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| jueves marzo 28, 2024

EMOR 5779


B’H

La sección Emor (“Diles”) comienza con las leyes especiales de los Cohaním (“sacerdotes”), del Cohen Gadol (“Sumo Sacerdote”), y del servicio en el Templo: un Cohen no puede volverse ritualmente impuro a través de entrar en contacto con un cadáver, excepto en el caso de la muerte de un familiar cercano. Un Cohen no puede casarse con una mujer divorciada ni con una mujer con un pasado promiscuo; el Cohen Gadol puede casarse solamente con una mujer virgen. Un Cohen con una deformidad física no puede servir en el Santo Templo; tampoco un animal deforme puede ser ofrendado.

Cuando nacen un ternero un cabrito o un carnero deben ser dejados con su madre por siete días; queda prohibido degollar a un animal y sus crías en el mismo día.

La segunda parte de Emor da una lista de los festivales anuales del calendario judío. La ofrenda de Pesaj el 14 de Nisán; el festival de siete días de Pesaj comenzando el 15 de Nisán; la ofrenda de cebada llamada Omer en el segundo día de Pesaj y el comienzo de la Cuenta del Omer por los próximos 49 días, culminando en el festival de Shavuot en el quincuagésimo día; un “recuerdo del sonido del shofar” el 1 de Tishrei; un solemne día de ayuno el 10 de Tishrei; y el festival de Sucot – durante el cual uno debe vivir en una cabaña por siete días y tomar las “Cuatro Especies” – comenzando el 15 de Tishrei.

Emor concluye con el incidente de un hombre ejecutado por blasfemar, las penas por asesinato y por injuriar al prójimo o destruir su propiedad (compensaciones monetarias).

 

SANTIFICAR EL NOMBRE DE DI-S

 

En nuestra Parashá aparece la mitzvá de santificar el Nombre de Di-s (Kidush HaShem). Generalmente se piensa que esto implica afrontar la muerte por la santidad de Di-s. Pero no siempre es así. Hay otras formas de Kidush HaShem:

Es Kidush HaShem devolver algo que hemos encontrado.

Es Kidush HaShem recibir dinero de más en un vuelto y hacer notar el error al que nos ha cobrado.

Es Kidush HaShem mostrar respeto hacia los mayores, aun los desconocidos (con más razón éstos).

Es Kidush HaShem ceder el asiento a mujeres embarazadas o a personas mayores.

Es Kidush HaShem tratar amablemente a todos.

Es Kidush HaShem… Busquen ustedes que otras formas del mismo hay.

 

¿Puedes esperar?

 

Por Mijoel Gourarie

 

Hay una mitzvá de la agricultura muy interesante llamada orlá. El mandamiento dice que cuando plantamos un árbol tenemos prohibido comer sus frutos durante los primeros tres años. Una vez que pasa este período de tiempo, tenemos la libertad de saborear sus frutos y agradecerle a Di-s por las bendiciones que nos ha dado.

Hay una explicación mística de la mitzvá que nos provee una visión sobre una de las bases del crecimiento personal y espiritual.

El primer defecto de los primeros seres humanos fue el deseo de gratificación inmediata. La primera transgresión registrada en la Torá fue cuando Adam y Javá comieron el fruto prohibido. A pesar de que esta historia es famosa, no es tan conocido que el fruto del árbol no estaba destinado a ser prohibido eternamente. Adam y Javá fueron creados el viernes por la tarde. Recibieron la orden de no comer la fruta sólo durante tres horas, hasta el Shabat. Una vez que fuera viernes por la noche, la fruta iba a ser para ellos, para su disfrute. Pero carecieron del autocontrol para demorar ese placer.

Los tres años que esperamos para comer la fruta de cualquier árbol es un recordatorio de las tres horas que Adam y Javá no pudieron esperar para comer del Árbol del Conocimiento.

Las delicias del mundo nos fueron dadas para disfrutar. Pero el autocontrol y la disciplina nos recuerdan que hay más en la vida que sólo comer frutas deliciosas. La creación de límites alrededor de nuestras indulgencias nos ayuda a enfocarnos y a crear conciencia de que hay un proyecto más grande. Disfrutar de las bendiciones de la vida es sólo una pequeña parte de una existencia también llena de significado, valores y un propósito mayor. La codicia, la falta de control, la necesidad de la gratificación instantánea y el hedonismo son destructivos y crean vidas vacías y existencias sin propósito.

