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| viernes marzo 29, 2024

Irán, aliado incómodo


No es ningún secreto que países árabes como Arabia Saudí y Emiratos aborrecen a Irán. Mucho más sorprendente es que Irán parece estar dejando de ser bienvenido en los países árabes a los que está más estrechamente vinculado. Al menos eso es lo que se desprende de un estudio sobre los manuales escolares sirios y de una reciente oleada de protestas en Irak.

En Siria, el chií Irán ha sido el pilar del régimen de Asad (de la secta alauí del chiismo) en su lucha contra los rebeldes suníes desde que estalló la guerra civil, en 2011. Teherán ha mandado más de 80.000 soldados a luchar por Asad, en su mayoría miembros de milicias chiíes a las que ya patrocinaba en el Líbano e Irak o de milicias chiíes creadas especialmente para tal propósito, nutridas con refugiados afganos y paquistaníes radicados en el propio Irán. También ha dado al régimen de Asad cantidades astronómicas de dinero para mantenerlo a flote.

Los estudiosos calculan que la ayuda militar y económica iraní a Siria durante la guerra se mueve en una cifra entre los 30.000 y los 105.000 millones de dólares. Sin la ayuda iraní, el régimen de Damasco probablemente no habría sobrevivido hasta la definitiva intervención rusa de 2015, que procuró a Asad el crucial apoyo aéreo que le permitió recuperar la mayor parte del territorio que había perdido.

En vista de todo esto, cabría esperar que Damasco estuviese agradecido a sus benefactores iraníes. En cambio, como muestra un estudio sobre los libros de texto sirios, Asad está inculcando a los escolares una saludable dosis de prevención hacia Irán.

Investigadores del instituto Impact-se han examinado libros de texto sirios para alumnos de 12º grado utilizados en las áreas controladas por Asad en 2017-2018. Como era de esperar, esos manuales presentan a Rusia como un estrecho aliado. De hecho, los escolares están obligados a aprender ruso. El retrato de Irán, en cambio, es “templado en el mejor de los casos”. En parte porque “el currículum en conjunto tiene por ejes el panarabismo laico” y la posición de Siria como parte integral de la “nación árabe”, a la cual Irán, señaladamente, no pertenece; pero también porque Irán ha sido históricamente el gran rival del mundo árabe.

Aunque los libros de texto elogian la revolución islámica de 1979 y el subsiguiente antagonismo de la República Islámica hacia Israel y Occidente, que Siria comparte, no cuentan mucho sobre el país conocido milenariamente como Persia.

Así, los manuales dicen que el mundo árabe padeció la “dominación cultural” del Imperio persa durante el califato abasida, y a veces incluso que las tierras árabes estaban bajo la “ocupación persa”. Esta ocupación no sería, por lo demás, cosa del pasado: los libros citan la provincia iraní de Juzestán como una de las “áreas usurpadas a la nación árabe”; de hecho, se dice que es “una de las regiones usurpadas más importantes”.

¿Y qué hay de Hezbolá, la milicia libanesa patrocinada por Irán que desempeñó un papel clave en algunas de las victorias más importantes de Asad, al oneroso precio de que más de un tercio de sus combatientes murieran o resultaran heridos? Ni siquiera merece una mención en los manuales, refiere el informe.

Reparemos ahora en la mayoría chií de Irak, que en parte también debe su mera existencia al apoyo iraní: después de que el Estado Islámico se hiciera con grandes franjas del país hace unos años, las milicias chiíes patrocinadas por Teherán resultaron cruciales para recuperar ese territorio. El apoyo aéreo proporcionado por la coalición encabezada por EEUU también desempeñó, obviamente, un papel fundamental, pero en tierra las milicias respaldadas por Irán estuvieron entre las tropas más efectivas.

Aparte de esa enorme ayuda militar, Irán es uno de los principales socios comerciales de Irak y un importante proveedor de electricidad. Sin embargo, las protestas que se han venido registrando en el sur del país, gran bastión chiita, no se han centrado únicamente en la corrupción y la disfunción del Gobierno iraquí: también se han dirigido contra organizaciones vinculadas a Irán. El Jerusalem Post informó recientemente de que unos manifestantes incendiaron una base de la milicia Kataib Hezbolá, respaldada por Irán. También irrumpieron en el aeropuerto de Nayaf, y “los lugareños dijeron que habían saqueado aviones iraníes”. Además, pusieron en la mira a funcionarios pertenecientes a los partidos Dawa y Bader y a la milicia Asaib ahl Al Haq, “todos ellos con estrechos vínculos con Irán y los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica”. “Según el experto en Irak Haidar al Joei”, proseguía el diario israelí, “los manifestantes corearon ‘Los del partido iraní Dawa son los safávidas’, en referencia al Imperio persa, en un intento de presentar a los partidos iraquíes que tienen respaldo iraní como exponentes de la toma del país por parte de Irán”.

Ni la suspicacia siria ni la hostilidad iraquí deberían sorprender demasiado. Ambos países entienden que Irán no les proporcionó esa enorme ayuda militar por su bondad. Su objetivo es convertir Siria e Irak en satrapías propias, como ya lo es el Líbano bajo el control de Hezbolá. Y ni a los sirios ni a los iraquíes les entusiasma esa perspectiva. (Rusia, obviamente, tampoco está ayudando al régimen de Asad por altruismo, pero parece buscar reciprocidades más limitadas, como concesiones petrolíferas y bases navales, en vez de la dominación total del país).

Por descontado, esto no significa que Siria e Irak vayan a enseñar la puerta de salida a Irán en el futuro próximo; ambos siguen dependiendo demasiado de Teherán. Pero sí significa que el objetivo iraní de dominar Oriente Medio podría encontrar más obstáculos de lo que parecía hace unos años, por lo que un repliegue iraní parece más factible.

Ahora bien, para lograrlo habrá que continuar bregando para hacer insostenible el aventurismo militar iraní. Las nuevas sanciones previstas por la Administración Trump son un paso importante. Pero la Unión Europea está yendo en la dirección opuesta. En efecto, está considerando lanzar un salvavidas económico a Teherán al permitir que su banco central abra cuentas en bancos centrales europeos.

Washington debe dejar claro a Europa que eso tendría importantes consecuencias para el acceso europeo al sistema financiero estadounidense. Ahora que los iraquíes, los sirios y los propiosiraníes están expresando su creciente descontento con la injerencia iraní en otros países, no es el momento de que Occidente flojee.

© Versión original (en inglés): Commentary
© Versión en español: Revista El Medio

 
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