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| miércoles abril 24, 2024

NOAJ 5779


Di-s ordena a Noaj, la única persona justa en un mundo consumido por la violencia y la corrupción, construir una teivá («Arca»), recubierta de brea en su interior y exterior. Un gran diluvio, dice Di-s, eliminará toda vida de la faz de la tierra; pero el arca flotará en el agua, resguardando a Noaj y a su familia, junto a dos miembros (macho y hembra) de cada especie animal.

Lluvia cae por 40 días y noches, y las aguas fluyen por 150 días más antes de comenzar a retroceder. El arca se posa sobre el Monte Ararat, y desde su ventana, Noaj envía un cuervo, y luego una serie de palomas, «para ver si las aguas se fueron de la faz de la tierra». Cuando la tierra se secó completamente, exactamente un año solar (365 días) luego del comienzo del Diluvio, Di-s manda a Noaj a salir de la teivá y repoblar la tierra.

Noaj construye un altar y ofrece sacrificios a Di-s. Di-s jura nunca más destruir toda la humanidad por causa de sus acciones, y establece al arco iris como testimonio de Su nuevo pacto con el hombre. Di-s instruye a Noaj sobre la santidad de la vida; el asesinato es un crimen de pena capital, y, si bien el hombre tiene permitido comer carne de animales, tiene prohibido comer carne o beber sangre tomadas de un animal vivo.

Noaj planta un viñedo y se embriaga con su producto. Dos de sus hijos, Shem y Iafet, son bendecidos por cubrir la desnudez de su padre, mientras que su tercer hijo, Jam, es maldecido por sacar ventaja de su desgracia.

Los descendientes de Noaj quedan como un solo pueblo, con un lenguaje y una cultura comunes por diez generaciones. Luego desafían a su Creador al construir una gran torre que simboliza su invencibilidad; Di-s confunde su lenguaje de manera que «uno no comprende la lengua del otro», causando que abandonen su proyecto y se dispersen por la tierra, separándose en setenta naciones.

La sección de Noaj concluye con la cronología de las diez generaciones desde Noaj hasta Avram (luego Abraham), y sus viajes desde su lugar de nacimiento en Ur Casdím a Jarán, en camino hacia la Tierra de Canaan.

 

EL PODER DE LA UNIDAD

11 El mundo era corrupto ante Dios, y la tierra estaba colmada de crimen. (Bereshit 6:11)

3 Se dijeron el uno al otro: “Vamos, moldeemos ladrillos y cozámoslos”. Entonces tuvieron ladrillos para usar como piedra, y asfalto para mortero. (Bereshit 11:3)

 

Durante 210 años el Reino de Israel, que se había separado del Reino de Judá gobernado por la dinastía de David y sede del Templo, existió y prosperó en el norte de Tierra Santa, a pesar que sus habitantes se dedicaban a la idolatría. ¿Cómo es posible que se mantuviera tanto tiempo e incluso prosperara?

La respuesta la tenemos en los dos versículos del comienzo, que reflejan la actitud de dos generaciones.

La Generación del Diluvio se caracterizó por el robo, el asesinato y la violencia de unos contra otros. Y por ello fue borrada completamente tanto en este mundo como en el otro.

La Generación de Babel, si bien pecó contra Di-s rebelándose y tratando de construir una torre para combatir al Creador, sólo se perdió en el otro mundo, pero no en este, porque entre ellos había unidad (inclusive, hasta que Di-s confundió las lenguas, hablaban un mismo idioma).

Y esto último es lo que ocurrió con el Reino de Israel. A pesar de su idolatría, estaban unidos, y mientras esta unidad existió, Di-s no destruyó al reino

Si bien los actos llevados a cabo por la Generación de la Dispersión y por los habitantes del Reino de Israel iban contra la voluntad de Di-s, debemos aprender de ellos el valor de la unidad.

Sobrevivir a la vida cotidiana

¿Cómo podemos evitar que nuestra sensibilidad y nuestra humanidad sean barridas?

Por Tali Loewenthal

Una de las interpretaciones del Diluvio es que representa las dificultades de la vida. Nos barren los remolinos de agua de la ansiedad, de la carrera de locos, de la lucha cotidiana. ¿Cómo podemos evitar que nuestra sensibilidad y nuestra humanidad sean barridas?

Otra versión de estos remolinos de agua son las corrientes culturales del mundo moderno que buscan barrer nuestra dimensión judía. “¿Por qué ser diferentes?”, murmuran, “Sólo haz lo mismo que todo el mundo…”. Otra vez, ¿qué poder tenemos para resistir estas fuerzas?

El Cantar de los Cantares (8:7) nos dice que “las muchas aguas no podrán apagar el amor”. En lo profundo del corazón de todos los judíos hay escondido un gran amor. Este amor siempre está, a pesar de las preocupaciones y los problemas, a pesar del cambio cultural. Es a través de nuestro amor por Di-s, por la infinita libertad que nos puede garantizar nuestro vínculo con Di-s, que podemos resistir la fuerza del diluvio. A través de la vida judía revelamos este amor y le permitimos llenar a nuestras vidas de inspiración y sentido.

La mesa del viernes a la noche, las velas, el kidush, las palabras de la Torá, cantar canciones de shabat, rezar y observar otras leyes del judaísmo nos ayudan a superar el Diluvio y disfrutar cada paso en un mundo siempre nuevo. (www.es.chabad.org)

 

El Propósito de la Civilización

Dijeron, “Vamos, construyamos nosotros mismos una ciudad y una torre.” Génesis 11:4

Los sobrevivientes del Diluvio no prestaron atención a la lección del Diluvio de que debemos confiar en Di-s como la fuente de nuestro bienestar.

Nosotros, los sobrevivientes de un “diluvio” que mató a 6.000.000 judíos, deberíamos aprender del error de los sobrevivientes del Diluvio de Noé. Reconstruir la infraestructura de la civilización judía es admirable y noble, pero no es un fin en sí mismo.

Nuestra “ciudad y torre” debe poseer un propósito más profundo y espiritual, lo que significa que nuestras casas de plegaria y de estudio de Torá deberían ser los edificios más prominentes y cuidados en nuestras ciudades.

Similarmente, nuestras carreras, casas, vidas y familias deben expresar nuestro deseo de cumplir con la voluntad de Di-s en vez de ser un mero orgullo vacío. Sus objetos judíos, mezuzot, tefilin, velas de Shabat, etc., deberían ser de la más alta calidad ritual; nuestra colección de libros de Torá debe estar bien abastecida, exhibida en forma prominente, y muy leída; la música y conversación escuchada en nuestros hogares debe ser apropiada a un hogar judío, y así sucesivamente. (www.es.chabad.org)

 

 
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