Los deliciosos árboles frutales son un regalo de Di-s. Pero el mandamiento de esperar tres años antes de disfrutarlos es un regalo aún mayor: el de la disciplina y el autocontrol. (www.es.chabad.org)

 

Plegaria de un Soldado

 

Por Shimon Posner

 

Un soldado, especialmente un soldado israelí, parado frente al Muro de los Lamentos significaba para mí: orgullo, virilidad, valentía y todo lo que puede resultar atractivo para un muchacho. Sigue significando lo mismo, pero ahora, cuando miro a uno de esos soldados, la imagen que surge ante mis ojos es la de su madre.

En realidad es la paradoja del orgullo por el ejército, por la juventud. Incluso cuando somos jóvenes sabemos cuán vulnerable es nuestra posición; después de todo, crecemos sabiendo que hay héroes que han caído. E incluso a medida que vamos envejeciendo, seguimos alentando su orgullo y capacidad y el trabajo que llevan a cabo. Y sabemos que son ‘cool’. Pero… pero… Ima. Y Savta. Y la hermanita. Y la tía favorita. Y Aba. Y el primito. ¿Y no podrán mandarlo pronto a casa?

Me encuentro con soldados. Hablo con ellos, me río con ellos, discuto con ellos, concuerdo con ellos, me pongo los tefilín con ellos y, cuando nos despedimos, la mayoría de las veces también lloro con ellos. Nunca olvidaré el abrazo que me dio un muchacho de Acre antes de volver al cumplimiento del deber.

Nacido en Rusia, dueño de una sonrisa fácil y con un aire arrogante que podía llegar a gustar. Insistía en que no era para nada religioso y comentaba que simplemente asiste a Jabad en Acre. Y el rabino que oficia allí, ese rabino ¡es sensacional! (Carraspea un poco y después ríe nerviosamente). Una vez, cuando volví del frente ¡el rabino interrumpió el servicio religioso, dejó el servicio religioso en la mitad y vino a darme un abrazo! (Ahora se sonríe, y en realidad ya no es a mí a quien está hablando. Un momento después vuelve al presente). Yo me puse los tefilín. El rabino me pidió y me los coloqué algunas veces. Empezó a gustarme. Ahora extraño si no lo hago.

Esta semana recibí más de cuatro mensajes de correo con las fotografías de soldados orando. Hay algo especial cuando uno ve soldados rezando. Muestra que la oración surge de un lugar de fuerza; muestra que la oración viene de un lugar de vulnerabilidad. Muestra que la oración viene de un lugar que no queremos que nadie vea; y de un lugar que tenemos necesidad de compartir.

Y recordemos a los profetas. ¡Cómo les hablaban a los pecadores cuando veían que estaba sucediendo una tragedia y todo el mundo miraba hacia otra parte! Los despreciábamos o, si éramos devotos, resentíamos sus palabras. Con sus mensajes de tristeza y desesperanza, como Jeremías, eran unos aguafiestas. En las sinagogas de todo el mundo estas semanas leemos sus palabras en las haftarot.

Un anciano muy inteligente una vez me dijo que él nunca le decía a sus hijos adultos: “Te lo dije…“ Tampoco lo hacían los profetas. Cuando sobrevenía la tragedia, el profeta estaba allí solamente para brindar consuelo. Y llorar. Y, a veces ya no quedaban lágrimas, de modo que el profeta simplemente se limitaba a estar allí. Silenciosamente. Y algunos observan el silencio y piensan que implícitamente el profeta está diciendo: “Te lo dije…” Pero en realidad está diciendo “ahora sabes porqué estaba llorando”.

Cada soldado sabe que su misión está por encima de todo lo demás. Y no lo dudo. Su misión es vital, para todos. Para todo judío. Para toda persona libre. Para toda persona que no es libre. El enemigo debe ser derrotado de una manera tan definitiva como lo fueron los nazis y eso solamente puede ser logrado por el ejército. Y ni por un momento lo pongo en duda o le quito importancia.

Pero, cada vez que me dispongo a rezar por su triunfo veo a sus madres. Mujeres marroquíes con pañoletas, mujeres kurdas (sí, hay judíos kurdos en Israel, una cantidad de ellos) sin pañoletas. Mujeres ashkenazíes, estoicamente de pie, exigiendo las cosas sin importancia que siempre piden las madres cuando sus hijos van a un lugar peligroso, porque deben hacerlo; “¡No te vayas a desabrigar!”

Espero que no me consideren un agitador por ir a Belén. A la tumba de la madre, la madre que reza para que sus hijos vuelvan sanos y salvos a casa. Que sus plegarias sean oídas en lo alto. Siempre lo son. Espero que me deje escuchar. (www.es.,chabad.org)

 

 
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