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| viernes abril 19, 2024

‘Pseudoacontecimiento’: los medios y la Marcha del Retorno de Hamás


Decía el historiador estadounidense Daniel Boorstin (The Image: A guide to pseudo-events in America; 1961) que Franklin Delano Roosevelt sabía muy bien que los reporteros vivían de las noticias y que, por eso, “los ayudaba a confeccionarlas”.

Salvando las distancias morales, lo mismo puede decirse de Hamás, la Autoridad Palestina y toda organización antiisraelí. Aunque en su caso, además, saben o intuyen que los periodistas viven sobre todo de su ideología y de un mal disimulado desprecio a Israel. Sin esta suerte de operación de prensa, sería imposible que Hamás no se tuviese por lo que es, un grupo terrorista; y que la Autoridad Palestina no hubiese de rendir cuentas de la concentración de poder y riquezas de sus líderes y de sus negativas a lograr la paz. Sin esta suerte de colaboración, sería imposible presentar a los palestinos como las víctimas de un conflicto iniciado por ellos mismos junto a sus aliados árabes. Y los civiles palestinos no podrían ser utilizados tan impunemente como medio, herramienta, carne de cañón, reclamo mediático.

Aunque, todo hay que decirlo, ¿hasta cuándo va a dejar el pueblo palestino que sus ricos y antidemocráticos líderes le utilicen de esta manera? A fin de cuentas, en el mismísimo Irán, donde los dirigentes no son precisamente respetuosos de los derechos humanos, ha habido protestas masivas, y las mujeres, olvidadas por los movimientos feministas occidentales, plantan cara al régimen teocrático. Acaso los palestinos no estén totalmente en desacuerdo con sus líderes. Después de todo, décadas de intenso adoctrinamiento (gran parte del mismo llevado a cabo en aulas de la UNRWA) tienen que haber dado sus terribles frutos: una obediencia que termina por conducir a ofrendar la vida en nombre de una causa que en realidad es la de unos pocos, y tiene que ver con el enriquecimiento y poder.

Pero volvamos a Boorstin. El historiador sostenía (en 1961) que en los últimos cien años se había producido una transformación drástica en el proceso de comunicación de sucesos o noticias; como consecuencia, afirmaba, el lector había pasado a esperar más informaciones de los medios. Esto, aventuraba el historiador, era un síntoma de otro cambio, el de nuestra propia actitud hacia “cómo la vida puede ser amenizadahacia nuestro poder y el poder de aquellos que nos informan, educan y guían, para proporcionar acontecimientos sintéticos que compensen la falta de acontecimientos espontáneos”. Y, cabría agregar, que tapen o disimulen sucesos reales pero incómodos, o que dirijan frustraciones y rencores hacia un determinado sujeto o actor.

El ‘pseudoacontecimiento’

A esta novedad sintética –que muchas veces no deja de ser lo mismo levemente renovado o maquillado– Boorstin la llamó “pseudoacontecimiento”. No es de extrañar, pues, que, ante esta nueva realidad, y de manera muy acertada, el académico aseverara que es el periodista el que otorga al acontecimiento su fuerza en la mente de los lectores: “El poder de hacer noticiable un acontecimiento es, por lo tanto, el poder de generar experiencia”. Y la manera en que se informe del suceso marcará la experiencia que se fabricará del mismo. En el caso que nos compete, habrá que omitir que Hamás es un grupo terrorista, que utiliza a su población como escudo humano, que se enriquece con el mercado negro que controla, que está comprometida con la destrucción de Israel, que oprime a los civiles bajo su control, para que se puedan presentar los sucesos ocurridos en el límite entre Gaza e Israel como una marcha pacífica de civiles desarmados y, consecuentemente, las medidas de seguridad adoptadas por el Ejército israelí como asesinatos omatanzas.

La Marcha del Retorno no fue un acontecimiento espontáneo. Fue preparado. Se publicitó. Los medios lo esperaban. Es más, los medios ya sabían lo que iba a suceder. Esperaban muertes. Lo único que tuvieron que hacer fue adaptar levemente el guion para sus audiencias, enmarcando los sucesos en el marco habitual de estereotipos, que reduce todo a un maniqueo buenos vs. malos.

Para que el lector occidental pueda efectuar sus señalamientos y expresar su indignación hiperbólica contra el único Estado judío con tranquilidad de conciencia, se omite una gran parte de la realidad: Hamás, sus fines; los objetivos reales de la falsa marcha.

Tan claro estaba todo que el pasado 27 de marzo, es decir, días antes del inicio los disturbios, el Jerusalem Center for Public Affairs informaba de que, según fuentes de Fatah, la intención de Hamás era “provocar una escalada que desembo[case] en numerosas bajas del lado palestino, para recolocar firmemente el asunto palestino en la agenda mundial”.

