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| miércoles abril 24, 2024

Los maquiavélicos opositores a la ley del estado-nación


El debate público que rodea la Ley del Estado-Nación es un claro indicador de la vibrante democracia que existe en Israel e ilustra la libertad de expresión que caracteriza la condición mental israelí. Árabes, drusos y judíos expresaron sus opiniones sobre este tema, tanto a favor como en contra, a pesar del hecho que el argumento central es esencialmente político en lugar de sustancial. Dicho esto, las protestas en Israel contra la nueva ley son una alerta roja. Estas reflejan una tendencia emergente entre las corrientes liberales en la sociedad judía israelí con el propósito de socavar el ya largamente aceptado principio de que Israel es el hogar nacional del pueblo judío.

Imagen. El batallón élite Herev, formado por soldados drusos, judíos y cristianos, especialmente entrenados en el Comando Norte, fotografía de las FDI vía Wikimedia Commons

En junio de 1922 el Secretario de Estado para las Colonias, Winston Churchill escribió lo siguiente en un manifiesto británico: “Cuando se pregunta qué significa el desarrollo del Hogar Nacional Judío en Palestina, puede se responda que no es la imposición de una nacionalidad judía sobre los habitantes de Palestina en su totalidad, sino el desarrollo posterior de la comunidad judía ya existente, junto a la ayuda de judíos en otras partes del mundo, a fin de que se convierta en un centro en el que el pueblo judío en su totalidad pueda tomar, por motivos de religión y raza, un interés junto al hecho de sentirse orgullosos. Pero para que esta comunidad tenga las mejores perspectivas de un desarrollo libre y brinde una oportunidad total para que el pueblo judío muestre sus capacidades, es esencial que sepa que se encuentra en Palestina por derecho y no por tolerancia. Esa es la razón por la cual es necesario que la existencia de un hogar nacional judío en Palestina esté garantizada internacionalmente y que sea reconocido formalmente por los demás ante una conexión histórica muy antigua”.

Junto a la Declaración Balfour y el Mandato para Palestina de la Liga de Naciones, el Manifiesto de Churchill pudiera considerarse como la columna vertebral, los cimientos internacionales del estado judío en la Tierra de Israel (o Palestina, tal como se lo rebautizó en la época romana). De hecho, los principios básicos destacados en el documento anterior fueron adoptados como parte de la Declaración de Independencia de Israel.

Un justificativo bien fundamentado de la idea de un estado-nación para el pueblo judío también fue expresado durante la era napoleónica. El 20 de abril, 1799, se informó que Napoleón Bonaparte preparó una proclamación conocida como la “Carta a la Nación Judía”, convirtiendo la Tierra de Israel en un estado judío independiente. Caracterizando a los judíos como los “legítimos herederos de Palestina” y como “una nación única, a quien, en miles de años, la lujuria de la conquista y la tiranía han podido privar solamente de sus tierras ancestrales, pero no del nombre ni de la existencia nacional” este invitaría a “todos los judíos de Asia y África a reunirse bajo mi bandera para de esta manera restablecer a la antigua Jerusalén”.

El debate público que ha surgido tras la aprobación por el Knesset de la Ley del Estado- Nación es un claro indicador de la vibrante democracia que existe en Israel y una ilustración extrema de la libertad de expresión que caracteriza el estado mental del israelí. Árabes, drusos y judíos expresaron sus opiniones sobre este tema, tanto a favor como en contra, a pesar del hecho de que el argumento central es esencialmente político en lugar de sustancial.

Dicho esto, las protestas en Israel contra la nueva ley son una alerta roja. Estas reflejan una tendencia emergente entre las corrientes liberales dentro de la sociedad judía israelí para socavar el largamente aceptado axioma de que Israel es el hogar nacional del pueblo judío.

Los críticos más acérrimos de la ley afirman que esta carece de una referencia firme al principio de igualdad. Esta afirmación de supuesta injusticia incrustada en la Ley del Estado-Nación, una afirmación que amenaza el frágil equilibrio que los judíos israelíes comparten con las minorías no-judías que viven dentro de los límites soberanos del país, parece estar más motivada por el deseo de derrocar al gobierno actual que por una genuina preocupación a los valores (supuestamente) afectados por ello.

El objeto parece ser incitar a la pequeña comunidad drusa que vive en Israel, cuyo vínculo con los judíos se conoce comúnmente como Brit Damim, un “Pacto de Sangre”. Esto se refiere en particular al hecho de que los jóvenes drusos son reclutados dentro de las fuerzas de seguridad israelíes junto a los jóvenes judíos.

Al extender intencionalmente una falsa interpretación de supuestos males derivados de la Ley del Estado-Nación, principalmente la farsa que los drusos son considerados por el estado como ciudadanos de segunda categoría, los activistas anti-gobierno ponen en peligro el ya largo modo vivencial basado en la lealtad de los drusos hacia Israel.

