hay que sumar a quienes no se les conceda el asilo en Noruega y Finlandia, y que por tanto serán devueltos al país en el que estuvieran: Suecia. Considerando que Finlandia rechaza el 60% de las peticiones de asilo, es razonable suponer que durante las próximas semanas el caos irá a más.

Westerholm escribe que la situación en Malmö está «fuera de control», y afirma que no tenemos ni idea de quiénes son los que están llegando a Suecia:

«Una parte muy numerosa de los administradores [en el Servicio de Inmigración] no conoce ni siquiera las organizaciones terroristas especificadas, y después hay simpatizantes: personas que, por principios, nunca enviarían un informe al departamento de seguridad del Servicio de Inmigración, por motivos ideológicos. Otro grupo numeroso lo forman aquellos que callan por miedo. En una organización caracterizada por el miedo y el estrés, no hacer nada es una manera infalible de conservar el empleo. Si se envía un informe con sospechas, lo normal es que no pase nada. Si la vida y el bienestar de un terrorista corren peligro, como ocurre con frecuencia, logra quedarse. En principio se le da un permiso temporal de residencia pero, en la práctica, acaba siendo permanente».

Los 152 solicitantes de asilo de los que se ha informado al Servicio de Seguridad en lo que va de año como posibles amenazas a la seguridad nacional son, probablemente, la punta del iceberg.

Los suecos que ya han perdido la fe en las autoridades y los políticos se están preparando ahora para lo impensable: que su otrora segura sociedad esté a punto de colapsar. En la web 72timmar.se, la Agencia de Contingencias Civiles informa al público sobre «nuestras cinco necesidades básicas: agua, comida, calor, descanso y seguridad». A los lectores se les dice que guarden agua y latas de comida en casa, y que se aseguren de permanecer en calor.

Lo de prepararse para una catástrofes se está volviendo más común en Suecia. El verano pasado, el diario Svenska Dagbladet publicó un reportaje sobre la primera tienda online sueca para los preparativos de esta clase y el interés que había generado. Según el instituto de sondeos Sifo, hasta hace poco siete de cada diez suecos no estaban en absoluto preparados para una crisis que tumbara el suministro de energía y por tanto las infraestructuras. El propietario de la tienda online, Fredrik Qvarnström, le dijo al periódico que, según sus cálculos, los suecos son los peor preparados del mundo para una crisis:

«Se habla mucho del efecto invernadero y de la crisis económica. La gente parece ser consciente que hay problemas, pero no creo que sepa lo desprotegidos que estamos. Confiamos en el Estado para que cuide de nosotros, como lo ha hecho en el pasado».

No pasará mucho tiempo hasta que los suecos se den cuenta de que el Estado no va a velar por ellos. El país que hasta hace solo 20 años era considerado uno de los más seguros y ricos del mundo está ahora en riesgo de convertirse en un Estado fallido.

Aunque respalda los artículos de Ingrid Carlqvist que ha publicado hasta la fecha, Gatestone Institute ya no está asociado a ella de ningún modo.

Traducción del texto original: Sweden Close to Collapse
Traducido por El Medio

 
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