Un pseudoacontecimiento, en definitiva. Más importante que lo que sucede a diario en Gaza, donde un grupo terrorista controla la vida de más de un millón de personas.

Hay que detenerse a pensar en ello: un grupo terrorista controla la vida de más de un millón de personas. Un grupo terrorista que se enriquece con la escasez que provoca con sus reiteradas acciones criminales a través del contrabando y el mercado negro, y de las cargas contributivas que impone a la sociedad.

Y hay que detenerse aún más ante este hecho: los medios corren detrás de cada macabra escenificación de ese mismo grupo. La apañan. Maquillan las palabras, las acciones de los terroristas y ocultan aquellas que son imposibles de disimular con afeites narrativos.

Pero volvamos otra vez con Boorstin. El académico enumeraba cuatro características de los que denominaba “pseudoacontecimientos”. Tres se aplican al caso de la cobertura mediática de las actividades violentas organizadas por Hamás en el límite entre Gaza e Israel:

1) No se trata de acontecimientos espontáneos. Alguien los planea o provoca.

2) Se establecen principalmente con el propósito inmediato de que sean cubiertos por los medios.

3) Por lo general, se pretende que sean profecías autocumplidas.

4) Son “hechos sintéticos que mueven a la gente indirectamente, al proveerla de base fácticasobre cual se supone que debe decidir”.

En el caso del conflicto palestino-israelí, el periodista no precisa siquiera buscar la noticia, ya se la dan hecha desde Hamás o la Autoridad Palestina, desde ONG que se escudan tras la pantalla de defensoras de los derechos humanos u organizaciones evidentemente anti-israelíes: sucesos, terminología, fuentes (generalmente, las propias organizaciones que brindan la noticia u otras asociadas ideológicamente); apenas ha de hacer una traducción al propio idioma, a la propia idiosincrasia.

Los medios, parte del conflicto

Sin la ayuda –voluntaria o inconsciente– de los medios, la intransigencia de los líderes palestinos no hubiera sido posible. Sin la ayuda de los medios, no habría sido posible que los líderes terroristas palestinos fuesen tratados como estadistas, hombres de paz o moderados. Sin la ayuda de los medios, de su silencio, de sus omisiones, habría sido imposible retratar la causa palestina(es decir, la causa por la aniquilación de Israel) como la de la víctima del conflicto, luego de que dijeran no a su propio Estado en 1948 (y en varias otras oportunidades posteriores) y acto seguido lanzaran una guerra para acabar con el judío; agresión que repetirían en 1967 y en 1973 y que luego continuaría a través de acciones terroristas (entre ellas, las denominadas intifadas, orquestadas por sus líderes). Sin la ayuda de los medios, el chantaje, la farsa, el arma en definitiva, de considerar refugiados a los descendientes de los árabes desplazados a causa de la guerra iniciada por los propios árabes en 1948 no habría llegado tan lejos, no se habría convertido en una estrategia para perpetuar el conflicto.

Sin la ayuda de los medios y lo que podríamos denominar el gran pseudoacontecimiento de lacausa palestina, probablemente no habría habido tantos muertos, tanto dolor, tanto tiempo perdido.

Porque ¿es posible atribuir este proceder meramente a una cierta candidez de los periodistas, a que no saben que están siendo utilizados? No. Como mucho, puede achacarse a una negligente forma de realizar su labor. Pero tampoco sospechando un descuido profesional es posible concebir que los errores siempre se cometan contra Israel…

Y es que la realidad es menos benévola: callar mucho implica un compromiso con lo que se pretende transmitir.

A todo esto, tampoco hay que dejar de lado la responsabilidad que cabe al lector. No son pocos los que llegan a los textos esperando un cierto lenguaje, un cierto tono: básicamente, la reafirmación de sus propios prejuicios. Ellos mismos exigen ese tipo de cobertura, que les permite expresar abiertamente –y, a la vez, cubiertos con el envoltorio de la indignación justa ymoral– sentimientos antisemitas o emociones que están muy cerca de serlo.

Mientras tanto, se acumulan informaciones que no informan: sencillamente, crean un estado de ánimo entre la opinión pública contra el Estado judío. Es decir, se está cada vez más cerca de la propaganda, que limita la experiencia a una reducción maniquea casi infantil (una suerte de tres cerditos contra el lobo feroz; aunque el lobo no sea ni por asomo tan feroz ni los tres cerditos, tres inocentes cochinillos).

Bueno vs. Malo. ¿De qué lado está usted? Porque tiene que decantarse. Cada cual con su propia agenda, que termina por coincidir en la animadversión hacia Israel.

 
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