Esta no es la primera vez que este enfoque maquiavélico de socavar al gobierno ha surgido dentro del Estado judío. En su libro Churchill y los Judíos, Martin Gilbert escribe: “A Churchill se le veía sorprendido y conmocionado cuando [Herbert] Samuel le informó que a los árabes se les provocó para que crearan disturbios [en Jaffa en noviembre, 1921] por un grupo acérrimo de comunistas judíos”. Churchill Respondió que era responsabilidad de Samuel purgar a las comunidades judías y a los recién llegados de elementos comunistas “y que sin vacilación ni demora expulsarán del país a todos los culpables de agitación subversiva”.

La versión moderna de este enfoque maquiavélico tuvo un efecto inmediato entre los fragmentos radicales de los drusos, que lograron eclipsar a los líderes moderados tradicionales y comandar una protesta masiva en Tel Aviv. El antiguo oficial retirado druso Amal As’ad, en una carta abierta al Primer Ministro Netanyahu (21 de julio, 2018) expresó abiertamente su desconfianza del canon más fundamental de Israel como el hogar nacional para el pueblo judío. En palabras suyas, “¿De dónde sacan [los judíos] la temeridad de afirmar que la tierra les pertenece? ¿Cuál es la base del reclamo judío al derecho de propiedad de la tierra? Si es solo esa creencia mesiánica en la promesa de Dios, ¿por qué no esperar entonces la llegada del Mesías?

Un fenómeno asombroso que siguió a la carta de As’ad fue el amplio y elocuente apoyo que recibió de altos funcionarios judíos y de funcionarios de seguridad judíos israelíes. Estos enfatizaron el “Pacto de Sangre” entre los judíos y los drusos y no ofrecieron ni una sola palabra de crítica por la diatriba anti-sionista de As’ad.

Por lo tanto, no deberíamos sorprendernos que un distinguido general retirado de las FDI (Ami Ayalon, quien también se desempeñó como Jefe del Shin Bet) pidiera a los altos funcionarios de defensa retirados que se unan a él en una manifestación masiva de árabes israelíes iniciada por “El Alto Comité de Seguimiento Árabe. “Esta organización radical rechaza el principio de Israel como estado judío y aboga por un estado binacional que elimine cualquier particularidad de los judíos en Israel.

Existe una tendencia preocupante entre los izquierdistas judíos israelíes a aferrarse a los valores liberales universales dándole la espalda a la idea que el estado-nación y la predica por los principios de la globalización sean aplicados a Israel, pero no a los palestinos, cuyo derecho a la condición de estado mantienen incondicionalmente. Esta tendencia es una versión moderna de los auto-denominados “Nuevos Historiadores”, quienes representaron la idea sionista como un movimiento colonialista y que dudaron de la vinculación histórica de los judíos con la Tierra de Israel.

Socavar la razón de ser de Israel desde el nacimiento del movimiento sionista y adherirse selectivamente a los ideales universales como vehículos con el cual actuar contra el gobierno legítimo en el poder puede considerarse un acto subversivo. La exigencia del liderazgo árabe israelí que el estado judío se convierta en “un estado de todos sus ciudadanos” es poco más que un eufemismo útil para la transformación de Israel en un estado árabe musulmán en el que los judíos serán reducidos a un estado permanente de minorías” o dhimmitud” tal como se lo conoce en el Islam.

Estos feroces ataques internos a la nueva Ley del Estado-Nación pudieran tener consecuencias en la comunidad internacional y muy ciertamente pudieran afectar futuros lazos entre Israel y las comunidades judías liberales en el extranjero.

Debería ser tema de urgencia lanzar una iniciativa gubernamental para actualizar los programas educativos generales, en particular para fortalecer el tema de la historia judía. A los jóvenes israelíes se les debe enseñar las formas en que Israel es un caso especial entre las naciones del mundo. También se les debe instruir que el judaísmo y la democracia son valores complementarios en lugar de mutuamente excluyentes. Un estado-nación judío garantiza el futuro de Israel dentro de su territorio histórico.

 

 

El Dr. Raphael G. Bouchnik-Chen es coronel retirado quien se desempeñó como analista sénior en el servicio de inteligencia de las FDI.

 
Comentarios

No existe a mi entender, ninguna razon objectiva que justifique el rechazo sucitado por esta Ley entre diferentes sectóres de la sociedad israeli, o de las minorias que en ese pais viven, al no hallárse en ella, ninguna amenaza o agrávio hacia esos colectivos que la haga suceptible de merecer tal rechazo …
Pensemos pues, que se tráta mas bien de defender posturas partidístas desde el plano ideológico, o ventajístas en cualquier de los demas …
Huelga decir, que las reacciones provocadas por ella en los médios internacionales, abundan en tal sentido …

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